Las porterías del Manchester United y de la Selección Española, representaban dos de las más históricas e inaccesibles del mundo del fútbol. Recoger una herencia tan ilustre como exigente, requiere frenar los obstáculos con carácter implacable y rechazar disparos con silenciosa personalidad. Modélico, sencillo y ascendente, David De Gea está ya en el TOP 3 de porteros del mundo. Es ‘The Gold-Keeper’.

Por José David López (@elenganchejd)

Carlos se había ganado el respeto del grupo porque tenía una pierna izquierda goleadora. Dany era el mayor de todos ellos, lo que le facilitaba cierto dominio para tomar decisiones. Ambos solían ser los ‘capitanes’. El resto, esperaba de pie como quien aguarda su nombre en un alistamiento militar con el deseo de dar un paso al frente. Uno a uno, los chicos iban cayendo a los dos bandos, siendo seleccionados para armar, un viernes más, el partido semanal entre amigos de Casarrubuelos e Illescas (dos pueblos ‘vecinos’ en las cercanías de Madrid). Hay pelota, hay suficientes jugadores y el sol hace admitir que la jornada puede ser intensa, pero varios chicos alzan la voz. “No me gusta y lo digo siempre. No me voy a poner de portero”, asegura uno de ellos mientras todos le recriminan. “Yo nunca porque ya me he roto un dedo y no quiero que me pase otra vez”, recalca un segundo. “Tú no, que eres muy bajito y no pararás ni una por alto”, reclaman otros.

Tan habitual como siempre, uno de los equipos es incapaz de decidir quién será el portero. Cualquier excusa vale, cualquier mentira evitará que te pongas los guantes y cualquier pasividad al respecto puede hacer que otro acabe por ser el tristemente elegido. Uno coge las gafas para constatar que no puede arriesgarse a recibir un pelotazo en la cara, otro desaparece rumbo al servicio para apaciguar los ánimos unos minutos que pueden resultar determinantes y otro no hace sino repetir la misma frase de negación temiendo que, por su fragilidad ante los demás, va a terminar siendo el elegido. Es más, pocos se han salvado de la ‘prueba’ que indica que aquél que toque el último el larguero en una carrera improvisada, tendrá que pagar su lentitud viviendo en el área. La escena se repitió tantas veces en cada rincón del planeta durante tantos años, que los automatismos de cada niño han creado una conexión vilmente negativa hacia el rol del portero. Nadie quiere acercarse por allí. El inicio se alarga, los nervios van en aumento, la conversación acaba por perderse en críticas y la pelota se cansa de esperar. Solo hay una solución posible, que uno de los futbolistas acabe por colocarse bajo palos.

Un chico rubio, espigado y muy liviano que había estado callado en el fondo porque no le dejaban hablar, toma la responsabilidad con serenidad mientras sus compañeros de equipo insisten y le repiten que sería mejor que jugara de delantero, allí donde siempre marca diferencias: “El otro día marcaste muchos goles. Si queremos ganar, tienes que estar arriba”, repiten. Pero David, ‘el rubio’, inteligentemente manda empezar el partido de una vez por todas: “Cuando en los partidillos del barrio todos elegían quienes quieren tener como compañeros en su equipo, yo siempre era el que evitaba problemas mayores porque nunca nadie quería ponerse en la portería”, recuerda hoy, unos quince años después de aquellas tardes previas al fin de semana. “Yo les paraba y decía que me ponía yo. Se me daba bien, me gustaba y te aseguro que algún problema que otro sí he solucionado gracias a eso”, sonríe tímidamente ese rubio, espigado y tranquilo ‘niño’ a sus 24 años. Ayer, el chico que apaciguaba nervios en el hábitat donde nadie los mantendría en paz. Hoy, el portero del Manchester United, el guardameta de la selección española durante los próximos años y el arquero más cotizado del mercado en todo el mundo: David De Gea.

01La excusa del ‘Portero-Delantero’

Esas leyes no escritas, absolutamente improvisadas y hermanadas a la calle cuando unos chicos se animan a jugar con una pelota, nos han acompañado a todos durante la vida. Sabemos que si uno disparaba muy lejos, será él mismo tiene que buscar después la pelota. Sabemos que si el dueño del balón recibía el grito de su madre para cenar, el partido se acababa. Sabemos que para armar la portería bastaban las sudaderas que no necesitábamos jugando. Y sobre todo, sabíamos que la cuenta de goles era imposible de recordar y que, al final, para ser competitivos a toda costa, inventábamos un gol mágico que desequilibraría definitivamente cualquier marcador. Lo que no sabemos es quién empezó a anotar en el imaginario callejero todas estas simbólicas reglas futbolísticas que, desde luego, incluían una muy especial para aquellos equipos con problemas para elegir portero (la gran mayoría): La regla del ‘Portero-Delantero’.

Se trataba de elegir a un jugador ‘liberado’ de esa soledad que solo conocen los que sufren la inclemencia del puesto. Estaría más cercano al área de su portería que a ninguna otra zona del terreno de juego y podría ser considerado un futbolista más, usando los pies con tranquilidad y manejando situaciones bajo cualquier recurso que le permitiera ejercer de jugador de campo. Su única limitación era, evidentemente, utilizar las manos lejos de la zona habilitada para los porteros como tal. Era un jugador ‘manco’ por voluntad propia (no como aquél Winscon Coe, gran arquero sin el brazo derecho de nacimiento en la Argentina de inicios de siglo XX) pero feliz por evitar en un alto porcentaje el aislamiento del portero. Una regla con ligeras modificaciones dependiendo del rival, del lugar y, sobre todo, de la paciencia o comprensión de los presentes. Aquella regla acababa siendo un movimiento importante desde el punto de vista táctico pues aunque debilitada sobre manera la faceta defensiva al no tener un referente constante que respondiera ante cualquier amenaza rival, las opciones ofensivas se multiplicaban fácilmente. Una clara muestra de por qué acabó por convertirse en una regla oficial dentro del fútbol sala mundial (el portero puede ser sustituido por un jugador de campo que ejerza como tal para poder jugar con los pies lejos del área y mejorar las posibilidades de ataque, siendo utilizada sobre todo cuando las urgencias en el marcador y la falta de tiempo para revertir situaciones complicadas, anhelan más variantes).

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Una regla infantil y unos recuerdos que retrotraen en el tiempo a David de Gea para acabar contando un pequeño secreto. Era el amigo que todos querían tener al lado cuando empezaba un partido para evitar discusiones. Era el jugador capaz de marcar diferencias donde nadie quería siquiera probar. Era el silencioso que prefería ganarse la confianza con pruebas y no con palabras. Y sobre todo, era un auténtico comodín que rendía por encima del resto en cualquier posición, lugar o contexto. Y es que pese a que la portería ha sido su trampolín profesional y su hábitat natural, los goles fueron su primer gran estímulo como futbolista. Él fue el iniciador de tal ‘excusa táctica’ en muchos partidos entre amigos a las afueras de Madrid. “Mi primera pelota me la regaló mi tío. Me la fabricó él con papeles, con periódico y con celo. Se las ingenió para que tuviera forma de pelota de fútbol y me la regaló. Recuerdo que la primera vez que golpeé al balón, fue con el pie. Cuando eres niño siempre tienes la inercia de pegarle antes de nada con el pie y yo no fui diferente en eso. Siempre quieres chutar. Yo empecé jugando de delantero. Se me daba bastante bien ser el que estaba más adelantado. Lo intentaba, marqué bastantes goles en esos primeros años que jugaba y disfrutaba mucho en esa posición”, recuerda.

“Yo empecé jugando de delantero. Se me daba bastante bien y marqué bastantes goles”

Pueden demostrarlo con veracidad en el Colegio Castilla de Torrejón de la Calzada, el primero al que asistió de niño David, que tenía que tomar unos 20 minutos de autopista diarios desde Illescas, donde residía con su familia. Manuela Infante y José María Cruz, ya veteranos profesores de educación física, muestran fotografías del chico con una sonrisa y con una claridad de recuerdos que inunda sus rostros de satisfacción: “Sí, claro que marcaba goles y muchos. En esta escuela, David fue jugador de campo hasta los 12 años”, asegura Cruz, que fue su primer entrenador de fútbol desde los 6 años. No hay que buscar demasiado entre las fotos de los diferentes equipos que han defendido a la escuela, porque un chico rubio y alto rápidamente aparece en escena como prioritario. “No va vestido de portero como ves. El que se ponía en la portería en esta época era un chico más gordito que se llamaba Iván González. Hemos jugado futbol sala durante muchos años y él siempre era el delantero. Es que no había discusión sobre eso porque era nuestro máximo goleador”, recalca.

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Manuela, que aún guarda en su despacho algunas fotos de sus alumnos más destacados, nunca olvidó a David: “Estaba jugando constantemente en el patio del recreo, planeando el partido con sus amigos e improvisando un campo en cualquier lugar. Más de una vez llegaba tarde después del recreo. El profesor preguntaba, ¿Dónde está David?, y solo había que asomarse al patio para encontrarlo de nuevo. Estaba totalmente enamorado del fútbol. Su madre se preocupaba por ello y llamaba a la escuela a menudo porque quería controlar muy bien el equilibrio entre los estudios y el fútbol para él”, comenta su ex profesora al Daily Mail. Uno de esos profesores que preguntaba ante la ausencia del ‘rubio’, era José Antonio Fraile, que le daba sus primeras clases de inglés. Y aunque admite que no se le daban especialmente bien, no duda en admitir que hoy es un chico ante todo muy simple y que ha dejado grandes detalles de humanidad: “Cuando llegaba tarde solo se reía para ver si así obtenía perdón. Ha mejorado mucho recientemente su inglés cuando lo he visto, pero es una persona brillante. Tengo un amigo que sufre de cáncer y David me envió recientemente una camiseta firmada por él. A veces ha vuelto aquí, ha estado con nuestros alumnos actuales y ha entrado en el salón a hablar con todos. Es muy sencillo”, asegura una vez tras otra.

Pero esa ‘excusa’ del ‘Portero-Delantero’ tenía los días contados y a los 12 años, poco tiempo después de ser parte ya de la Escuela De Futbol Atlético Casarrubuelos, acabó por decidirse por aquello que más feliz le hacía como jugador: “Sí pensé en ser delantero y dedicarme al fútbol en esa posición. Cuando eres pequeño te gusta marcar goles, te gusta poder correr, pero en el fondo, lo que realmente me gustaba era ser portero. Desde esas edades decidí que la iba a tocar siempre con las manos”, nos cuenta. No fue una decisión enteramente personal, sino que el líder de la familia, José, el padre, tenía enorme trascendencia sobre su hijo, sobre todo porque él ya había sido portero del Getafe cuando el conjunto azulón era ‘amateur’ en Tercera División en los años 80.

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“Pensé en ser delantero, pero en el fondo lo que realmente me gustaba era ser portero. A los 12 años decidí que la iba a tocar siempre con las manos”

02El miedo de ser portero

“Desde los 8 hasta los 18 años, para mí, el jugar de portero cada fin de semana ha sido un sufrimiento especial. Un sufrimiento constante de algo que no me gusta hacer, que es jugar de portero y que no entiendo”

“Es posible que vayas a jugar con cierto temor a fallar. Eso te golpea y tienes que saber contrarrestarlo partido a partido”

“Los fallos son parte del fútbol y de lo que somos, porteros. Es duro, sí. Hay momentos difíciles, sí. Pero aunque se pase mal, hay que seguir mirando hacia adelante”

La cadena alimentaria del mundo animal es una pirámide natural gestionada por quien sabe qué fuerzas en la creación. Hay quienes dominan su territorio, quien pretenden servir de cooperación, quien prefiere pasar desapercibido y, sobre todo, hay quienes viven huyendo a toda prisa para esquivar obstáculos que condicionan su naturaleza. El fútbol, distribuido como una milenaria construcción egipcia que organiza diversos estatus pese a habitar todos en el mismo suelo, también tiene sus mediáticos héroes y sus silenciosos sufridores. Un deporte que despedaza a los débiles con total frialdad y que enaltece a los fuertes con extrema facilidad. Nadie increparía a los reyes de la fauna reproducidos en delanteros goleadores o genios talentosos, pero todos devorarían sin piedad alguna al último eslabón de esa cadena, los porteros. Ser capaz de subsistir en ese estado de hipertensión y de presión propia de un escenario altamente perturbable, y hacerlo además cada fin de semana desde la adolescencia, es la verdadera prueba de fuego. Una lucha contra los elementos psicóticos que genera un simple error, un pequeño detalle o un inútil momento de pausa en su concentración. Un instante inapreciable para la mayoría que, en el universo de los porteros, es la diferencia entre el éxito y el precipicio, entre el lograr la parada o encajar el gol. Una interminable serie de factores anulan y congestionan la mentalidad de los que viven bajo palos durante su carrera e incluso algunos de ellos, jamás lograr superar una escenografía dramática, la que viven cada vez que saltan al terreno de juego para ejercer aquello que debería ser su gran orgullo.

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En los últimos años, he experimentado tres grandes entrevistas a tres de los porteros más importantes de la historia de España. Tres de los que lograron el éxito saliendo desde la cantera a pura lucha, tres de los que alcanzaron grandes contratos en los clubes más punteros del planeta y tres de los parecen, por carácter y personalidad, más serenos y contundentes en su trabajo. En definitiva, tres oportunidades para focalizar sobre ellos este tipo de sensaciones que cohabitan en sintonía con ellos en cada momento. Víctor Valdés fue el primero (gracias a Luis Fermoso, amigo y periodista de Canal Plus) con el que dialogué sobre un reportaje que él mismo creó al entonces portero del Barcelona y hoy, curiosamente, suplente de De Gea en el Manchester United tras una ‘carambola’ del destino. El portero catalán desprendía un mensaje aterrador, prolongado e insalvable de sus años en la portería, y un sentimiento perpetuo que ahora, con la madurez de los partidos, era capaz de analizar fríamente.

“Desde los 8 hasta los 18 años, para mí, el jugar de portero cada fin de semana ha sido un sufrimiento especial. Un sufrimiento constante de algo que no me gusta hacer, que es jugar de portero y que no entiendo. ¿Por qué lo hago si no me gusta? Era un sin vivir y me horrorizaba el partido del sábado. Sabía que esos 90 minutos lo iba a pasar mal. Veía a los chicos reírse y yo era lo contrario, era un chico que no disfrutaba con eso y que mi vida no tenía mucho sentido por ese camino. Era el pánico a fallar. A veces mi sueño era tener otro tipo de vida, el ser un simple jugador del equipo”, confesó a Luis Fermoso hace años.

El segundo fue Pepe Reina, otro de los referentes de las porterías más exigentes en los últimos tiempos tal y como reflejan sus años en Villarreal, Napoli o ahora en Bayern de Múnich, aunque cuando pude cruzarme con él en Liverpool, vestía de rojo: “Es posible que vayas a jugar con cierto temor a fallar. Eso te golpea y tienes que saber contrarrestarlo partido a partido. Por ejemplo, cuando un portero es suplente durante un tiempo prolongado, es muy difícil, mucho más aún, porque tampoco es que le falte algo, es que entran muchos más factores”, analizaba, admitiendo fuera de cámara que había accedido hace tiempo a asistir a un especialista que le dotara de mayor capacidad de interpretación y fuerza para leer adecuadamente momentos delicados en su vida profesional como portero. “Que me lo digan a mí si es difícil ser suplente cuando llevo toda la vida así con España”, recalcaba, en clara referencia a su rol secundario por la aureola de Iker Casillas.

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El tercero de ese tridente de porteros españoles de éxito en el que focalizamos estas sensaciones, ha sido recientemente nuestro protagonista, David De Gea. El madrileño no solo ha tenido que acompañar a estos temores desde su niñez, sino que precisamente ha tenido y tendrá que superar barreras psicológicas de enorme trascendencia competitiva. Aquél ‘rubio’ que alertó a todos en Casarrubuelos, fue detectado por la escuela rojiblanca y nunca paró de romper obstáculos. Lo hizo cuando a los 18 años debutó con el Atlético de Madrid en Champions League y semanas más tarde, en el primer partido ante su público, paró un penalti determinante. Lo hizo siendo clave en la Final de Europa League 2010 y, sobre todo, lo hizo en la mítica Supercopa de Europa de 2011 parando otra vez un penalti a Diego Milito.

03La portería del Manchester United

El abolengo, ese rango social que diferencia a los ‘elegidos’, se sustenta en bases muy bien estructuradas durante décadas. Un criterio intocable (jamás rendirse), gestado en torno a un líder eternamente respetado (Alex Ferguson), inmaculados héroes que traspasan las fronteras deportivas (Giggs-Charlton-Best) y una entereza perenne ante cualquier obstáculo (decenas de históricas remontadas lo atestiguan). Exigencias del caché, de una imagen internacional y de la constante presión resultadista de cada temporada. Aspectos que sólo pueden ser controlables con frialdad, mucha inteligencia y dosis de paciencia cotidiana.

Ser el Manchester United es, ante todo, ser una identidad ganadora y la adaptación a estas bases, diferencia a un verdadero Red Devil de un profesional más dentro del universo Premier. Formar parte del selectísimo grupo de ‘distinguidos’ de Old Trafford, es ardua e interminable tarea. Rendimiento y sensatez. Carácter y profesionalidad. Sacrificio y humildad. Una línea que endiosó durante años a grandes genios pero que fue capaz de destrozar a otros muchos, incapaces de superar las expectativas, de dignificar la camiseta que tanto les pesaba y de conservar aquella estrella que un día les sirvió para asaltar el sueño mancuniano. Referentes iconográficos de esta forma de expresar unos colores, pocos, bajo palos, únicamente dos. El ‘Gran Danés’ Peter Scmeichel y ‘Jolly Green’ Van Der Sar. El resto, una larga lista de fracasos y decepciones ante las que, de repente y ante mirada dictatorial del fútbol más mediático del planeta, luchaba un todavía ‘niño’ David De Gea.

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Eric Steele, el entrenador de porteros en esa época, explicaba por entonces cómo se fraguó ese fichaje, que no fue ni de lejos una propuesta fugaz, sino absolutamente meditada: “Exploré a De Gea en el Europeo Sub 17 de 2007 y, durante muchos meses, veía sus partidos en divisiones inferiores. Me gustaba por su tranquilidad, seguridad y esos reflejos asombrosos que tiene. Lo vi al menos en 20 partidos y después, hubo ojeadores europeos que trabajan para nosotros y cubrían cada uno de sus partidos. Cuando debutó en Primera no podíamos creer que un chico tan joven estuviera en una portería de los 4 mejores clubes de la Liga”, recuerda.

El jefe de los scouts del United, Jim Lawlor, lo observó muchas veces con detalle, así como Mick Phelan y René Meulensteen (otros scouts del club) hasta que un día presentó sus credenciales a Alex Ferguson: “Ahora necesitamos que vengas a verlo jugar”. Y aunque habíamos visto mucho a Joe Hart, Manuel Neuer, Sergio Romero, Hugo Lloris o Rui Patricio y todos estaban en nuestra lista, Ferguson fue claro: “La edad no importa, le daremos minutos y crecerá. Somos el Manchester United y tenemos que elegir bien. El número 1 será David”, apunta Lawlor, poniendo palabras de Ferguson cuando se decantaron por el español. Y no era nada fácil para el técnico

“Te vas enterando por la prensa que hay interés. Al final es así. No te lo acabas de creer del todo. Pero llega el día en el que el club lo hace oficial y te das cuenta de que es verdad, que es real”, recuerda el guardameta español. Para mayor honor y emotividad, fue una petición expresa de un Sir Alex Ferguson que afrontaba la recta final de su carrera como entrenador y quería dejar bien asegurada la portería de su club. Una llamada cambió todo: “Sí, sí, sí… Ferguson me llamó. Al final fue él, fue el que de verdad me quería y el que deseaba que fuera el portero del Manchester United. Era uno de los mejores entrenadores, será de los mejores de la historia y que un técnico así te quiera para un club así de grande, pues era lo máximo para mí”, analiza hoy, tres años después.

La realidad de su traspaso llegó a mostrar esa cara por momentos irónica, en la que se ha convertido en algunos aspectos el fútbol. David estaba disputando la Eurocopa Sub 21 ese verano de rumores y, nada más terminar el torneo, acudió teóricamente en secreto a Manchester a pasar el reconocimiento médico previo a su firma. En esa mañana, quizás sin haber organizado perfectamente el trámite, tres ancianos del staff del club, salieron a la calle a recibir al portero español con una única misión, la de evitar que los cámaras captaran el momento y que nadie supiera claramente quien era aquél que salía del coche y entraba en sus oficinas. La maniobra, irrisoriamente mal ejecutada, catapultó una foto singular con una sábana blanca actuando de ‘barrera’ sin que taparan al protagonista del día. 24 horas después, el meta anunciaba el acuerdo, pero aquél primer fotograma, muy negativo, iba a acompañarle en desgracia como el inicio de una serie de catastróficas acciones que complicarían su llegada a territorio Red Devil.

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Invadían el equilibrio natural de De Gea varios factores. Precio de venta excesivamente alto en ese momento, la aureola de los anteriores inquilinos de la portería de Manchester United y la presión (otra vez) de ser un joven novato en el contexto más exigente posible para un portero adecuado a otro estilo de fútbol.

El Atlético de Madrid percibió en la operación de su traspaso la nada despreciable cifra de 20 millones de euros, que tanto en ese entonces como a día de hoy, le siguen colocando como el portero más caro de la historia de la Premier Legue y el segundo en todo el fútbol mundial (solo le supera el traspaso de Buffon del Parma a la Juventus por 48 millones de euros). “No quise dar mucha importancia al precio que pagaron por mí. No quise destacar que era el portero más caro de la Premier. Sabía que iba a un club muy grande y que la presión iba a ser enorme aquí donde están los mejores del mundo”, aún repite hoy.

Alex Ferguson tenía grandes informes desde hacía tiempo para encontrar un nuevo portero, pero incluso así, intentó convencer durante meses a quien le había mostrado un nivel altísimo hasta la fecha, el mítico y casi inigualable Edwin Van Der Sar. El holandés iba a retirarse tras varios años cediendo a última hora, pero su decisión fue definitiva y el United perdía una de sus piezas básicas. En el tramo de cinco años entre Schmeichel-Van Der Sar, esa misma elección de portero, puso en evidencia todo el proyecto con pésimas decisiones y no podían cometerse errores del pasado. Es más, con los años, Sir Alex dijo sin tapujos que “la losa que siempre me ha perseguido es que no sé fichar porteros”. Había que evitar que volvieran a surgir personajes de dudosa capacidad como Taibi o Bosnich, singulares oportunidades como las concedidas a Ricardo, Carroll o Van der Gouw y, desde luego, no más costosas operaciones sin rentabilidad como Barthez o Howard. De Gea era el ‘elegido’.

“Desde luego, yo como portero de este equipo tenía una presión añadida porque el pasado de los porteros que han estado en el Manchester United es enorme. Sabía que tenía que estar muy bien y que tenía que hacer las cosas muy bien. Van Der Sar había sido muy importante aquí justo hasta que yo llegué. Hizo grandes cosas y ganó muchos títulos, por lo que me dejaba el listón muy alto. Pero yo confío en mí, sabía que podía con ello y, partido a partido, fui mejorando y siendo más fuerte”, recuerda. Además, nada más llegar, muchos medios utilizaron una comparación fácil: “Sí, lo de Van Der Gea ya me lo pusieron en el Mundial Sub 17. Una anécdota más quizás por algunas similitudes entre ambos”, sonríe. Y mientras, el ex portero le elogiaba: “De Gea es alta, tiene buen juego con los pies, ganará en autoridad y muestra agilidad. Tiene todo para ser uno de los mejores porteros durante los próximos diez años”.

Con esas dos balas (precio y antepasados) esperando atravesar su confianza en cuanto hubiera la mínima oportunidad, la adaptación a un fútbol con diferentes interpretaciones y estilos, le obligó a un proceso delicado. Y es que nada empezó bien a nivel personal. La pretemporada (que en su caso empezó más tarde debido a la Eurocopa Sub-21), alargó en exceso la oficialidad de su fichaje y cuando llegó a Estados Unidos para incorporarse a su nuevo vestuario, Alex Ferguson estaba en pruebas con el danés Lindegaard y con el polaco Tomasz Kuszczak. Ninguno demostraba ser una elección segura, por lo que De Gea pudo debutar de manera oficial días más tarde en Wembley, ante el ‘vecino’ Manchester City y con la opción de levantar minutos después su primer título en suelo inglés (Community Shield). Lo hizo, pero tras unos partidos en la Premier, las dudas crecieron bruscamente. No servían de nada sus buenas actuaciones en el Atlético de Madrid ni los análisis más optimistas valorando su proyección, si no lo demostraba rápidamente en Old Trafford y, desgraciadamente, las opiniones rápidamente se pusieron en su contra.

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Con un físico menor en corpulencia y fuerza respecto a la media de los guardametas del fútbol británico, De Gea minimizó su credibilidad en unas semanas. Se le tachaba en diversas situaciones y los medios repetían que no era un dominador del juego con los pies (maniobras básicas en un equipo con un planteamiento de posesión continua sobre el rival), que mostraba muchas dudas en los balones aéreos, sobre todo verticales (acciones que forman parte del ADN británico) y, sobre todo, que su excesiva frialdad para afrontar estas mermas, le estaba haciendo empequeñecerse respecto a sus rivales. Tanto, que varios clubes incluso transformaron sus jugadas tácticas a balón parado para armar una personalizada que incomodara a De Gea por alto. Tras quedar expuesto varias veces, la sorna acabó de completarse en los lamentables tabloides ingleses. Allí, David empezó a ser comparado con Jim Leighton, un portero escocés de los 80-90 que Ferguson trajo desde el Aberdeen y que generó muchas de las mayores sornas del fútbol inglés con sus calamidades. Lo peor, que tras esas semanas grises, Lindegaard entró en escena ante el intento de Ferguson de ‘cuidar’ la mentalidad de De Gea que, durante varios meses, pasó a un segundo plano. Era el examen diario, el calvario de la competitividad extrema y la vida del Red Devil.

He’s big, he’s brave, he’s Spanish Dave,
He makes great saves, he never shaves,
He’s flying through the air, come and have a shot if you dare!

04La reconversión clave de Steele

La temporada pasada, el Manchester United afrontaba el momento más difícil de su carrera, pues con el adiós de Alex Ferguson, se marchaba no solo el inquilino de su banquillo en las últimas casi tres décadas, sino que se despedía el elemento clave del funcionamiento institucional. Empezar de cero era ardua labor y se contrató, a petición del propio escocés, a un compatriota, David Moyes (tras grandes y numerosas temporadas de éxito en el Everton). El papel del guardameta español no iba a sufrir alteraciones porque bajo palos ya era indiscutible, pero admite que era una misión casi imposible asumir el cargo del equipo con brillantez en ese momento: “No hubo cambios drásticos dentro del equipo pese a la salida de Ferguson o la etapa de Moyes que empezaba. Veníamos de una época muy exitosa con Ferguson, con muchísimos títulos y en los que todo fue muy bien. Siempre que hay un cambio, cuesta. Era normal. Llegó Moyes y las cosas no salieron bien”, asume. Empezó bien, pues el equipo ganó cómodamente la Community Shield en Wembley, pero ni el funcionamiento del equipo, ni un sistema definido que permitiera aprovechar la calidad del equipo ni, sobre todo, un rendimiento continuado en jugadores determinantes, acabaron por corromper el proyecto en unos meses.

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Sin acierto en los fichajes de última hora mal gestionados y con una evidente necesidad de reestructuración más profunda, el equipo acabó el curso destituyendo a Moyes y colocando en su lugar a Ryan Giggs, el mito galés que abandonaba el césped para ser entrenador (junto a sus amigos de la exitosa generación de los ‘Fergie Boys’, Paul Scholes y Nicky Butt). Pero De Gea vivía en su propio universo alternativo, en una dimensión diferente al resto y en un registro de rendimiento muy por encima del de sus compañeros. En octubre protagonizó la que muchos (entre ellos el propio Peter Schemichel) consideran mejor parada que jamás se haya visto en la Premier. Fue ante el Sunderland, sacando un disparo de Emanuele Giaccherini que hubiera ‘matado’ al equipo y que acabó por ser clave para la remontada. Cuando esa escenografía del portero español salvando ocasiones clarísimas del rival y evitando goles que rompieran la dinámica ascendente del equipo, se repitió durante algunos meses, acabó por ser absolutamente habitual. Acabó como ‘Jugador del Año’ del United y portero del curso en Premier.

¿Qué cambió? Eric Steel, entrenador de porteros del Manchester United en esos momentos (hoy ese puesto es de Frans Hoek), cuenta cómo vivió esa conversión con su ‘alumno’: “Piensa que ni conocía algo tan inglés como los saques de banda al área de Delap y cuando lo vio por primera vez, solo pudo hacer “uf, uf”, sonríe. “Nos reuníamos en el gimnasio tres veces a la semana a las 9:30 de la mañana. La primera parte de la semana trabajábamos tareas básicas y fuerza. 48 horas antes de los partidos, trabajábamos la velocidad y la potencia. Hacíamos 2 sesiones a la semana por la tarde y, además, estudiaba inglés a diario e incluso comía con él en algunos lugares españoles para que se sintiera en casa, porque aunque parezca mentira, se sentía solo. Teníamos que tener cuidado de no quemarlo”, reitera, mencionando cada detalle de esa renovación físico-mental que llevaron a cabo.

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“Fue muy importante que entablara amistad con Chicharito y Patrice Evra, sus mejores amigos en esos momentos. Pero sobre todo, teníamos al mejor psicólogo del mundo, Alex Ferguson, que protegía a David y sabía que solo necesitaba tiempo”, apunta. Hoy, todo siguió mejorando. Esa soledad no existe si te rodeas a diario de dos amigos españoles a los que conoces desde hace muchos años: “En el vestuario del United hay muy buen ‘rollo’ y buen ambiente. Cualquiera te puede llegar y hacer una broma, pero tenemos una sintonía especial los españoles. Ander Herrera, Mata y yo vivimos muy juntos, al lado, en la misma calle. Estamos en el vestuario siempre juntos y fuera del campo también. Vamos a comer o estamos en alguna casa todos juntos pero la verdad es que muy bien”, sonríe, demostrando que la parte personal ha mejorado gratamente.

Pero sobre todo, la actual temporada está siendo la de su explosión definitiva a todos los niveles. Tiene plena confianza como uno de los pilares del equipo que ya es junto a Rooney y Van Persie, ha acumulado suficiente experiencia como para interpretar correctamente las muchas acciones físicas que le exige el contexto Premier y ha salvado una vez tras otra a su equipo, que sigue siendo una peligrosa arma de fogueo en defensa, lo que condiciona muchísimo a De Gea cada partido y le expone continuamente. Tres paradas impresionantes ante el Everton (incluyendo un penalti atajado a Baines, que nunca había errado), una actuación “sobresaliente como jamás se vio” (en palabras de Gary Neville) por sus 8 paradas incomprensibles ante Liverpool y constantes acciones clave en los partidos, han servido para mantener el equilibrio en este difícil inicio de etapa con Louis Van Gaal pero, sobre todo, han colocado a De Gea como uno de los mejores guardametas del mundo en la actualidad.

Seguramente el análisis global colocaría a Neuer-De Gea-Courtois en ese Top 3: “Que puedan llegar a colocarte entre los mejores y a pensar eso es una motivación extra. Me hace muy feliz y sé que hay que seguir mejorando y haciendo las cosas bien para esta en este nivel. Obviamente Courtois ya lo demostró en el Atlético de Madrid y es un gran portero. Ahora ha dado otro salto al Chelsea y lo está haciendo muy bien. Es un gran portero, como Neuer”, opina. Steele, su maestro en la evolución hacia lo que hoy es, tiene claro que marcará época: “Ahora él es increíble. Para mí, el mejor portero del mundo. Mejor que Neuer. Si tuviéramos que diseñar un portero ideal en un programa de ordenador, en términos de altura, ritmo, agilidad, longitud de sus brazos, alcance, el tamaño de sus manos… el resultado que nos daría sería él, sería David de Gea”.

05España: Heredar el trono de Casillas

Toda lista de metas profesionales por cumplir en una carrera deportiva, se ve coronada por un título a nivel internacional defendiendo a tu país al máximo nivel. Jose, el padre que soñó con ser portero de grandes noches y que impulsó en todo momento los detalles que convertirían en guardameta a su hijo, pasó toda la infancia disfrutando de las paradas del ‘Txopo’ Iríbar (campeón de la Eurocopa 1964 con España) y siempre intentó inspirarse en él. Era su estímulo, su fuerza y su reflejo para mejorar cada día. Esclavos generacionales, David De Gea no llegó a conocer en el césped al meta vasco que tanto influenciaba a su padre, pero desde que se vio al frente de una portería y desde que interpretó que su vida iba a rodeada de postes, siempre tuvo su propio ídolo inspirador, Iker Casillas.

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Resultaría casi imposible que, habiendo nacido en 1990 (pues tiene 24 años) el ‘rubio’ no recibiera influencias del portero más exitoso de la historia del fútbol español y uno de los más trascendentales de todos los tiempos. Ese mismo año que llegaba al mundo el ‘Red Devil’, su homónimo madridista iniciaba su carrera en los prebenjamines del Real Madrid. Si tenemos en cuenta que en los 10 años de De Gea, Iker lograba el Mundial Sub 20 con España siendo además protagonista con sus formidables paradas (imposible no recordar aquella tanda de penaltis ante Nigeria) y que cuando David llegaba a la cantera del Atlético, Iker lograba su primera Champions siendo héroe blanco (en Glasgow ante el Bayer Leverkusen), es lógica esa inevitable conexión entre ambos porteros madrileños. Los logros en categorías inferiores de la selección española y la enorme proyección siempre demostrada, colocaron a De Gea como sustituto natural hace ya muchos años, cuando ganó el Europeo Sub 17 (2007) o, más recientemente, cuando levantó por partida doble la Eurocopa Sub 21 (2011 y 2013). Tal era la aureola de futuro desprendida por el joven, que con solo 19 años ya estuvo incluido en la preselección de 30 jugadores que podrían representar a España en la Copa Mundial de Sudáfrica de 2010 y en la Eurocopa 2012 (fue descartado en ambas a última hora). Internacional desde los 14 años (en Sub 15), necesitó una década de éxitos, progresión y constancia para desmarcarse como el ‘elegido’ y, definitivamente, abordar el asalto al trono de Iker Casillas.

En mayo de 2014, una vez finalizada la temporada en la que De Gea había sido elegido portero del año en la Premier League y MVP del Manchester United, llego el primer paso con un premio que se le había resistido hasta la fecha. De nuevo entraba en la pre-convocatoria para un evento internacional con España pero ahora, sí iba a acudir de manera oficial entre los confirmados por Vicente del Bosque para el Mundial de Brasil 2014. La lista de porteros incluía al titular Casillas, al anteriormente citado Pepe Reina y a David (seguramente el más favorecido de la fuerte lesión de Víctor Valdés en su mejor momento con el Barcelona). Solo unas semanas después, en la gira de preparación, en Washington y contra El Salvador, debutó supliendo precisamente a Iker. Un Mundial desastroso para la que hasta ese momento era campeona del mundo, evitó que esa estampa volviera a reproducirse en suelo brasileño, pues el ‘rubio’ no jugó ni un solo minuto, pero fue precisamente ese decepcionante resultado global, el que precipitó un recambio generacional necesario en La Roja. Desde aquellas derrotas asfixiantes ante Holanda y Chile, el seleccionador liquidó la mayor parte del rastro exitoso de quienes habían impulsado los mayores logros del fútbol español (Campeones de Europa en 2008, Campeones del Mundo en 2010 y nuevamente Campeones de Europa en 2012), dio paso a una serie de futbolistas con aplomo y proyección en Liga pero aún por mucho que explotar en la élite y fomentó la confianza en ellos para los próximos años.

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La mejor prueba del papel que tendrá el del Manchester United en esta ‘nueva España’, quedó reflejado perfectamente en el primer partido de la nueva temporada, en Saint Denis y ante Francia, donde el portero titular ya fue él, David De Gea. Fue el primer gran respaldo oficial y público del seleccionador al guardameta, que recibía su primer gran premio, ése que fraguó con trabajo silencioso pero con focos cada vez más rimbombantes hasta hacer inevitable su protagonismo. El mayor logro conseguido por el ex atlético es, sobre todo, hacer más justificable y viable que nunca un recambio bajo palos, pues la soledad y fortaleza de Iker Casillas en ese rol, parecía completamente inalterable hasta ahora. El meta madridista es el gran referente de la selección que logró los mejores recuerdos irrepetibles del combinado nacional pero ahora, por vez primera en toda su carrera, sí existe un competidor real y una amenaza diaria para que mantenga su estatus. La pelea, sana y competitiva, por ser el titular de la portería española, ha comenzado, aunque en su equilibrio eterno, De Gea prefiere ver a su compañero como una inspiración y no como un enemigo: “Con Iker todo está bien. Muy bien. Intento aprender de él. Es una referencia para cualquier portero. Y tenerlo al lado y estar entrenando con él, pues es una maravilla”, asegura justo cuando más fuertes son los acercamientos madridistas para unirles a ambos y trasladar ese pulso a la portería del Santiago Bernabéu.

Reportaje y Entrevista: José David López (colaboración Antonio Fuentes)

Edición: Francisco Ortí y José David López

Edición Video: Carlos Edurado Serrano

Agradecimientos: Daily Mail por su reportaje de hace unos años

Ilustraciones: Emilio Sansolini, Diana Estefania, Shane G, Miguel Membreño y Sebastian Doménech

Fotos: Getty y agencias.