No. No es la introducción a un estudio sobre vegetales comestibles. Tampoco un tratado sobre patologías psíquicas. Créase o no, lo que aquí empieza es un texto sobre fútbol. O tal vez, sobre bastante más que eso.
Durante 16 años, ocho [Carlos Salvador] Bilardo y otros ocho [César Luis] Menotti condujeron a la selección argentina. Ambos tienen maneras antagónicas de ver el fútbol y coincidieron con mi etapa formativa. A mi ciudad llegaban entre diez y doce periódicos y a mí me gustaba leer sobre los dos”.
La frase no pertenece a una antigua hemeroteca del fútbol albiceleste. Ni siquiera llega a vieja. La pronunció Marcelo Bielsa hace unos días, a principios de octubre de 2014, durante una rueda de prensa en Marsella donde actualmente dirige al Olympique. Lo hizo para explicar por qué fue dueño de un kiosco de diarios durante varios años en su Rosario natal, pero esconde otra realidad: que más de tres décadas después de que se produjera la génesis del fenómeno, el fútbol argentino mantiene vigente la división de aguas creada por dos hombres de personalidad desbordante y cuya influencia traspasó largamente las líneas de cal para impregnar la manera de pensar y sentir de buena parte de la sociedad de su país.
A Carlos Salvador Bilardo (Buenos Aires, marzo de 1939) y César Luis Menotti (Rosario, octubre de 1938, aunque anotado en noviembre) les unen unas pocas coincidencias y les distancia todo lo demás.
Las primeras son sencillas de enumerar. Los dos son delgados, aunque la mayor altura acentúa el rasgo en el caso del Flaco campeón del mundo con la Selección Argentina en 1978. Ninguno se queda corto en cuanto a prominencia del apéndice nasal, aunque una amplia curva llama mucho más la atención en el caso del Narigón campeón del mundo con la Selección Argentina en 1986. Y como queda dicho, ambos levantaron la Copa del Mundo, las dos que hasta hoy ganaron los albicelestes.
Ya está. No hay más. Todo lo que continúe a partir de aquí será un largo enunciado de desavenencias, discordancias y enfrentamientos. Algunos muy duros, como el día que –aseguran los testigos- casi se enredan a golpes en los servicios de un centro de prensa alemán durante el Mundial 2006. O los que llevaron a uno –Bilardo- a tildar de “rabanito” al otro, apuntándole a sus ideas políticas. O a que este –Menotti- tachara de “enano mental” a su eterno contrincante.
Pero más allá de sus guerras personales, Menotti y Bilardo, Bilardo y Menotti, dos polos opuestos en el fútbol y en la vida, se convirtieron en líderes quizás involuntarios de sendos movimientos filosófico-futbolísticos que aún hoy salen a la cancha en casi cada discusión sobre el tema que surja en cualquier café del último rincón de la Argentina.