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El ataque Tai Chi de Éric Cantona

Por Francisco Ortí (@FranciscoOrti)

Cuando uno rebobina las cintas VHS en las que la memoria conserva los recuerdos más lejanos, es inevitable descubrir episodios que marcaron un punto de inflexión. Instantes que llegaron sin previo aviso e incluso a los que puede que no se les concediera importancia en ese preciso momento, pero que indudablemente le dieron un vuelco al destino. Si le preguntas a Éric Cantona por algún evento que marcara para siempre su vida, la respuesta será instantánea. “El 25 de enero de 1995. Aquel día me cambió. Desde entonces no volví a ser el mismo”, confiesa el exfutbolista del Manchester United. Son muchas las entrevistas en las que Cantona ha recordado lo sucedido aquella noche y más todavía la literatura que ha generado. Páginas y páginas analizando, examinando y diseccionando un incidente que dio la vuelta al mundo, tratando de encontrar la explicación o los motivos que llevaron a Cantona a actuar como lo hizo.

Cómo es habitual en la vida de Cantona ese momento clave le llegó con las botas de fútbol. El Manchester United visitaba al Crystal Palace en Selhurst Park. Estaba siendo un encuentro tenso y Éric Cantona perdió los nervios. A los 48 minutos agredió a Richard Shaw, central del Crystal Palace, fue enviado rumbo a los vestuarios de inmediato al ver la roja directa. No era ninguna novedad que el delantero francés fuera incapaz de controlar su explosivo carácter. Aquella era su quinta expulsión en dos años y en Inglaterra se había construido una merecida fama de incorregible enfant terrible. Howard Wilkinson, su entrenador en el Leeds, señaló que por mucho que dialogara con el jugador no lograba acabar con sus “caprichos de niño pequeño”. Daba la sensación que Sir Alex Ferguson tampoco encontraba el modo de domesticar al insurrecto galo. Lo que no se sabía de puertas hacia fuera de Old Trafford es que el técnico escocés estaba siguiendo un plan para calmar la furia de Cantona y hacía tiempo que lo había puesto en práctica. Los resultados del mismo no emergieron del interior del jugador hasta aquella noche del 25 de enero de 1995 en Selhurst Park.

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Cantona acababa de ser expulsado y abandonaba el terreno de juego mientras la grada vomitaba todo tipo de insultos en su contra. Se encontraba al límite, invadido por la ira y manteniendo una batalla interior para no explotar cuando, entre el caos desatado en tribuna, descifró un insulto que se le clavó en el orgullo. “Vuélvete a Francia con tu #%*@ madre, bastardo”, le gritaron. Cantona identificó al autor de la agresión verbal y, poseído por la furia, corrió hacía él dispuesto a desahogarse sobre su rostro. Pero justo cuando todo parecía perdido, las enseñanzas de Sir Alex Ferguson brotaron repentinamente. Cantona sufrió un ataque de Tai Chi. El francés había escarbado en su interior en busca de la fuerza que le impidiera estallar y el arte marcial chino acudió al rescate. Calmó su ánimos, abrazó al aficionado y, con su marcado acento francés, le dedicó una frase que pasó a la historia: “I love you, I don’t know why, but I love you” (Te quiero, no sé por qué, pero te quiero). Aquellas palabras causaron tal sensación que inspiraron un single que pronto lideró las listas de ventas en Inglaterra. Semanas después, Cantona compareció en rueda de prensa para explicar lo sucedido y regaló otra frase más confusa todavía: “Cuando las gaviotas siguen a un barco es porque piensan que les van a tirar sardinas”.

“Aún hoy me da vergüenza recordar aquel día. Realmente estaba decidido a agredir a ese chaval. Me imaginé saltando por encima de la valla publicitaria y lanzando una patada de Kung-Fu. Afortunadamente logré controlarme a tiempo”, confiesa Cantona, a quien en ese momento le redimió otro arte físico-espiritual, el Tai Chi. Sir Alex Ferguson fue un entrenador que supo cuidar a sus jugadores fuera del terreno para obtener lo mejor de ellos dentro del mismo. Consciente de los problemas de auto control de Cantona, el primer día que pisó Old Trafford le regaló un libro de Tai Chi y se preocupó de que su filosofía calara en él. El Tai Chi es un arte marcial de movimientos lentos y fluidos que se utiliza como técnica de meditación y relajación. “Fue lo primero que hizo el viejo al conocerme. Me dio el libro y me dijo que me haría ver las cosas de otro modo. Ciertamente lo hizo. Ahora pienso que sin el Tai Chi mi vida sería distinta”, reconoce Cantona.

“Aún hoy me da vergüenza recordar aquel día. Realmente estaba decidido a agredir a ese chaval. Me imaginé saltando por encima de la valla publicitaria y lanzando una patada de Kung-Fu. Afortunadamente logré controlarme a tiempo”, confiesa Cantona

El francés hizo caso a su entrenador. Interiorizó esas enseñanzas de Tai Chi y salieron a la luz aquel recordado 25 de enero de 1995 en el que lograría controlar su ira por primera vez. Su vida había cambiado para siempre. Hasta ese momento, Cantona tenía reputación de Bad Boy, pero desde entonces pasó a convertirse en el icono de la paz que es actualmente. El cuello de su camiseta simbolizó esa transición. El Cantona rebelde lo lucía siempre erguido. El Cantona pacífico, formalmente bajado. Nike representó este cambio en uno de sus anuncios más míticos en el que se puede ver a Éric Cantona disputar un partido de fútbol contra el mal y justo antes de marcar el gol de la victoria se bajaba el cuello al tiempo que decía “Namaste”. En cualquier caso, no hubo demasiado tiempo para disfrutar del Cantona pacífico sobre el césped. Pocos años después de su mudanza hacia la luz, el delantero francés decidió colgar las botas. “El fútbol es como una novia, cuando ya no tienes nada que decirle, cuando ya no tienes ganas de compartir cosas con ella, más vale dejarla y basta”, explicó Cantona en el momento de anunciar su adiós y entregar su vida a su nuevo amor, el budismo.

Tras su etapa futbolística, Cantona ha continuado ligado a la vida pública convertido en actor de teatro y un exitoso escritor de libros de autoayuda. Su primera obra ‘Éric: Looking for faith’ (Éric: Buscando la fe) se convirtió en un best-seller casi antes de llegar a las estanterías de las librerías. Hoy reside en El Tíbet y participa en numerosas actividades solidarias, convertido en un icono humanitario y ganador del Premio Nobel de la Paz en 2012 por “su contribución pacifista y la reconciliación, la democracia y los derechos humanos en Europa”. Éric Cantona se ha consagrado como un símbolo de la paz y todo gracias a aquel inolvidable 25 de enero de 1995 que le cambió la vida. Sin aquel episodio, tal vez Cantona nunca hubiera dejado de ser un rebelde.

 


 

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