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Soloporteros y Sanchez Broto, historia de una pasión

Por Fran Alameda (@Fran_Alameda)

Ser aventurero es una cualidad difícil de sobrellevar. A uno se le pueden venir encima las ganas de viajar y saltar por la ventana, mochila a cuestas, para ver qué se esconde un poco más allá. Ser aventurero, emprendedor y responsable es un serial de cualidades que no parecen converger en muchas más personas que Javier Sánchez Broto. Es probable que futbolísticamente solo lo recuerden en Zaragoza, Murcia, Getafe o Málaga. No es poco, va de suyo, pero su trayectoria posterior vinculada al fútbol merece aún más reconocimiento. Es la historia de cultivar una pasión, de aprovechar una necesidad, de sumar conceptos empresariales a lo humano y futbolístico. El fútbol después del fútbol y más allá del fútbol.

No hay persona que no acabe siendo una vida transversal por todas las facetas, pero es verdad que a Javier se le pegó el fútbol como una pasión silenciosa se apodera de uno: día a día, como costumbre, hasta que acaba dentro. Javier Sánchez Broto fue portero de fútbol. Javier Sánchez Broto es fundador e ideólogo de Soloporteros, antes soloporteros.com, luego con sede en Zaragoza, luego en Madrid, luego en Málaga, luego, luego… Lo que empezó como una prueba (necesaria según él) ha acabado no solo dándole dinero, sino cultivando una pasión, tapando una serie de necesidades y generando un entramado empresarial en el top europeo de tiendas que se dedican a fútbol. Primero, porteros, luego fútbol, luego fútbol sala… No descartemos incluso que la pasión se desboque y acabe el exportero como @PabloLolaso, el glorioso y aceptado fake de Pablo Laso, llamando a todo “fútbol de” (fútbol de las manos, fútbol de las bicicletas, fútbol de los bates…).

broto01“Estoy siempre pensando en hacer cosas nuevas”. Aunque Kapuscinski decía que no había que escribir nunca sobre nadie con el que no se hubiera compartido al menos un café, hemos decidido posponer la bebida y dedicarnos a charlar largo y tendido. Primero hay que conocerle. Pese a su experiencia y su camino empresarial y futbolísticos (dos ámbitos dados sin duda al escondite personal y literario), Javier no es un tipo al que el verbo se le vaya por las ramas, sino que camina claro y piensa más. Al mismo tiempo que era jugador del Málaga buscaba trajes o teléfonos de empresa para sus compañeros. Hacía de representante ya, de mente inquieta de trasiego y negocio. Siempre recuerda una cita de Cruyff (“El jugador de fútbol debería pasar el 100% de su tiempo pensando en fútbol”) para llevarle la contraria. Una mente inquieta y abierta no puede refugiarse en un único tema que además acaba pronto.

No hay una semilla que a Javier le indicara, como una chispa hace saltar la cerilla, que era el momento de probar una tienda. La rutina, la pasión por ser mejor y avanzar es la que toca diariamente a la puerta de la necesidad. “Cuando era pequeño no tenía todo el equipamiento necesario para ser portero. Todos andábamos buscando botas, rodilleras, guantes, camisetas…”. Era caro, malo o ni tan siquiera existía. Soloporteros no nace porque sí, sino directamente para ganar dinero, como cualquier empresa. Lo que un estudio especializado calibra como “oportunidad de mercado”. Demanda, oferta, satisfacción de la necesidad. Y sin embargo lo complejo que acaba siendo. Sánchez Broto rehúye a dar claves únicas o verdades preestablecidas. La clave es el todo, que siempre suma más que todas las partes juntas. Otro principio matemático. O de sentido común, tal vez. Sí tiene una premisa clara: quien mejor entiende el fútbol es quien pertenece al fútbol. “Buscamos gente que esté pegada o aún dentro del fútbol, por ejemplo porteros o jugadores de 2ªB o Tercera”. Los trabajadores de Soloporteros son gente a la que la cabeza se le ha puesto forma de balón. “No hay nada mejor que trabajar en algo que domines y te apasione”, concluye para confirmar que, efectivamente, Javier es feliz. Trabaja mucho. “A veces hay que darle a la familia una foto para que se acuerden de ti”, dice entre risas. Se ha soltado en la charla y yo diría que las preguntas también corren ya a su cuenta.

“Cuando era pequeño no tenía todo el equipamiento necesario para ser portero. Todos andábamos buscando botas, rodilleras, guantes, camisetas…” – Javier Sánchez Broto

Otra clave: “La credibilidad te las ganas con los hechos”. Javier sabe que hay que vender y nada como los eslóganes, pero, perdonarán el tópico, él habla en el campo. Su empresa responde. Al menos, los arduos rastreos por Google no dicen lo contrario. Estar cerca del jugador es algo sencillo porque quienes trabajan codo a codo con Javier, más de cuarenta personas, están enfermos de fútbol. Por supuesto que esto supone una ventaja respecto de una empresa que nace de exclusivos hombres de negocio. “Saber cómo respira un futbolista, las necesidades que tiene. Es clave y por supuesto que es una ventaja haber estado dentro del fútbol”.

Los jugadores, desde que empiezan hasta que acaban, necesitan a Soloporteros (y viceversa). Según Sánchez Broto, aproximadamente el 60% de los jugadores de primera no están patrocinados. Ahí empieza su público, que acaba, naturalmente, en los campos de tierra y piedras donde las rodillas no aseguran la supervivencia después de dos caídas. Es de esos negocios que se llaman hiperespecializados. Tenía la ventaja de pertenecer al fútbol y detectar necesidades y actitudes desde dentro. Sensibilidad, tal vez sea la palabra. Ahora es una empresa de referencia en Europa, vende todo tipo de productos que tengan algún tipo de relación con el fútbol y recibe en torno a 30.000 visitas diarias, una cifra que podría incluso caminar sola.

Soloporteros nació en la web, por eso lleva de apellido el punto com. Pero curiosamente se gestó y creció desde fuera, en la historia que consolida no solo el carácter emprendedor, sino aventurero y libre de Javier Sánchez Broto. Una llamada de Petón, su representante, lo advierte: “Hay una oferta de Escocia”. Menuda idea, Petón. Frío, fútbol menor, carácter extraño, noches eternas, distancias largas. “Javier, allí podrás crecer ya lo verás”. Tras un puñado de conversaciones, Sánchez Broto accede a quedarse. Año 2000. A la crisis le quedaba un trecho por llegar, así que Javier era uno de los primeros en probar fortuna fuera de España. Lo suyo sí era movilidad voluntaria.

broto02Las fronteras del fútbol español hacia fuera aún eran sólidas; las del fútbol británico hacia dentro, más. Dicen algunos que el fútbol es un lenguaje universal y esto a Javier se lo enseñaron de golpe, como se enseñan las cosas cuando hay prisa. En su primer partido con el Livingston una parada relativamente cómoda y abajo se ve sorprendida por una entrada abajo del rival. Buscaba el balón, pero solo encontró la cabeza de Javier Sánchez Broto. “Me levanté con las manos en la cara y el dolor y me dijo el delantero: “Welcome to Scotland”. Ahí supe que abrazos no me iban a dar”, explica. Se ríe. Él dice que Escocia ha sido la mejor experiencia de su vida, que haber salido le permitió conocer otra cultura, otro fútbol. Casi otra vida.

A Javier el fútbol escocés le va de puta madre. Empieza a hacer ruido con sus paradas, es feliz, nota la intensidad del contexto británico desde el césped hasta el día a día. Allí puede respirar en la calle, pero la tensión te devora desde dos horas antes de un partido. Cada encuentro, una batalla. Aquello le iba bien. Una aventura fascinante, un mundo nuevo y el fútbol otra vez como culpable. El éxito en la portería del Livingston lo puso en la agenda de algunos equipos con repercusión. Aparece en escena el Everton, una magnífica noticia. Pero aquel contrato que llevaba tiempo soñando lo trunca una lesión. El ligamento cruzado de la rodilla. Le tocaba dejar de soñar y ponerse a trabajar. Otra vez.

“No me recuperaba y yo ya dudaba si iba a volver a jugar. Tenía un entrenador de porteros que me decía: Javier, tranquilo, sigue trabajando que te vas a recuperar, ya lo verás. Yo le decía: Roy, pero si no me puedo ni andar, macho. Y me respondía: si tú firmas en un equipo grande me tienes que venir a buscar un día…”. Esa forma de perseguir lo que uno quiere hasta resultar cansino para los que están alrededor. Eso era Javier. Temía no volver a jugar, pero no solo jugó, sino que alumbró su carrera. A las puertas del Livingston tocó a final de 2002 un equipo histórico: el Celtic. Javier dejó de soñar para vivir su sueño. “Firmar por el Celtic es el momento cumbre de mi carrera, no tengo dudas”.

El Celtic era más grande de lo que parece hoy. Uno de esos colosos a los que la crisis, como a su colega de ciudad, el Rangers, le ha venido larga económica y deportivamente. Javier estuvo poco tiempo, pero gozó como un enano. Pocos, pero intensos, así dicen que son los verdaderos buenos momentos. “Yo he tenido compañeros que han jugado mundiales o en equipos grandes y recuerdo que me decía uno de ellos que jugó contra el Celtic: ‘Nunca he jugado en un campo como este’”.

“Buscamos gente que esté pegada o aún dentro del fútbol, por ejemplo porteros o jugadores de 2ªB o Tercera. No hay nada mejor que trabajar en algo que domines y te apasione” – Javier Sánchez Broto

No es un tópico que el fútbol de las islas, en general, tenga un grado de vida más alto. Lo explica un protagonista como Sánchez Broto, que primero vivió el Celtic-Rangers como aficionado al fútbol y luego por dentro. “Un derby así es espectacular. Me acuerdo como si fuese hoy. Se paraliza el país. Yo creo que pocas aficiones del mundo hay como la del Celtic. Porque mira… Jugamos contra el Oporto de Mourinho en Sevilla y viajaron desde Escocia 60.000 tíos, de los cuales 40.000 no tenían entrada. Estaban los hoteles de Sevilla, Málaga, Córdoba, Granada… Todos llenos. Creo que se bebieron toda la cerveza de Andalucía en tres días”. Y se parte de una risa nostálgica que dan ganas de llorar, no queda claro si de risa o de recuerdos. El monstruo del recuerdo, eso sí, no pesa en Javier. Solo la felicidad de haberlo podido vivir y contarlo.

Y sin embargo, con una final de la UEFA (perdida) encima, el partido más especial es el que divide al país. Más por lo que tiene de transversal de la vida que por lo que tiene de futbolístico. “En estos duelos donde interviene la religión, la cosa trasciende al fútbol. Se paraliza la ciudad, crece mucho el ambiente de crispación, el ambiente… Si tú escuchas el You’ll never walk alone, el campo se mueve literalmente. Solo escuchando eso ya vas ganando 2-0. Te lo cuento y de verdad que se me está poniendo la carne de gallina”. Es inevitable pensar si un Sevilla-Málaga o un Getafe-Barça, partidos que él ha vivido, se pueden parecer, si admiten el parangón de la comparación aunque sea vital. “Nosotros en España estamos a años luz de cómo viven el fútbol en el Reino Unido. Yo volví del Celtic y jugué en Murcia y Getafe y decía siempre: disfrutaría más en un partido cualquiera del Celtic que jugando contra Madrid o Barça”, confirma el exportero. Nada que hacer. Descarten el hype o que Javier estuviera prendido por haber cosechado allí el éxito. Después del Celtic lo fichó el Murcia y luego el Getafe cuando acababa de asomar la cabeza en primera. Fue importante en ambos, pero su techo, personal y futbolístico, ya lo había tocado.

“Aquí lo he pasado bien, pero allí lo tuve todo”. Las aventuras dan recompensas, que el fútbol se convierta en una (privilegiada) excusa para vivir es una señal de la razón que llevaba Camus cuando no lo separaba de la vida. La historia de Javier no confirma más que la superioridad de la voluntad sobre la capacidad. Es cierto, tuvo suerte. Pero fue soñador y leal. En efecto, el mismo día que Sánchez Broto fue presentado con el Celtic fue a recoger a Roy a la ciudad deportiva… En helicóptero. Historia de un trabajo y una pasión, el fútbol.

 


 

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