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Belfast Celtic, la camiseta que murió con la esencia del IRA

Por José Hernández (@rainerbonhof)

Abril de 2015. Las calles de Belfast señalan la huella de un pasado demasiado agitado. La división étnica de los seis condados de Irlanda del norte sigue estando presente en el día a día de sus habitantes, una guerra que ha hecho correr demasiada sangre por todos los costados de su geografía. A raíz de los acuerdos de paz firmados en los últimos años y el aparente cese de la violencia, la región puede proclamar por fin un presente de paz. Pero esta realidad sigue sustentada sobre pies de barro, y todavía existen escépticos que piensan que los más de 3.000 muertos acontecidos en el conflicto siguen navegando en la memoria de los más violentos; no es fácil cerrar heridas, y menos cuando la violencia fue durante algún tiempo el pan de cada día del pueblo norirlandés. El IRA fue declarado desmantelado en 2008, aunque en ese momento nacieron nuevas facciones formadas por disidentes que han ejercido la violencia de manera esporádica, es el Nuevo Ira, en el que paramilitares descontentos con el proceso de paz siguen luchando por el objetivo inicial que tuvieron sus ancestros: conseguir una Irlanda unida e independiente.

La ciudadanía margina actualmente a los violentos, y es por ello que muchos de los actos en los que se ven envueltos estos hijos del terrorismo se concentran en ajustes de cuentas o en la lucha frente a los narcotraficantes más poderosos de Belfast. Pero, aunque la sociedad aspire a un futuro sin bombas ni balas de por medio, lo cierto es que Irlanda del Norte sigue presentando un perfil sociológico bastante extremista. Los dos partidos mayoritarios de la asamblea de la región siguen siendo el Partido Unionista (protestante y afín a la unión con Gran Bretaña) y el Sinn Féin (Católico y nacionalista), ambas opciones superan ampliamente a formaciones menos radicales, una circunstancia que explica a la perfección el clima de crispación que todavía sigue existiendo en el norte de la isla. Las tradiciones deportivas del país han caminado cogidas de la mano de la política y la historia de Irlanda del Norte, con un pasado en el que hubo batallas que se asemejan mucho a cualquiera de las ocurridas en el mes de julio de cada año con motivo de los desfiles de la Orden de Orange.

Muchas entidades cívicas, u otras como las asociaciones defensoras de la lengua irlandesa, desaparecieron durante el último siglo. También lo hizo el club de fútbol más representativo de la comunidad católica del país, el Belfast Celtic Football Club. Antes de que ese momento llegara se convirtió en todo un símbolo en Irlanda del Norte, y su camiseta, en una de las más veneradas por los numerosos aficionados al fútbol de la zona. Su zamarra estaba compuesta por varias rayas blancas y verdes colocadas de forma horizontal, en efecto, tal y como vistió siempre el Celtic de Glasgow. De hecho el club fue fundado a imagen y semejanza de su homónimo escocés, imitando su uniforme y compartiendo vínculos con la comunidad católica, de la misma forma que tiempo después nació en la vecina Dublín el Shamrock Rovers, otro club vinculado al nacionalismo y el catolicismo.

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Aunque actualmente la liga de Irlanda del Norte haya caído hasta una marginalidad asombrosa, lo cierto es que el campeonato adquirió notable influencia en el fútbol de las islas en los últimos años del siglo XIX. Se trata del segundo torneo de liga más antiguo del mundo por detrás de la liga inglesa, el campeonato norirlandés contaba con equipos llegados de toda la isla hasta la independencia del estado libre de Irlanda en 1921. Lo cierto es que la aparición del Belfast Celtic en la liga originó una gran expectación en el barrio de Falls Road, al oeste de la ciudad (donde se concentra la mayoría de población católica), siendo habitual la presencia masiva de aficionados en los encuentros que disputaba en Celtic Park. Y es que hasta en el nombre de su estadio guardaba similitudes con su club hermano escocés. El estadio del Belfast Celtic se convirtió en centro de reunión para miles de aficionados que en ocasiones llegaron a sumar 40.000 o 50.000 en el estadio, cifras insólitas si tenemos en cuenta el seguimiento actual del fútbol norirlandés de clubes. Pero este deporte era capaz de competir por méritos propios con la otra gran opción de ocio de los habitantes de Belfast, las carreras de galgos. Cuando el Belfast Celtic desapareció a mediados del siglo XX, el estadio resistió como canódromo, pero actualmente un imponente centro comercial preside la zona que se alzó en su día como el corazón futbolístico del pueblo católico irlandés.

Aunque más tarde nacieron más clubes vinculados a esta corriente religiosa, lo cierto es que la gran mayoría de equipos, sobre todo los más potentes, eran de corte protestante. El barrio en el que se encontraba ubicado el Belfast Celtic era uno de los más pobres de la ciudad, ya que las secuelas de la gran hambruna irlandesa todavía eran visibles en las nuevas generaciones. También el desempleo y la emigración que sufrían las familias ayudó a convertir Falls Road en un deprimente suburbio de Belfast, y es por ello que la aparición del equipo contribuyó a unir a una comunidad degradada por las autoridades y atacada en sus derechos. En 1899-1900 el equipo logró alzarse con el campeonato de liga, una auténtica proeza que le permitió ganarse el respeto de sus grandes rivales, los protestantes del Linfield. Con sus rayas blancas y verdes el Belfast Celtic se convirtió en todo un embajador de Irlanda y de la causa nacionalista, así por ejemplo, a principio del siglo XX protagonizó una gira por Checoslovaquia que le permitió ser el primer equipo de la isla de Irlanda que jugaba en el extranjero.

Con sus rayas blancas y verdes el Belfast Celtic se convirtió en todo un embajador de Irlanda y de la causa nacionalista

Grandes jugadores como Mickey Hamill, fueron admirados en Belfast. Hamill es considerado como uno de los grandes futbolistas de la historia de la isla, un hombre que en 1910 vería como su vida cambiaba de forma radical tras un amistoso ante el Celtic escocés. Tras ese encuentro en el que el extremo tuvo una gran actuación, el Manchester United le contrató. En Inglaterra no tuvo suerte, pero Hamill pasó a la historia por dos hechos históricos más: por un lado su fichaje por el United dio pie a una ley en la que los clubes ingleses debían indemnizar a los irlandeses cuando se llevaran a sus mejores jugadores. El otro punto interesante de la carrera de Hamill llegó en 1914, cuando Irlanda fue capaz de vencer a Inglaterra por primera vez y él fue la gran estrella del partido. A pesar de este dato, Mickey Hamill demostró su compromiso con la causa católica cuando pocos encuentros más tarde decidió renunciar a participar en encuentros de la selección al considerar que ésta discriminaba a los jugadores de su religión.

Los problemas políticos condicionaban de manera evidente el funcionamiento del fútbol, así por ejemplo, el estallido de la primera guerra mundial y sobre todo el alzamiento de pascua en 1916 (que fue el origen de la independencia del estado libre irlandés unos años después), ahogó el desarrollo de las ligas. Después de que los seis condados del norte firmaran su adhesión a Gran Bretaña, la liga siguió su curso sin los equipos del sur de la isla, pero ello no impidió que los problemas entre católicos nacionalistas y protestantes unionistas cesaran. Tampoco que el Belfast Celtic viviera a partir de su vuelta a la competición, en 1924, el periodo más exitoso de su historia. Irlanda del Norte seguía siendo una región con mayoría protestante, pero la imposición del tratado firmado por Londres y Dublín acrecentó la indignación de la minoría católica norirlandesa; las posturas se radicalizaron y la violencia se traslado a las calles, y por supuesto a las gradas.

1925-26

El fútbol seguía teniendo una gran notoriedad entre una sufrida sociedad que al margen de vivir de primera mano conflictos internacionales como la segunda guerra mundial, tenía que hacer frente a una guerra entre sus comunidades y un caldo de cultivo político que pronto estallaría con la aparición de los paramilitares y la sangre. Los duelos entre el Belfast Celtic y el Linfield se convirtieron en verdaderas peleas de orgullo, una especie de Old Firm en versión norirlandesa. Hasta 1948 el club acumuló 18 títulos de liga, 8 de copa y 8 de la City Cup, pero definitivamente ese año la historia cambiaría para siempre. El Belfast Celtic visitó al Linfield Football Club en un duelo que presumiblemente debería ser intenso, pero en ningún caso tan decisivo para la historia futbolística del norte de la isla como fue. Lo católicos ganaron durante gran parte del partido, hasta que el Linfield consiguió el empate a pocos minutos del final en medio del jolgorio de sus aficionados. Pero tras el pitido final se desataron los nervios y los hinchas protestantes saltaron al campo con la intención de derribar todo aquello que encontraran a su paso y golpear a los jugadores rivales. No solo recibieron golpes los futbolistas, sino que los aficionados y directivos fueron amenazados y sometidos a una encerrona bajo la impasible mirada de la policía. Fue un acto de auténtica discriminación que ponían fin a años de luchas internas entre aficionados de un mismo país. En los mentideros futbolísticos se decía que la Irlanda protestante y unionista no podía admitir que un club llegado de un suburbio y con clara ascendencia católica le hubiera arrebatado la hegemonía en los torneos nacionales. Tras los incidentes ocurridos en Windsor Park en 1948, comenzó un intenso debate entre los directivos del Belfast Celtic. Continuar en el campeonato de liga sería correr un riesgo innecesario para la integridad de los jugadores y los hinchas.

Las disputas en las calles se habían intensificado y los barrios de las dos etnias ya estaban absolutamente divididos. Seguir jugando al fútbol de esa forma, y con el convencimiento de que ante una nueva encerrona no serían defendidos por las fuerzas del orden, era una auténtica temeridad. El Belfast City se marchó a Estados Unidos y a su vuelta anunció que abandonaba la liga irlandesa. En teoría no debería ser un hasta nunca, pero en la práctica sí lo fue. Aunque jugó varios encuentros amistosos, jamás volvió a ser parte de un campeonato oficial. La guerra protestante-católica terminó con el orgullo del oeste de Belfast. La comunidad católica de la ciudad careció de un equipo de fútbol propio hasta la década de los setenta, cuando nació el Donegal Celtic, inspirado en los colores y la tradición del Belfast Celtic. Lo cierto es que jamás llegaron a adquirir la notoriedad de su antecesor, pero gran parte del espíritu de aquel entrañable conjunto resiste en su reencarnación. Puede que a día de hoy la paz definitiva no haya llegado a Irlanda del Norte y que tengamos que esperar todavía unos años para poder decir que la venganza es parte del pasado. Lo que sí parece claro es que sería muy difícil que pudiera repetirse una situación tan dramática como la que tuvo que vivir el Belfast Celtic, la pelea que hizo que en 1948 su camiseta muriera para siempre.

 


 

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