Secciones Edición: 04

Ramón Tribulietx y su sueño posible en Auckland City

Ramón Tribulietx dirige a Auckland City

Por Andrés Cabrera (@Andres_inter)

Últimos consejos. Últimas correcciones. En minutos arranca el encuentro y el míster se desgañita sin suerte por el ensordecedor ruido que les rodea, teniendo hasta él mismo problemas para entender lo que sus labios pretenden recalcar. Son los mejores del continente (así lo reiteran sus repetidos títulos en 2006, 2008, 2011, 2012, 2013 y 2014) y es el primer partido de la defensa de un título que, un año más, representa el mayor de los premios y la mayor de las responsabilidades de la temporada. Sin tiempo que perder, los once titulares se alinean para saltar al estadio con miradas perdidas, concentradas, buscando complicidad y con un sonido de fondo que inquieta, pues, pese a su grandeza, su coqueto estadio Kiwitea Street, apenas permite 3.500 personas en las gradas. Esto era diferente. Pisando césped, se echa en falta a alguien. El entrenador decide salir unos minutos después. Plantado en la boca del túnel, observa, medita y sonríe. Ya no le sorprende como en sus primeros días, es cierto. Ya no le impacta como cuando llegó hace ya seis años, es cierto. Ya no existe la mirada fresca de aquél joven emprendedor que se preparó por el INEM en busca de sus sueños, es cierto. Pero aquí cada partido es inenarrable e imprevisible. El ambiente, la humedad, las temperaturas y hasta la escandalosa altura del césped, se empeñan en demostrar que el fútbol en Oceanía sigue creciendo desde el exotismo extremo. Una ladera de montaña con 20.000 personas de pie animando sin parar, amontonados, ruidosos y apiñados sin orden alguno es la imagen del día. La del fútbol como elemento social, la del fútbol como instrumento de escape, la del fútbol como radicalización de sentimientos en cualquier esquina. Aquí no hay excepciones. Es sábado 29 de octubre de 2011 y el Auckland City que dirige el español Ramón Tribulietx juega en el Lawson Tama Stadium de las Islas Salomón. Rival, Koloale. Contexto único.

Tantos contrastes no pueden pasar desapercibidos ni para el entrenador que ha cambiado la vida del considerado mejor club de la historia del continente oceánico. Ramón, que primero fue jugador amateur del equipo y que, posteriormente, llegó en 2008 a Nueva Zelanda como asistente de Paul Posa tras haber entrenado a Sant Andreu, UE Figueres o UE Castelldefels, pronto tomó el mando de operaciones. Hoy ya es un enamorado de la cultura de su segunda casa. Y pese a que sigue rompiendo records con sus entorchados continentales, los contrastes permanentes en los recónditos lugares que la pelota le hace pisar no pueden dejar de fascinarle. “Aquella visita a las Islas Salomón fue alucinante, como tantas que aquí tenemos en una temporada, donde puedes tener que jugar en ciudades increíbles de Fiji, Tahití, Nueva Guinea, Samoa…”. Cuando el 1-4 final de aquella tarde reivindicó el papel de serio candidato a revalidar el título, Ramón no quedó solo emocionado por el gran resultado, sino que su principal recuerdo sigue estando en cómo se comportó el rival cuando finalizó el partido. “El Koloale no se retiró a las duchas y tras recibir el aplauso masivo de su afición, se reunió en el centro del campo. Los jugadores comenzaron a cantar dando gracias a sus dioses por el encuentro. Pensemos en una especie de misa improvisada en el terreno de juego con cánticos autóctonos que salían de las bocas de los futbolistas y que encontraban eco de mayor fuerza en las gradas”, recuerda con El Enganche estos días un Ramón Tribulietx que, desde la banda, no pudo evitar esbozar una sonrisa que hoy aún regresa cuando lo rememora. Sobre todo porque, tras pasar por aquellos pasajes tropicales y escondidos para el mundo occidental, acabaron reeditando título a doble partido en Tahití ante el Tefana. No era el primero ni posiblemente será el último, pero todo aquello, tan extraño como encantador, le hacía ver que de nuevo el fútbol era el responsable de haberle permitido conocer esta cultura, este mundo, esta vida.

Auckland City celebra su título de la OFC en 2006

Ramón Tribulietx suma cuatro años en su cargo y cuatro Champions de Oceanía (OFC Champions League), pero no por ello ha perdido la estabilidad que le mantiene en el suelo, consciente de la realidad global que rodea a su equipo y el lugar desde el que tiene que gritar para reivindicar sus méritos. Cuando el Auckland City debute en la fase preliminar del Mundial de Clubes en Marruecos, habrá participado en seis ediciones de este torneo intercontinental, siendo el equipo con más apariciones (aunque solo habiendo pasado la primera ronda en una ocasión, precisamente cuando Ramón era segundo entrenador). Desde aquellos días no consiguen el milagro de eliminar al equipo anfitrión de este torneo, condición determinante según el formato FIFA y que, en esta ocasión, le cita con el Moghreb Tetuán. Para tener alguna opción de pasar, Ramón lleva meses visualizando al campeón marroquí, sabe que el Auckland es la cenicienta del Mundial y para tener alguna opción hay que trabajar duro en la documentación de los rivales (en anteriores ediciones, para conocer mejor a algunos rivales, incluso solicitó videos a José David López, nuestro director que también ejerce de scout). No vale con participar, hay que luchar, hay que reivindicar su rol de campeón oceánico y responder ante el mundo desde su rincón planetario.

Ramón agradece el crecimiento que está teniendo el fútbol en Oceanía debido a la inversión de empresas en islas del Pacífico, lo que permite que jugadores europeos lleguen a estos lugares recónditos. “Cuanta mayor competitividad existe en el campeonato regional y en los campeonatos oceánicos, mayor y mejor serán las condiciones de todos y mucho más preparado llegará el campeón para el Mundial de Clubes”. El torneo representa, como antes, como siempre, una vía de escape en busca de sueños. No hay muchas opciones de sorprender, pero de lograrlo, cualquier paso adelante sería determinante para girar las miradas hacia su semidesconocido contexto futbolístico. Un gol, una parada, una victoria aquí, representan millones de aplausos y horas televisivas para las miles de personas que trabajan en silencio y alejados del panorama mediático dominante. Pese a ser un asiduo en el campeonato que corona al campeón del mundo, el Auckland no es ninguna potencia mundial, desde luego. Puede ser comparable en nivel al campeón del ‘vecino’ australiano (Australia tiene una liga teóricamente más potente en organización), pero afortunadamente para ellos, el gigante oceánico se fue a la federación asiática para competir con rivales de mayor nivel, dejando el camino despejado a los neozelandeses.

El Auckland City es, con seis partipaciones, el equipo que ha participado más veces en el Mundial de Clubes

Las lecturas desde este movimiento aussie son variadas. Si bien pierden en competitividad cercana, ganaron la opción de participar en este tipo de citas globales. Un equipo que trabaja bien en esta confederación, tendrá el camino más despejado en busca del título continental, pero lo que solo los allí presentes conocen las variopintas condiciones sociales, culturales y climáticas que rodea cada partido en suelo oceánico. “Puedes tener un partido en una selva, tener que entrenar alguna vez en lugares donde para acceder no hay ni carreteras y tener la sensación de que solo se podría llegar fácil si viajas en helicóptero. Y todo, con casi un 100% de humedad. La ropa se pega a la piel, los pulmones multiplican su tarea y el césped puede no existir o cubrirte hasta las rodillas”. El entrenador del coloso neozelandés trata de aplicar, a escala, nociones del toque del Barcelona de Guardiola que maravilló al mundo hace un lustro. En muchas de estas condiciones es complicado aplicar este concepto futbolístico, sobre todo porque dependes más de lo que te vayas a encontrar que de lo que tú puedas aportar. El ejemplo más realista lo encontramos en Vanuatu, una isla que, tras haber sido analizado minuciosamente por especialistas, podría dejar de existir en unas décadas debido a la creciente subida del nivel del mar. Será absorbida por las aguas e incluso cada año muchos de sus habitantes son trasladados a Australia en un acuerdo internacional firmado hace años. “Se toman muy en serio este asunto y están muy concienciados”, admite el técnico español. Hasta allí, hasta esas tierras que temen su desaparición y hasta esas gradas inexistentes que quieren seguir disfrutando goles antes de caer en el olvido, se trasladó Aukland City para levantar su último título continental este 2014 (vencieron al Amicale).

Ceñidos exclusivamente a la pelota, los contrastes entre diferentes equipos de esta competición son mucho mayores de lo que puede haber en Europa o Sudamérica. Los favoritos son siempre los equipos de Nueza Zelanda. Desde que existe este modelo de competición, sólo en una ocasión un equipo fuera de este país fue el campeón oceánico (Hekari United de Papúa Nueva Guinea se llevó el título en 2010). Desde entonces, cuatro victorias consecutivas de los hombres de Ramón Tribulietx que, pese a un éxito sin precedentes, admite que les falta tener una misma exigencia en el campeonato nacional, donde la lucha anual con el rival histórico, el Waitakere, no acaba de beneficiarles con tanta asiduidad. La enemistad entre estos dos equipos se ha convertido en el clásico del fútbol neozelandés. No solo son los dos clubes más grandes del fútbol de las antípodas, sino que en la semana previa al cruce viven una expectación similar a la que se proyecta en los mejores escenarios del mundo. La prensa triplica sus labores, lo equipara durante días al rugby (deporte por excelencia en Nueva Zelanda) y busca estrechar las diferencias patentes respecto al resto del mundo en cultura futbolística. Su objetivo, en base a años de dedicación y actividad, es ganar adeptos paulatinamente y los resultados dejan ver que su masa social y la fuerza del fútbol sí suman a diario nuevos valores. Ese es el mejor aval para pensar positivamente en el futuro, aunque con muchos matices.

Auckland skyline

La naturaleza de los neozeolandeses (líderes económicos y sociales en múltiples aspectos mundiales) les hace ser pacientes, pasivos y extremadamente tranquilos. Esa pausa de quien siempre tuvo todo lo que necesitó contrasta drástica y agresivamente con lo que les rodea. El fútbol, como elemento de masas, sí es una realidad atronadora en Fiji, Vanuatu, Samoa o Tahití, donde cada gol es una suma de valores, una amalgama de impulsos nacionales para ser reconocidos y revalorizados en múltiples contextos sociales. Pasión desbordante, arrolladora e incalculable en los lugares más ocultos de la frondosidad oceánica. Mientras la despreocupación o la falta de presión social es una realidad cada partido del Auckland City, donde 4.000-5.000 aficionados buscan pasar una buena tarde rodeado de los suyos y divertirse unas horas, las islas son el contraste absoluto. Europa es a Nueva Zelanda lo que Sudamérica es al resto de islas del Pacífico. Todo a escala, obviamente, aunque si existen partidos con 20.000-25.000 hinchas en las ‘gradas’ (que a veces ni lo son como tal), la sede siempre será de un equipo menor. Y es que Auckland es diferente. “Hoy es la ciudad comercial de Nueva Zelanda, vive una marcha por encima del resto del país aunque una menos que el resto del mundo”, opina Ramón. La llegada de empresas extranjeras, así como sus dos puertos, permiten que la ciudad viva con mayor intensidad y actividad diaria, siendo la más poblada con 1.300.000 personas (se mezclan población kiwi, que es la propia de Nueva Zelanda y turismo extranjero, principalmente Europa), atraídos por playas, montañas, fiestas y descanso desde un mismo paraje.

Todo esto, todo lo que les rodea, extrapolado a un escudo de fútbol, evidencia la realidad del club. La insignia muestra las particularidades de esta ciudad y los contrastes que en ella habitan. Lo realmente complicado era conjuntarlas para darle sintonía al escudo, pero el toque moderno, de creación reciente, le hace especialmente atractivo para sponsors. Las iniciales propias del club quedan por encima de un cielo azul y blanco, claro simbolismo con la pasión por el rugby, representado por los tonos blanquiazules del equipo de rugby de la ciudad. También se puede observar el volcán de Rangitoto, que descansa en un color verde por encima del mar, así como las dos partes más importantes del escudo, el ancla que bordea al mismo (claro homenaje a los puertos marítimos) y se une en el centro con una construcción moderna, concretamente la Sky Tower de 328 metros de altura. Una construcción característica de la ciudad de Auckland. Tradición y modernidad se mezclan en el escudo del rey de Oceanía, que viste como su homónimo de rugby, el Auckland Rugby, con tonos azules oscuros.

Tras casi una vida dedicada a impulsar y hacer progresar el fútbol en Nueva Zelanda, Ramón encontró un contexto que se asemeja mucho a su personalidad. Escucha ofertas, escucha cómo la federación le ha intentado convencer en varias ocasiones para ser consejero y hasta algunos clubes extranjeros se asomaron para conocer su predisposición, pero aún siente que le debe algo al club que le ha dado todo. Su humildad, el trabajo diario de personas sin nombre que ayudan por el bien común y rodeado de colaboradores que no cobran absolutamente nada, le conquista y le hace partícipe de un proyecto inigualable. La caridad, desinteresada y constante de los neozelandeses, permite que el club acuda por sexta vez al Mundial de Clubes en una meta absolutamente irrepetible e incomparable en cualquier otra cultura de fútbol. Una cota impensable para un equipo europeo. Una cota posible para Auckland.

 


 

Otros contenidos en esta misma edición:

Contacta con El Enganche




Nuestras redes sociales

 

Contacta con nosotros

Puedes ponerte en contacto con El Enganche a través de este formulario.

Envíanos tus consejos, dudas, quejas o sugerencias para ayudarnos a mejorar. Rellena el formulario y haznos llegar tu mensaje. #yosoyenganche