Histórico
15 julio 2018El Enganche

Rusia2018: Croacia, esas derrotas eternas

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Por Miguel Ángel Ruiz (@migruizruiz)

“Hay un amigo mío que dice todo lo que pasa conviene y ha merecido la pena todo por estar en una final. Del segundo no se acuerda nadie, por lo que hay que intentar ser el primero, respetando mucho al rival, que es muy difícil…”

Estas palabras no son de cualquiera. Estas palabras son de quien ha sido muchas veces primero y segundo. De quien ha sabido mirar a la cara, como jugador y como entrenador, a la más dulce de las victorias y a la más cruel de las derrotas. Luis Aragonés dejó entre otras muchas enseñanzas, esta frase que todos hemos repetido alguna vez y que su leyenda dejó escrita para siempre en la cultura del fútbol español y mundial. Hoy, a mi me sirve para abrir este artículo en el que difiero, con el disgusto periodístico de no poder discutirlo con él algún día.

Que del segundo no se acuerda nadie es una sentencia dura para quien con ilusión llega a una final a ganarla y no sabe hacerlo. O peor: sabe y no puede. Estoy seguro que en su cabeza esto no reflejaba de verdad toda su opinión sobre el tema. “Zapatones” tuvo la suerte de disputar en 1974 la final de la Copa de Europa contra el Bayern de Múnich en el estadio de Heysel (hoy estadio Rey Balduino) en Bruselas. Su equipo fue capaz de adelantarse a los Hoeneß, Beckenbauer y Müller, con un gol del propio Luis Aragonés en la prórroga y solo un gol de Schwarzenbeck, con un disparo lejano que sorprendió a Reina, propició que se decidiera el final en un partido de ‘replay’, con un resultado final demoledor: cuatro goles a cero para los germanos. Un duro golpe para ese Atlético de Madrid de Gárate, Adelardo o el propio Aragonés.

Y quién no se acuerda, en el mundo del fútbol, de esa selección de Países Bajos, apenas unas semanas después, ese mismo verano de 1974, ante algunos de esos rivales del Atlético, vestidos con el blanco y negro de la RFA. ‘La naranja mecánica’ hacía las delicias de propios y extraños con un fútbol de vértigo, en el que todas las piezas favorecían ese juego posicional, ofensivo y eléctrico que llamaron después ‘fútbol total’. Entre esas piezas, jugadores como Cruyff, Rep o Neeskens. ¿Quién no recuerda esa selección? En ese Mundial en el que, a pesar de empezar ganando en la final, acabaron derrotados ante los alemanes. Como esa Hungría de 1954, que todos recordamos como ‘los magiares mágicos’ y que, con su fútbol, alimentaron la memoria de un país que hoy, mira con nostalgia esos días de orgullo, fútbol y victorias.

Es un error creer que, ante el dolor de la derrota, la solución será el olvido. Primero, porque la memoria no elige qué se guarda ante una final, en la que a pesar de que seamos neutros, elegimos sin querer el bando, llevados por nuestra inclinación o no a un estilo de juego, a una serie de oportunidades creadas o hacia la simple grandeza de un equipo o jugador. Sentimos más de lo que creemos delante de un rectángulo de juego y esas emociones son capaces de esconderse en nuestra mente y perdurar en el tiempo. Tal y como es el dolor, que, por duro, permanece, alertando a nuestros sentidos de la necesidad de no cometer los mismos errores, desconfiar y ayudar a sobreponerte a una posible nueva caída. Y aún hay quien dice que el deporte, o el fútbol, no enseña nada…

Esas lágrimas surgidas, sean de tristeza o de alegría, educan en aquello que las ha provocado. Las lágrimas de Brasil al ser eliminada en 2014 no son distintas de las que cayeron por las mejillas de quienes sufrieron en el Maracaná de 1950. Ni las de Alemania en 2018 diferentes que las que surgieron ante el poder de un ‘barrilete cósmico’ en 1986. Ni las de España, en 1994, diferentes que aquellas que, tras el gol de Iniesta, poblaron cada esquina del país. Diferente motivo, pero misma capacidad de aprendizaje, recuerdo y motivación, para ser parte de la historia, mirar al frente y decidir que este solo será un paso en el camino.

Hoy, recordamos con nitidez a esta Croacia subcampeona, por haberlo vivido nítido, en HD, como en el estadio. Las cerraras de unos y de otros y su camino hasta esta final. Hoy, era solo un partido. Una última pugna en pos del objetivo final. Hoy, los Modric, Rakitic, Subasic, Mandzukic y cía serán recordados nítidamente. Pero lo importante es, que nítidamente como hoy, recordaremos siempre ese hito que una población de cuatro millones de habitantes casi logra, una selección que, a base de prórrogas, penaltis parados y tesón, hizo soñar a todo el mundo con la victoria del equipo “pequeño”. De soñar juntos de nuevo con la alegría de quien cree en lo imposible, hasta que deja de serlo.

Todo el mundo, como en HD, verá y recordará con cariño y orgullo una generación que, dando lo mejor que tenían, estuvieron a punto de conquistar el cielo. Una selección que, contra un grandísimo rival que hizo lo propio, nunca dejó de creer que se podía. Una Croacia que, desde hoy, como tantos otros, a pesar de todo, será para siempre.

Y es que algunas derrotas nos enseñan tanto que merecen ser eternas.

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