Histórico
10 julio 2018El Enganche

Bélgica: A contracorriente

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Por Xane Silveira (@XaneSilveira)

Roberto Martínez busca hacer historia con Bélgica llevando al país de los tres besos a levantar la copa del mundo. El técnico español ha moldeado a un grupo nutrido por las individualidades, pero descentrado en las tareas colectivas, en busca de crear a una de las mejores máquinas futbolísticas del momento. Y es que a Bob, lo que le gusta, es que la ingeniería táctica se ponga al servicio del balón para que ruede de una manera coordinada y previamente elaborada.

Cuando en 2016 Roberto Martínez aceptó la oferta de entrenar a Bélgica, tras dejar en stand by durante la Eurocopa algunas ofertas de otros clubes, fue tratado de loco. No era para menos. Pese a su fallida experiencia en el barrio azul de Liverpool, su caché seguía casi al mismo nivel que cuando salió del Wigan tras ganar una FA Cup. La falta de paciencia y libertad de trabajo llevó al Everton al fracaso en la tercera temporada, tras una primera brillante. Aunque sí existía la duda de si sería capaz de trabajar con un vestuario plagado de estrellas y egos. ¿Quién coge a la Bélgica que acaba de fracasar con Wilmots pudiendo dirigir a un club que le relance a la élite?

La respuesta, en verdad, llevaba escrita mucho tiempo. Casi como si fuese el destino, Bélgica y Roberto Martínez estaban condenados a encontrarse, y a entenderse. Su carrera como entrenador empezó a los 33 años, en el Swansea City. Club al que ya había pertenecido como jugador, y su siguiente paso, el Wigan, fue otro equipo en el que ya había militado entre 1995 y 2001. Sus primeros pasos como técnico, además de acertados en cuanto a logros, fueron seguros en cuanto al ecosistema. Entidades donde podía tomar el control y dirigir con la seguridad de que una derrota no le dejaría en la calle. El Everton, con cambio de presidente entre medias, no fue lo mismo. Pero allí, en Goodison Park, se encontró con Romelu Lukaku, al que pudo empezar a moldear para, unos años más tarde, reencontrarse con él en Bélgica.

Bélgica necesitaba a alguien que aprovechase el potencial, que exprimiese la naranja hasta sacar todo el jugo. Y Bob Martínez era el indicado. Un estudioso del fútbol, meticuloso en la táctica, pero imaginativo en la práctica. Para no cometer los mismos errores que en el Everton, tiró de una leyenda del fútbol, Thierry Henry. El delantero francés no llegó a Bélgica de casualidad, no llegó como otras leyendas del balompié lo hacen en diversos clubes o selecciones. Henry, al que Lukaku se refiere como otro estudioso del fútbol, con el que poder hablar de cualquier liga o equipo, se convirtió en la mano derecha de Roberto, y en el consejo táctico idóneo. Con el estilo decidido, y la maquinaria preparada para funcionar, solo necesitó el paso de los entrenamientos para que las piezas empezasen a encajar.

Bob Martínez dio una mejoría considerable como colectivo a Bélgica. Atrasó a Kevin De Bruyne a la posición de centrocampista, recurso que Pep Guardiola aprovechó para el Manchester City. Y ante la falta de solidez defensiva y de laterales, instauró una defensa de tres zagueros, con Yannick Carrasco de carrilero izquierdo. Nadie creería en esa locura, y todavía menos cuando al llamar a las tropas a filas, se dejó a Nainggolan en Italia. Axel Witsel, alejado de la élite futbolística, aportaba más al equipo que el mediocentro de la Roma. Y sí, Maroune Fellaini, tan criticado por algunos sectores, también entró en la lista, ya que Martínez, además de otras muchas características, comparte ese amor irracional por el gigantón.

En una fase de grupos donde perder ante Inglaterra te permitía llegar a la final por el camino fácil, Martínez prefirió apostar por el difícil. Ese donde Japón casi lo echa, salvo porque sus cambios, Chadli y Fellaini, le dieron la vuelta al marcador. Además de un contragolpe perfecto donde De Bruyne y Lukaku estuvieron brillantes. Y entonces Brasil. Neymar, Coutinho, y la gran candidata al Mundial. Y otra vez Fellaini. Y otra vez, la táctica de Roberto Martínez surgió efecto. El español estudió las debilidades de Brasil, y situó a Lukaku en la espalda de Marcelo, a De Bruyne por delante de la zaga brasileña, y a Hazard escorado a la izquierda. Todo salió a pedir de boca de Bélgica. Pese a que alinear a Kompany sonaba a locura porque ante Japón no se mostró al 100%. Qué locura apartar a Lukaku a una banda y que Fellaini fuese titular. Una idea arriesgada para muchos, pero no para Bob. Bob sabía que el experimento era perfecto.

Roberto Martínez siempre ha navegado a contracorriente. Lo hizo cuando colgó las botas, cuando llevó al Wigan a ganar una FA Cup, o cuando dio calabazas al Liverpool para permanecer en un club menor. Y lo repitió de nuevo cuando agarró a la selección de Bélgica, con la que tendrá dos retos más para convertirse en leyenda. Francia espera con barreras, con jugadores de fantasía, pero sin saber, todavía, que es más difícil vencer a aquel que se inventa las corrientes, que al que las sigue.

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