Histórico
19 junio 2018El Enganche

Colombia: Un Mundial con solo fútbol

Colombia 2

Por Darío Garzarón (@dGarzaron)

Cuando el 24 de agosto del 2016 se firmaba el Acuerdo para la Terminación Definitiva del Conflicto en La Habana, se subrayaba así la capacidad y el compromiso que el pueblo colombiano asumía con el perdón y con la alegría, palabra ésta última que durante medio siglo había sido cercenada por causas que escapaban al más común de los ciudadanos, presos todos ellos de un estado de sitio en el que un gol de Faustino Asprilla o una filigrana del Pibe Valderrama hacían brotar un grito mudo de las gargantas de los aficionados cafeteros.

Durante más de 50 años, Colombia había visto cómo más de 200.000 personas perdían la vida a causa de la acción de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), grupo paramilitar creado solo dos años después de la primera participación de Colombia en un Mundial, en Chile 1962. Durante décadas, la guerrilla logró dejar al fútbol en un segundo plano, en un país en el que el júbilo por un gol era frecuentemente resquebrajado por el sonido de los fusiles al otro lado de la puerta.

El movimiento paramilitar siempre buscó ensalzar su defensa del más débil frente a la codicia y a la corrupción de los políticos gubernamentales, estableciendo una conexión inmediata con el fútbol, fuente de sentimientos ilimitados que, en parte, todavía escapaba a las garras del establishment.

Desde que en el año 2012 comenzaran las negociaciones de paz entre el entonces Presidente colombiano Juan Manuel Santos, y el líder de las FARC, Timoleón Jiménez “Timochenko,” se sucedían los mensajes públicos que las milicias enviaban para animar y sostener al combinado nacional en acontecimientos de vital importancia como, por ejemplo, el Mundial de Brasil del 2014. La estrategia era clara. Por un lado, se ensalzaba a los héroes de un país al que atemorizaban y sometían durante los cuatro años que iban desde un Mundial a otro. Por otro lado, se cuidaba el último vínculo afectivo e identitario que quedaba en un país dividido en mucho más que once futbolistas.

Estamos a pocos días del primer partido ante Grecia (sábado) que el equipo nacional realizará en el marco del Mundial 2014, y sabemos que la expectativa y los buenos deseos del país son un todo que se convierte en inspiración”, rezaba el mensaje que los guerrilleros enviaron a los pupilos de Pékerman hace ahora cuatro años.

Cuando salió a la luz el diseño de la camiseta que Colombia vestiría en el Mundial de Rusia, los aficionados cafeteros revivieron, por enésima vez, aquel minuto del tiempo de descuento en el que Freddy Rincón avanzaba inexorablemente sobre el terreno de juego del Giuseppe Meazza hacia la puerta defendida por Bodo Illgner. El balón traspasaba la línea y, con ello, Colombia se clasificaba por primera vez para los octavos de final de un Mundial, 38 años después de su primera participación, en Chile 1962. La frontera de los cuartos de final se sobrepasaría 24 años después, en el pasado Mundial de Brasil.

El principal ausente de dicho Mundial, Radamel Falcao, afirmaba en una entrevista que “Colombia ha tenido la bendición de tener a José Pékerman en la Selección”, subrayando así la ascendencia que este erudito de los banquillos había tenido sobre el grupo en Brasil 2014 y que, en Rusia, no parece sino haber aumentado, recogiendo el testigo de Pacho Maturana, legendario entrenador de los combinados nacionales que acudieron a Italia 1990 y Estados Unidos 1994.

Don José, pues así lo conocen en el país de García Márquez, no solo atesora el aura del entrenador foráneo que con el devenir de los hechos se convierte en leyenda de un país, al más puro estilo Guus Hiddink en Corea del Sur u Otto Rehhagel en Grecia, sino que, además, se ha convertido en el padre espiritual de una generación de jugadores que ve en James, Falcao, Bacca o Cuadrado los dignos sucesores de aquellos desenfadados y talentosos colombianos que el 5 de septiembre de 1993 endosaban un 0 a 5 a Argentina en el Monumental, en la fase de clasificación para Estados Unidos 1994.

Al igual que hizo Maturana, amenazado de muerte por mafias del país sudamericano durante la celebración del Mundial estadounidense, que finalizaría a la postre con la eliminación en la primera fase y el asesinato de Ángel Escobar, Pékerman ha dotado de una mayor autoestima a un grupo que si bien en Brasil 2014 sorprendió, en la cita mundialista rusa ha visto cómo ha aumentado el nivel de exigencia para ellos.

La historia que Pékerman lleva 6 años escribiendo en la selección colombiana no es sino la historia de la recuperación del amor propio que durante décadas había sido fuertemente golpeado, debido, especialmente, a la convivencia forzada con dos gigantes del fútbol mundial: Argentina y Brasil. Superar la fase de clasificación se antojaba casi imposible y, cuando lo lograba, la selección no daba su mejor nivel en la cita mundialista.

Colombia 3

Córdoba, guardameta colombiano en el mundial de Estados Unidos 1994, sostenía que “en un Mundial, lo mejor es aislarse de todo lo negativo, de todo lo que puede desconcentrar el objetivo”. Con el fin del conflicto armado, el pueblo colombiano tendrá por fin, la posibilidad de sentarse frente al televisor a apoyar a su selección y entregar así al balón el poder balsámico y anestésico que adquiere en momentos de catarsis global como puede ser una cita mundialista.

Para la cita de Rusia, la convocatoria presenta 13 cambios, en su mayor parte derivados del “cambio generacional” del que hablaba Radamel Falcao en una entrevista y que, por ejemplo, ha supuesto el adiós a la selección del eterno Mario Yepes, Freddy Guarín, Pablo Armero o Camilo Zúñiga, todos ellos titulares en el partido de cuartos de final contra Brasil que supuso la eliminación de la selección guiada por Pékerman.

En su lugar, Juan Cuadrado, el Tigre Falcao y James Rodríguez contarán con compañeros de la talla de Davinson Sánchez, Luis Muriel, Yerry Mina, todos ellos en clubes europeos de primera fila y que desearán regalar a la afición colombiana un fútbol combinativo y ofensivo que dé lugar a nuevas coreografías, para seguir la senda abierta por el baile del Ras Tas Tas que los jugadores hicieron viral en la última cita mundialista.

Son las palabras del escritor colombiano Juan Esteban Constaín a recordarnos que “el fútbol, como todas las cosas importantes de la vida, es un acto de fe”. En un país donde más del 90% de la población dice profesar el catolicismo, y donde la lucha por la libertad parece haber ganado la guerra, la palabra divina cederá durante un mes espacio a la pasión esférica construida a base de regates y buen toque, reuniendo en un clima de fiesta sin zonas sombrías a los 50 millones de corazones que, tal y como aparece en el lema del autobús del combinado cafetero, sueñan con llegar a la final de Moscú.

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