Histórico
2 junio 2018El Enganche

Arabia Saudí: Desde Oriente Medio buscando el norte

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Por Darío Garzarón (@dGarzaron)

La década de los 80 no solo fue una época dorada para Arabia Saudí desde un punto de vista económico gracias a la nacionalización de la petrolera Aramco, sino que fue en esta coyuntura cuando “the falcons” (los halcones) echaron finalmente a volar. La consecución de dos Copas de Asia consecutivas en 1984 y 1988 (a la que se añadiría una tercera en 1996), situaron al combinado saudí al mismo nivel del país que, hasta entonces, había dominado el fútbol en la región: Irán.

El siguiente paso fue la clasificación para el Mundial de Estados Unidos de 1994 en el que se clasificarían a los octavos de final, por primera y única vez en su historia.

Tras la participación en Estados Unidos 1994, los saudíes estuvieron presentes en Francia 1998, Corea y Japón 2002 y Alemania 2006, convirtiendo a Arabia Saudí en una de esas selecciones a las que el espectador se acerca de forma condescendiente en este tipo de eventos y de la que, muy probablemente, no volverá a tener noticias hasta la siguiente cita mundialista, siempre y cuando logre clasificarse.

La selección del Golfo Pérsico, ausente en Sudáfrica 2010 y Brasil 2014, vive sumida en un continuo proceso de reinvención que en los últimos años ha hecho saltar por los aires el panorama futbolístico del país. Una reinvención avalada por una reserva de petrodólares sin fin, detonante de alguna que otra decisión en un proyecto deportivo con pies de barro y en continua reconstrucción.

Pasear por una ciudad como Riad otorga al espectador una visión directa y sin filtro alguno de dos características intrínsecas del país que, del mismo modo, se reflejan en el combinado nacional. Por un lado, la contradicción. Por otro lado, la improvisación.

Era el 11 de junio del 2015 y Arabia Saudí disputaba su primer partido de la fase de clasificación asiática para el Mundial de Rusia con el entrenador local Faisal Al Baden en el banquillo. A pesar de la victoria ante Palestina, por tres goles a dos, la Federación de Fútbol de Arabia Saudí (SAAF) decidió entregar el combinado nacional a B. van Marwijk, subcampeón con Holanda en Sudáfrica 2010. Su misión: la clasificación para el Mundial.

Tras lograr la clasificación directa para el Mundial y enviar a Australia a la repesca, van Marwijk dimitió.
La figura del entrenador que dimite una vez logrado su objetivo por desavenencias con los altos cargos del club o de la federación en cuestión, ha supuesto para éstos últimos siempre un desafío. Apostar por la continuidad del proyecto o aprovechar la coyuntura para dar las riendas del equipo a un entrenador que continuara con el trabajo, eran las dos opciones para el entramado monárquico deportivo afincado en Riad.

En un país en el que hasta el 12 de enero del 2018, las mujeres tenían prohibido presenciar un partido de fútbol en el estadio, pero que, por otro lado, ha sido pionero en cuanto a la concesión del status de ciudadanía a un androide (para más inri, de sexo femenino y llamada Sophia), se apostó por un técnico cuya principal experiencia a nivel de selecciones era poco menos que descorazonadora: Eduardo Bauza.

Bauza era el tercer entrenador que Arabia Saudí tenía en el ciclo mundialista (2014-2018), mientras que, para el seleccionador, era la tercera experiencia a nivel de combinados nacionales en el año 2017. Pronto llegaron las primeras críticas, especialmente desde los altos estamentos de la oligarquía deportiva saudí, quienes tras solo cinco partidos amistosos (tres de ellos con derrota), decidieron prescindir de los servicios de Bauza allá por noviembre del pasado año.

A poco menos de siete meses para el estreno en Rusia, el presidente de la SAAF, Adel Bin Muhammad Ezzat no se podía permitir fallar en la elección del nuevo seleccionador. Acomodado en la butaca repleta de oro en la que presencia los partidos de los halcones, el mandatario saudí decidió entregar las riendas de la selección a Juan Antonio Pizzi.

Originario de la provincia argentina de Santa Fe al igual que su predecesor, la llegada del entrenador hispano-argentino supuso, desde un primer momento, un atisbo de estabilidad en el banquillo saudí, gracias a la experiencia positiva que, al contrario que Bauza, Pizzi sí había cultivado en una selección de primer nivel.

A pesar de no lograr la clasificación para el Mundial del 2018, con Pizzi la selección chilena se había alzado en el 2016 con la Copa América del Centenario, éxito que, junto a las experiencias positivas en los banquillos de San Lorenzo de Almagro (Argentina) y de Universidad Católica (Chile), constituían una tarjeta de presentación de mayor rango que la de Bauza.

La selección saudí que propondrá Pizzi en la cita mundialista no se alejará mucho de lo visto en los amistosos que en el mes de mayo les han enfrentado a Grecia, a Argelia y a Italia con un balance de dos victorias y una derrota, ésta contra el equipo transalpino.

Desde un primer momento Pizzi se ha adaptado al país trasladando allí su residencia, y se ha acostumbrado a convivir, en este caso en una dimensión futbolística, con una de las características innatas de los saudíes que adelantábamos anteriormente, la improvisación, que se traduce en transiciones defensa-ataque a gran velocidad que pueden sorprender al rival pero que, al mismo tiempo, perjudica el balance defensivo en una selección que, con asiduidad, encaja goles al contraataque.

Pero la revolución del fútbol saudí no se detiene aquí.

80 años después del descubrimiento del primer pozo de petróleo en territorio saudí, el 4 de marzo de 1938, una nueva materia prima era objeto de exportación, en este caso con destino a España, “tras un riguroso programa de scouting”, tal y como afirmaba el comunicado de prensa emitido por LaLiga para anunciar la llegada de nueve futbolistas saudíes al fútbol español.

Dicho seguimiento se produjo en Portugal en el mes de noviembre del pasado año, cuando representantes de dieciséis clubes del fútbol profesional español, presenciaron dos partidos amistosos del combinado saudí, por entonces aún entrenado por Bauza: derrota por tres a cero frente a Portugal, y derrota por uno a cero frente a Bulgaria.

El poder de los jeques que ha desvirtuado la competición en el campeonato francés, el capital chino que se ha hecho con el control de los dos emblemas del calcio de Milán, y la proliferación de magnates que van desde Tailandia hasta Estados Unidos y que han encontrado su lugar en la Premier League, no son sino la misma cara de una moneda que, en España, ha hallado una nueva forma de expresión.

Desde aquella experiencia de Pelé y Beckenbauer en el New York Cosmos, pasando por las experiencias en el Atlético Celaya de Butragueño, Míchel y Martín Vázquez, hasta llegar a las experiencias contemporáneas con destino a China, Estados Unidos y Oriente Medio, el trasvase de talento entre Europa y dichos territorios seguía siempre el mismo patrón. Europa producía el talento, disfrutaba de los mejores jugadores en sus mejores años de carrera y, una vez que el nivel de dichos futbolistas descendía de forma alarmante con el paso de los años, llegaba el momento de exportarlos como embajadores de un fútbol que, hasta hace poco más de un lustro, parecía inalcanzable para un niño crecido junto al Mar Rojo.

El acuerdo firmado por General Sports Authority (GSA), la SAAF y LaLiga, no solo supone un punto y seguido en la labor de, entre otros, Fernando Sanz, representante de LaLiga en Oriente Medio y África septentrional, sino que hace tambalear los cimientos de un campeonato español en el que los clubes más modestos, que tradicionalmente han (sobre)vivido gracias a la cantera, podrían optar por un modelo como éste, acogiendo futbolistas jóvenes a costo cero, cuya ficha viene pagada por el club de procedencia, y que, además, supone un incremento de ingresos para el club debido a la presencia de patrocinadores del país de origen.

Un claro ejemplo son el Numancia y el Valladolid, ambos en Segunda División y cuyo patrocinador principal desde el mes de enero hasta final de temporada ha sido Jawwy, una marca de Saudi Telecom Company.

Desde el momento en el que llegaron a España “los 9 saudíes”, el recelo y el rechazo que fomentó el halo de misterio y silencio que rodeaba este acuerdo parecía focalizarse en un aspecto, esto es, en la existencia o no de una cláusula que obligara a los equipos a alinearlos. Hasta este momento no se había producido jamás una cesión masiva de este tipo, y mucho menos con destino a España, país que, tras la explosión del tiki taka, ha acrecentado su rol de fábrica de talentos a nivel internacional.

Cinco meses después, dichos jugadores han disputado un total de 25 minutos, en su totalidad disputados por Al-Muwallad con el Levante, autor del gol de la victoria 1 a 0 frente a Japón con la que Arabia Saudí confirmaba su presencia en el bombo mundialista.

Los casos de Al-Muwallad (Levante), Al-Shehri (Leganés) y Al-Dawsari (Villarreal) merecen un capítulo aparte puesto que se tratan de tres jugadores habituales en la selección saudí, especialmente los dos primeros, que cuentan con un nivel que, probablemente, les permitiría formar parte efectiva de la plantilla de un equipo de la zona baja de la clasificación de Primera División.

Lotes de jugadores cedidos a países con campeonatos de “clase preferente”, un continuo vaivén de seleccionadores nacionales, la inminente creación de una nueva academia para formar futbolistas (siguiendo la estela de la Aspire Academy de Qatar), todo parece apuntar no solo a la cita del 14 de junio (17h hora española), donde por primer vez en su historia Arabia Saudí disputará el partido inaugural de un campeonato Mundial, sino a la edición de 2022 que acogerá Qatar, donde se comprobará la vigencia o no de una sentencia pronunciada más de cuatro siglos atrás a varios miles de kilómetros de distancia. Y es que, “poderoso caballero es don Dinero”, como diría Quevedo, ¿o no? .

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