Histórico
13 julio 2014Jesús Camacho

México 1986: Maradona se comió el Mundo

El fútbol es una obra esférica cuyo destino principal es ser representada por lo que visto desde este perfil, es una representación o puesta en escena cuyo guión es independiente de su escenificación, calidad y tipo de representación. Por lo tanto la escenificación tiene una relación externa con el objeto que se pone en escena y sobre todo con el individuo que lo escenifica, en este caso el actor principal, aquel que logra con su talento y calidad dar forma y vida a una obra esférica. Y el nº10 de la albiceleste dio vida y forma a su obra en el año 1986, convirtiendo de forma definitiva el fútbol en arte escénico y espectáculo.

Recuerdos que nos trasladan a la visión de un estadio mexicano Azteca ejerciendo por segunda vez –la primera en 1970 con Pelé– como escenario histórico de la consagración de un mito mundial del fútbol. Su nombre Diego Armando Maradona, México 86 la obra, el guión escrito por Bilardo, la escenificación única e independiente de Diego. Momentos estelares, la composición coreográfica de un genio que nos regaló el “Gol del siglo” inmediatamente después de una “mano de Dios.

Sobran las palabras, basta con el archivo histórico de nuestra memoria, las imágenes del recuerdo que nos transportan a instantes previos al comienzo de aquella final de la copa del Mundo. Cuando muchos de nosotros -entre los que me incluyo- soñamos y esperamos ansiosos una nueva exhibición de Diego Maradona. Todos convencidos de que aquel Mundial que había determinado su desarrollo y destino a través de los pies del Diez tenía que ser para Maradona, por lo que cuando observamos el firme marcaje deLothar Matthäus sobre el diez argentino –consiguió neutralizarle durante gran parte del partido–, temimos que la condición sobrenatural de su zurda no iba a ser coronada con el justo premio que debía adornar el palmarés de uno de los cuatro grandes de la historia.

Fue un 29 de junio de 1986, ante 114.600 espectadores, con el arbitraje del colegiado brasileño Romualdo Arppi Filho. Dos rivales de gran entidad frente a frente, el equipo dirigido por Carlos Salvador Bilardo construido en derredor de la figura de Diego y de gran solvencia. Con una columna vertebral compuesta por el gran guardameta Nery Pumpido en la portería, en defensa con el seguro trío central compuesto por Ruggeri, Cucciufo y Brown, en la media destacando por encima la aportación del fino centrocampista Jorge Luis Burruchaga y arriba junto a Diego, Jorge Alberto Valdano, delantero de manual, muy efectivo e inteligente en todas sus acciones.

En la otra mitad del terreno de juego la selección alemana dirigida por Franz Beckenbauer, confeccionada sobre la base del equipo subcampeón del mundo de cuatro años atrás. Repetía en la meta Schumacher, en defensa Karl Heinz Förster y Hans Peter Briegel y arriba Rummenigge y Pierre Littbarski. A ellos había que sumar la aportación de futbolistas de la calidad de Berthlod, Lothar Matthäus, Félix Magath, Allofs y Rudi Völler.

Una final en la que todos esperábamos a Diego, que como ya apuntamos tuvo que soportar un pegajoso marcaje de Lotthar Matthäus. Quizás por ello “El Diez” no brilló como en otros partidos y tardó un poco más en dominar la situación. Aún así en una final tremendamente táctica Argentina se puso por delante en el marcador a los 23 minutos de juego. El defensa libre Jorge Luis Brown mandó a la red el esférico gracias a un certero cabezazo a centro de Burruchaga. El balón se clavó pegado al palo de Schumacher y el encuentro comenzó a entrar en otra dimensión.

En la segunda parte, Alemania abrió líneas y cobraron gran sentido las palabras que Bilardo dirigió a Jorge Valdano antes de la final. –“El partido contra Alemania lo tenía en la cabeza desde la noche anterior. Fui a la habitación de Valdano y le dije: “Ésta final la juegan Briegel y vos. Si vos ganás, gana Argentina”. Ganó. Hizo lo que le pedí y algo más, un gol …”.

Y eso fue lo que realmente sucedió, Valdano tapó a Briegel y le ganó la partida, dándole la razón a Bilardo con un ‘raid’ impresionante que comenzó en el área propia y acabó con el esférico en las redes de Schumacher en el minuto 55 de partido.

Era el segundo tanto albiceleste, el que ya parecía definitivo hasta que los alemanes tiraron de nuevo de su leyenda, la épica y el juego aéreo. El trío central defensivo argentino comenzó a sufrir ante el acoso y derribo del conjunto alemán, que por medio de Rummenigge y en un balón cazado en el área acortó distancias en el 74 de partido. Y siete minutos más tarde, -a solo nueve del final- Rudi Völler aprovechaba una prolongación de un saque de esquina para poner el empate y un silencio sepulcral en el seno del amplio sector de la hinchada argentina.

Una situación vivida y relatada por Jorge Valdano de la siguiente manera: –“ Pensamos que el partido estaba definido, nos olvidamos que enfrente estaba Alemania …”

La inminencia de la prórroga marcaba el destino de la final pero entonces surgió la figura de Diego. El “pelusa” se echó el equipo a la espalda una vez más y tras una décima de segundo en la que se despojó de la marca de Förster, le mandó un sublime balón a Jorge Burruchaga para que este mano a mano con Schumacher, y a siete del final marcara el gol con el que la abiceleste se proclamaba campeona del Mundo

Era un 29 de junio de 1986, dieciséis años después de que un brasileño llamado Pelé y en el mismo escenario puso el mejor colofón a su carrera internacional con un nuevo Campeonato del Mundo. En esta ocasión la escena era para Diego, un argentino explosivo, centelleante y mágico, que se consagraba definitivamente como uno de los mejores jugadores de todos los tiempos alzando la Copa del Mundo al cielo mexicano.

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