Histórico
27 junio 2014Andrés Cabrera Quintero

Mundial de Brasil: La otra cara de la moneda

Contraste

Por Andrés Cabrera (@Andres_inter)

El pasado domingo, al terminar la segunda jornada de grupos, Joseph Blatter puso un tweet. Justo ese día se llegaba al intervalo de partidos en este Mundial. Se habían jugado 32 de los 64 encuentros que en Brasil se disputarían. Ahora, tras la última jornada, ya son 48 los jugados. Solo nos queda un cuarto de Mundial, aunque el más interesante. Pues bien, el presidente de la FIFA decidió usar la red social del pajarito para dar su opinión en el ecuador de la competición. En primer lugar plasmó un dato objetivo, 94 goles en 32 encuentros. Lo que suponía 2,94 por partido, algo, que señaló Blatter, no se daba desde el Mundial de México ’70. Tras los 16 últimos partidos de la fase de grupos esa media ha disminuido un poco. Ahora son 136 goles en 48 partidos, una media de 2,83 por partido en esta primera fase. A ese dato, nada se le puede reprochar. Toda la razón para el jefazo del fútbol. Luego diría otra realidad, campos llenos y ‘Fan Fests’ llenas. Incluiría la puntillita: maravilloso. Esto como siempre, puede que lo haya escrito otra persona, la cual juegue el papel de Community Manager de su santidad. Nunca se sabe quién está detrás de estos magnates o mangantes díganlo como quieran. Lo que me indignó a mí y a mucha gente en las redes sociales no es lo que dijo, sino lo que omitió. También comprensible, para que iba a comprometerse en público. Para eso estamos los periodistas, para señalarle a él y a su organismo. Blatter y la FIFA al banquillo de acusados.

Miren, les seré sincero, mi documentación acerca de lo que iba a ser este Mundial, no fue la mejor. Me explico. Obvio que conocía las selecciones, obvio que sabía los encuentros, grupos, fechas y demás menesteres puramente deportivos, pero no me preocupe demasiado por el tema instalaciones, por el tema estadios que albergarían la cita. Tenía referencias, pero no quería creérmelas. Una vez comenzado el campeonato, mis peores pesadillas se hicieron realidad. El fútbol ya no es lo que era (ahora tiene el nombre de un banco la primera). Si me dicen que el Mundial en lugar de estar siendo en Brasil, se está jugando en Alemania, yo me lo creo. En los estadios no hay esencia del fútbol brasileño. Cierto que las gradas están siempre llenas de camisetas verdeamarelhas o de cualquier club del país brasileño. Afortunadamente, los aficionados mantienen esa esencia. Pero los estadios, ¡ay los estadios! Si los hacen un poco más europeos, construyen su propio Allianz o su propio Emirates sin prescindir de detalles. Digo estos dos ejemplos, porque me vienen al pelo para mi crítica del fútbol moderno o del fútbol empresarial, que viene a ser lo mismo. La FIFA, con el twittero a la cabeza, prefirió gastarse un dineral en la construcción del Arena de São Paulo. Mientras Morumbi, estadio con esa aureola brasileira, escucha el silencio. No hay fútbol en Morumbi. Denigrante.

Miradas altivas, gestos de superioridad, trajes de las mejores marcas. Pobres ilusos. El fútbol no es de ellos.

Hemos tocado punto clave. En este Mundial se europeiza el fútbol hasta límites inimaginables. Estadios europeos, horarios europeos, precios europeos, todo absolutamente todo se enfoca a este continente. Evidentemente, no solo ocurre en el fútbol, pero a diferencia de otros temas o materias sociales, el fútbol es del pueblo, surgió en el pueblo y es el pueblo el que se debe a este deporte. Por mucho que la gente con traje trate de adueñarse del bello deporte, jamás lo conseguirán, porque les falta lo más importante, la pasión. En este proceso de europeización, se gasta una brutalidad de dinero en algo que no necesita tal desembolso. Vayamos a Brasil, hagamos que gasten dinero, subámosle los precios a todo lo posible, y luego digamos que les hace bien a los brasileños. Claro son el centro del mundo, como no les va a hacer bien, solo se habla de Brasil en el mundo ahora mismo, a esta gente la estamos ayudando. Además les vamos a dejar unos estadios nuevecitos muy bonitos. No, no y no. Lo primero, ¿han preguntado a ese pueblo? La mayoría de los brasileños no quería la Copa del Mundo, y sigue sin quererla. Esto no quiere decir que no sean futboleros, que lo son y mucho. Pocos lugares en el planeta aman más a este deporte que los brasileños y por ello precisamente se están dando cuenta de las vejaciones que están recibiendo tanto ellos como el deporte. El espectáculo está siendo mejor de lo esperado, demos gracias. Yo y todos los que amamos este deporte estamos disfrutando como jabatos. También los que están en las calles criticando la cita mundialista están disfrutando y más con su selección brasileña, porque les gusta el fútbol, puramente el fútbol. Pero, ¿qué pasa? Pasa que mucha gente en Brasil no tiene con qué comer, no tiene dónde curarse, no tiene más que una pelota de cuero, la cual quiere más que esos señores con corbata que dicen ser dueños del deporte. Pobres ilusos. También pasa que si un trabajador de São Paulo, tenía que coger transporte público para ir a trabajar, ahora resulta que le cuesta mucho más que antes, ¿por qué? Porque han venido los europeos con su dinero reluciente. Luego, resulta que se dejan estadios nuevecitos y bien bonitos, pero  a saber si los clubes podrán afrontar el gasto que supone mantener estos estadios. Demencial.

Contraste 2

La seguridad brasileña hace tiempo que se estaba preparando. Hace tiempo que sabía que alrededor del Mundial iba a haber revuelo. Lo sabía, porque conocía las injusticias que se estaban cometiendo. La violencia indiscriminada se daba bajo dos supuestos, el primero que el que la utiliza no tiene más con que llenar su cabeza vacía, la segunda que conoce que el que recibe los golpes tiene razón y quiere acallarlo como sea. Al final ha resultado que la mejor forma de protesta ha llegado desde el arte, desde el anonimato en la autoría de obras magistrales. El muralismo en las calles brasileñas ha transmitido el mensaje al mundo. Injusticias políticas y económicas, maltrato al fútbol, falsos ídolos; todo se reflejaba en estas pinturas que hacen digno honor al muralismo más carismático de todos, el mexicano, con Diego Rivera a la cabeza, al menos desde mi punto de vista. El pueblo ha vuelto a demostrar que el fútbol no es dinero, no es teatro. El fútbol jamás podrá ser comprendido por aquel que siempre lo tuvo todo, el fútbol lo entiende aquel que solo tiene una pelota, aquel al que le escupen desde las tribunas más caras. Puede que mucho europeo medio de mente estrecha esté contentísimo con el Mundial, y no se dé cuenta de nada más. Yo estoy muy contento con el fútbol que nos está dejando la cita, porque eso no lo pueden poseer, aún no. El fútbol, la magia del balón, se puede disfrutar de forma delirante. Otra cosa es lo que rodea al fútbol. Solo con pensar la gran cantidad de oportunistas, aprovechados, pelotas, mangantes o ineptos con traje que han ido a la cita, se me revuelve el estómago. Mientras, en las calles, unos chicos, a los cuales les están ahogando todavía más, corretean descalzos detrás de una pelota en su favela. El fútbol aunque no lo sepan, es de ellos. El dinero no puede comprar la pasión.

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