Histórico
15 junio 2014Fran Alameda

Argentina: Girar en torno a Messi

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Por Fran Alameda (@Fran_Alameda)

Hace dos semanas, en el Play Fútbol Ser, charlamos con Diego Latorre sobre la selección argentina. Él, exfutbolista y ahora comentarista y columnista, advertía que Sabella no quiere tanto sus hombres como sí los hombres de Messi. Rehabilitar a Leo significa inclinar la balanza por difícil que parezca la empresa. Messi no conoce más variantes que su regate. Él, el balón y a jugar. Sabella le ha concedido todo: su grupo, su fútbol, su parcela libre en el campo… Messi lo tiene todo para lo bueno y para lo malo. Los dedos acusadores esperan, guadaña en mano, que el fallo devenga como devienen los héroes caídos, cortado por los pies a modo de estatua.

Los cambios han sido más o menos ligeros, pero sustanciales incluso en forma y fondo para la selección argentina. El once tipo funciona con cuatro defensas y tres centrocampistas que achican lo que los tres de arribas ceden: una pradera para que el rival comience la jugada sin riesgo alguno. Incluso con cinco defensas (ha habido varias pruebas de Sabella con esto), la realidad ha sido la misma: liberar a Messi más uno para que tenga un socio suelto que le permita un pase o un movimiento que elimine un rival. La realidad, al final, aunque parezca persistente es habilitar a Messi para que se sienta Messi. El fútbol del Barcelona ha marcado siempre a Leo. Y viceversa, claro. Las posesiones largas le sientan bien para descansar, pero no para atacar; el fútbol de Messi se ha resentido en la medida que la calidad de la elaboración ha bajado, por lo que Sabella ha insistido, sencillamente, en tener cierto espacio para correr. Ya sea por transición larga o por robo y carrera. Leo, de hecho, sigue siento el mejor regateador del mundo y el vértigo facilita esto.

Sabella, involuntariamente, ha ordenado a Messi que gane el Mundial; todas sus decisiones han sido enfocadas hacia leo: favor y obligación

Que el fútbol no es matemático es una verdad repetida hasta el hastío, aunque no por ello era anteriormente una mentira. Juntar a los buenos no ha significado en Argentina producir un volumen ofensivo más rico, más variado o más continuo. En este caso, ha aparecido un efecto contrario: el equipo de Sabella pela su centro del campo y se fragmenta en líneas separadas cuando el rival le roba el balón y le hace bascular dos veces. Argentina siente como se deshace y solo se sostiene con el nexo Di María, corredor además de extremo y muchas más; su voluntad defensiva soporta un nexo leve como un fino hilo de pescar. No sabes muy bien por qué, pero aguanta sin romperse… Hasta que cede.

Parece evidente que competir es algo que Sabella sí ha conseguido con su selección. Bajo qué parámetros y precio está por ver, pero el equipo se llama Argentina y se apellida Messi. Incluso al contrario. El contexto solo está enfocado a que Leo sea feliz: sus socios, sus amigos, su protección, su pradera para regatear, su vestuario, sus códigos. Y cada alteración, por mínima que haya sido, ha sido mirada con lupa por si se correspondía con la teoría. La responsabilidad, dijimos ya, es un dolor que pesa, que nunca aporta, pero siempre duele. Sabella, involuntariamente, ha ordenado a Messi que gane el Mundial. Peligro y duelo a la vista, salvo que Leo consiga convertirse en ¿el mejor de la historia?

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