Alemania empieza fuerte y entonada; Portugal, tambaleada y noqueada como los púgiles mareados suben al ring. El equipo de Paulo Bento no propuso un plan durante la primera parte y soltó a Kroos y Özil para que interpretaran una partitura de gran nivel individual, aunque a los acordes colectivos aún le quedan para parecer una sinfonía. El penalti sobre Götze abrió la lata y desató a la selección de Löw, que a partir de transiciones ofensivas coronó un partido para, como poco, solventar las dudas que había absorbido durante todo el 2014. El estilo volvió a resonar: asociación, juego de posición y posesión para dominar y transiciones más verticalidad cuando tocaba cambiar el ritmo. 0-4, puntos y, sobre todo, reconciliación con el fútbol. De duda a candidata sin cortapisas y Müller como héroe.
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