Por Fran Alameda (@Fran_Alameda)
Ser humano, en realidad, es ser otro humano. Decía Umbral que cada uno es los libros que ha leído, cada uno escribe lo que ha leído escrito, lo que le ha formado, lo que ha aprehendido. Por lo tanto, vivir es vivir del otro y no tanto de uno, una idea que fundamentó la filosofía de Ortega y Gasset (“yo soy yo y mis circunstancias”) y se puede extrapolar a cualquier ámbito de la vida, incluido el fútbol, que es el brazo más importante de las cosas menos importantes de la vida. Estas divagaciones sin importancia y casi sin contenido se podrían llamar ‘Tiempo recobrado’ porque no soy el que escribo, sino el que lee. Y ustedes, de alguna manera, leen lo que yo leo. Y lo que soy.
La personalidad, en realidad, son los detalles, por lo que no debemos sentir culpabilidad de ser lo que leemos o, en su defecto, estrictamente lo que consumimos. Parecerse no es copiar de la misma manera que imitar no es empeorar. Diego Pablo Simeone y José Mourinho son técnicos parecidos, en personalidad y detalle. O, directamente, en el amor por el detalle. Se dice, y con razón, que el fútbol es de los futbolistas, el activo que juega, decide, sufre, se equivoca y acierta, el que corrige y el que acata, el que niega, el que insulta, el que empuja y el que corre o deja de hacerlo. Pero el entrenador tiene el mérito de gestionar el vestuario, de incidir sobre el qué y el cómo, de poner a los jugadores y de establecer un plan de juego.
Simeone se ha empapado de Mourinho, son dos técnicos iguales en la superficie, pero distintos en la profundidad: dos personalidades, al fin y al cabo
Simeone y Mourinho son tan detallistas que al sacar de campo puede que dejen el balón en el centro sin intención alguna de ir a por él como si fuesen ratones y la pelota el queso. Como al baloncesto, Chelsea y Atlético se ordenan a partir de la recuperación. Simeone, personalista como Mourinho en planteamiento y desarrollo, propone dos planes: presión alta y presión baja. Quizá el portugués tenga más matices y más tramado de jugadores para desarrollar cosas. Pero no tiene a Diego Costa. Podría decirse incluso que sus planes de juego se asimilan en lo general y se definen en lo particular. Como la personalidad, por eso Atlético y Chelsea se parecen en la superficie y se distinguen en la profundidad.
De la personalidad de ambos, por cierto, se extrae un liderazgo emocional, además de futbolístico. La exigencia hace la victoria, pero, sin embargo, no se trata de situaciones de imposición, sino de convencimiento. Mourinho en GQ y Simeone JotDown coinciden: somos un equipo y las individualidades solo se entienden para mejorar al colectivo. Y como masa heterogénea, a los jugadores, niños que toman decisiones trascendentes mientras los ve mucha gente, hay que tratarlos a todos por igual y a cada uno en su contexto. Como no se repiten dos personalidades, no se repiten dos jugadores.
Mourinho y Simeone coinciden en la forma de entender el liderazgo, cada vez con menos imposición más que la del convencimiento y la sabiduría; demostrada, claro
Otro retal de la personalidad de los genios es vivir para su oficio, planear el detalle (como puede ser la forma en la que un rival controla o se suena los mocos antes de salir al campo) y dibujar su partido en el imaginario de la perfecta imperfección, es decir, de la perfecta humanidad, del fallo comprensible, pero el obediente seguimiento del plan. Vivir por algo es vivir por amar ese algo. Por eso el fútbol, como a los genios, lo rige la pasión; el nexo que todo lo une, decía Stendhal.
También te interesa: Atlético: Vivir la Champions con Simeone