Histórico
2 abril 2014Fran Alameda

PSG: Thiago Motta, el vendedor de periódicos

Motta - PSG 2014

A Thiago Motta lo fichó el Barcelona cuando el club no era idea, sino frenética actividad, cuando lo planeado siempre era un error (ojo a la posible revuelta a los orígenes, tenebrosos, lejanos e infames) y molaba improvisar, fichar promesas montadas en la ruleta de lo que serán, en la incertidumbre de una mente adolescente, con su fascinación por las nubes y no por los suelos. O sea, con la irresponsabilidad de los pájaros y no con el trabajo de las hormigas. Motta soñaba (incluso llegó a aparentar) que podía ser el mejor y, tras una carrera a la sombra del glamour de los periódicos, se ha consolidado como el segundo jugador más decisivo y el primero en importancia del PSG. O sea, el obrero tras el genio (sueco).

Además de en los extremos, Pep Guardiola aseguraba que el secreto de un buen equipo “está en el orden, en que todos sepan lo que hay que hacer”. Como el ser humano, defectuoso y errante, decide a menudo obviar sus obligaciones, en los equipos, como en cualquier empresa o en cualquier reflejo de la vida (secuelas de Camus), hay tipos que van con la escoba eliminando la suciedad, haciendo limpio un lugar polvoriento. Así funciona el oficio. El mediocentro es bisagra, la que une al bien y al mal, la que decide entre el suicidio y el acierto en ese segundo que separa al control del giro. O sea, al morreo del sexo.

La importancia del mediocentro es capital: el equipo se parte y él siempre está para dar una ayuda, una línea de pase, un robo o, sencillamente, unir las líneas

Motta - PSG 2014En el PSG, plantilla madura y equipo aún neófito de Champions, hay dos grandes centrocampistas, Matuidi y Verratti (élite absoluta en dos años), que han dejado paso al fijo, Thiago Motta. A sus 32 años ha descubierto la calma para templar el ímpetu diegocostiano y la sabiduría posicional para dominar las zonas interiores, que son los canales por los que rival perfora a los interiores saltarines. El físico deja de tener excesiva importancia y el jugador se amolda a su nueva cara, la experiencia del billón de pases dados y los no menos partidos jugados. El mediocentro (si me apuran y permiten el matiz, defensivo) es un jugador capital en equipos que se pueden partir; él está destinado a unir líneas, mandar y elegir, un puesto no para novel y sí para Nobel.

Benito Floro diferenciaba dos tipos de fútbol, el bien jugado y el mal jugado, eliminando todas las gamas de estilo que harán perdurar o no en el gusto de pocos y muchos. Eliminando recursos subjetivos, de puro sonajero deformador de hechos. Es decir, de escasa trascendencia. Como este artículo, quizá. El tiempo domina el mundo y, en realidad, el único acreedor de él es la edad. Démosle el valor que tiene al mediocentro curtido en los calendarios; al que responde a las preguntas sin respuesta precocinada; al que, parafraseando a Piaget, usa la inteligencia cuando no sabe qué hacer. Ahora Motta sigue sin vender periódicos, pero su equipo los llena.

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