Habla Bielsa de los merecimientos como habla David Trueba del estilo. Ambos son una manera de eternizarse, de consolarse, de creer, de, por qué no, entender la vida. Cuando a un equipo se le reconoce incluso como dice Eduardo Galeano por el sonido de la bota con el balón, es que ha compuesto una sinfonía coral. Once jugadores, una plantilla completa, girando en torno a una misma idea. Eso es estilo y la sinfonía perfecta se llama Atlético de Madrid. En el lado opuesto, el Barça, desnaturalizado, buscando alternativas jugando a lo de “siempre”. Pocas ideas y ninguna clara, justo el fracaso de Gerardo Martino. Ayer y quizá durante la temporada.
El Atlético tuvo dos caras distintas para los dos escenarios planteados en el partido: el repliegue alto y el repliegue bajo. El primero es el de los veinte primeros minutos, donde existen marcas casi individuales sobre la salida, atacando siempre la recepción de Busquets, forzando un pase de riesgo y robando tras el control del receptor. La jugada se repite en cada segundo pase y el Atleti tira tres veces a la madera y marca un gol. Con dos regates de Neymar, el Barça se conectó al partido. Eliminó la sensación de abordaje permanente, pero no logró el dominio.
El Barça siempre tuvo el balón, pero nunca el dominio. El Atleti, desde su repliegue bajo, acabó generando incluso más ocasiones que su rival
El control del encuentro, en realidad, nunca lo tuvo. La posesión del Barça fue continua, inherente a la idea de juego hasta llegar a tres cuartos, donde la idea se difuminó hasta mutar en desesperación, hacia donde va dirigido el plan b de cambiar sin cambiar, una especie de brainstorming a mitad de temporada. Un caos del que hablaba hasta Platón en La República. Martino cambió a Iniesta, que desoyó la ventaja de su banda izquierda, e intentó, sencilla y primitivamente, que pasaran cosas en el partido. Todo lo que pasó fueron ocasiones del Atleti, la posesión bajó su calidad y el Barça formó su particular frenesí de descalabro, centros de Alves a la frontal del área esperando que apareciera un tipo de dos metros y medio o una chilena de Rivaldo,
Mencionar uno, dos o tres nombres del Atleti es pecar de injusto. El colectivo es la sugestión del cholismo, esa manera guerrera de comprender que al fútbol, primero se piensa y después se corre (se muere uno si hace falta), pero ambas son condiciones vitales. El Atleti se juntó, se hizo corto, ancho y estrecho (acordeón perfecto), y no permitió una ventaja a Messi. Simeone plantea los partidos como lo hacía Mourinho, todo en función a él hasta límites desproporcionados como explica David León. Aquí nacen las ventajas individuales de Neymar, de la atención a la zona Messi, que funciona como magneto, pero no genera con balón.
El elogio es merecido y justo: el Atlético de Madrid es semifinalista por méritos propios. No es la mejor plantilla, pero sí el mejor colectivo, una obra antológica de Simeone
El Barça se volvió plano y previsible contra el equipo que mejor defiende un ataque organizado. El 4-4-2 estrecho, esquema de origen casi bizantino, que genera superioridades tanto en la salida por banda como en su frontal del área triunfó. Simeone arrasó en la batalla eliminando preguntas ante las que el Barça ni había pensado respuesta. Fue siempre dos marchas por delante. No corrió más, sino mejor. Simeone se inventó quince minutos de coleccionista y un partido completísimo a la altura de la competición. La Champions League graba nombres en la chapa de su historia, que va más allá de un trofeo, y el Atleti del Cholo ya tiene un hueco. Honor a quien honor merece.