Histórico
3 enero 2014Francisco Ortí

Valencia: Pizzi, un paso en la oscuridad

Un club en venta, un avalista que niega serlo, un inversor que no llega, un vendedor que no vende y un vestuario caníbal, capaz de sacrificar entrenadores a conveniencia. Ese es el caótico escenario en el que Juan Antonio Pizzi aterriza para vivir su primera experiencia en los banquillos europeos. Ese es el Valencia, un lugar donde el futuro es totalmente incierto. Puede suceder absolutamente cualquier cosa y que al día siguiente ocurra lo contrario. Con el fichaje de un técnico ‘novato’ como el del argentino, el conjunto ché hace una apuesta arriesgada, pero mayor todavía es el riesgo que asume Juan Antonio Pizzi. El argentino ha cambiado una realidad cómoda, dirigiendo a un equipo campeón como San Lorenzo que competirá en la Copa Libertadores y donde era un ídolo, por un entorno peligrosamente inestable en el que nadie tiene el mañana asegurado. Pizzi ha dado un paso en la oscuridad.

En materia institucional, el Valencia atraviesa uno de los momentos movedizos de su historia y eso son palabras mayores hablando de un club tan acostumbrado a convivir con los vaivenes sociales. Por un lado, Amadeo Salvo busca un inversor (Peter Lim) que inyecte el capital necesario para asumir la autoridad de la entidad pero le mantenga en el sillón de presidente. Por otro, Bankia, el principal acreedor del club, grita que el Valencia está en venta, pero esconde las acciones cuando se atisba una posible oferta y asegura que sólo está dispuesto a traspasar la venta. Y en medio de todo se encuentra la Generalitat Valenciana, el intermitente avalista del préstamo de Bankia al Valencia que unas veces niega serlo y otras no en función de que los resultados de los sondeos de intención de voto en las próximas elecciones. Una tragicomedia de intrigas palaciegas en el que las partes se preocupan únicamente por llevarse tajada de la herencia del rey, mientras éste muere poco a poco sin que nadie se preocupe por él.

En lo deportivo la situación no es mejor. Desfilan los directores deportivos, desfilan los entrenadores, se vende a quienes hablan claro y se mantiene a quienes contaminan. Braulio Vázquez comenzó la temporada como responsable de fichajes, y Rufete como encargado de desarrollar la academia valencianista. Cuatro meses después, Braulio estaba fuera y se inventaba un nuevo cargo para que Rufete se convirtiera en amo y señor del club en cuestiones deportivas. Un manager general (o general manager, con acento inglés que queda mejor) que ficha para el primer equipo, para el filial, y dirige la escuela. El banquillo tampoco garantiza mayor estabilidad. En dos años ya van cuatro entrenadores. Mauricio Pellegrino fue destituido. Ernesto Valverde se marchó espantado. Después llegó Miroslav Djukic, fue defendido a capa y espada por Salvo, quien lo ratificó hasta final de temporada y no se comió los turrones. Tras el paréntesis de Nico Estévez toma posesión del puesto Juan Antonio Pizzi, a quien ha ido a buscarle Roberto Fabián Ayala, quien no se sabe muy bien que papel desempeña en el club pero también está invitado a este frenético baile de máscaras.

La plantilla tampoco ayuda a mejorar la estabilidad del club. Adil Rami fue acusado de desacato y exiliado a Milán por denunciar que en el vestuario había jugadores pelotas. Esta semana Ricardo Costa ha expresado básicamente lo mismo y no sólo se mantiene en el club, sino que apunta a titular el sábado contra el Levante. Cuestión de formas o de tempo. Unas declaraciones y otras están separadas por un periodo de poco más de tres meses en el que Djukic ha ido labrándose enemigos entre los distintos clanes del vestuario hasta quedarse sin apoyos y, finalmente, siendo destituido. Con el serbio, el Valencia fue perdiendo primero la identidad, luego el alma y, por último, cualquier esbozo de criterio futbolístico. Como resultado de ello, antes de que termine la primera vuelta, el conjunto valencianista se encuentra hundido en la undécima posición más cerca de los puestos de descenso que de los europeos y muy lejos (a trece puntos) de su objetivo al comienzo de la temporada, los puestos de Liga de Campeones.

Para reconducir la situación un director deportivo novato como Rufete ha apostado por un entrenador novato como Juan Antonio Pizzi. El argentino jamás ha entrenado en Europa y apenas tiene experiencia en los banquillos, aunque le avalan los resultados que ha obtenido hasta el momento. Obtuvo el carnet de entrenador compartiendo aulas con Pep Guardiola y Luis Enrique. Debutó en los banquillos en 2005 en Colón de Santa Fe, donde formó tándem con otro ex valencianista como Chemo Del Solar. Después voló en solitario para hacerse cargo del Club Deportivo Universidad San Martín de Porres y del Santiago Morning. Más tarde saltaría a la Universidad Católica de Chile, donde se proclamaría campeón del Bicentenario en 2010. Tras su primer éxito regresó a Argentina para intentar ascender a Rosario Central. No lo consiguió y se marchó para tomar las riendas de un San Lorenzo de Almagro que luchaba por la salvación y acabó convirtiendo en campeón.

El milagro que obró en Buenos Aires es el que busca repetir ahora en Valencia. “Cuando llegué a San Lorenzo (octubre 2012) la situación era mucho peor que esta. Se peleaba por la salvación. No había estructura dentro de la plantilla para salir rápido a flote y con trabajo salimos adelante. Ahora queremos aplicar ese mismo trabajo para obtener resultados. Sabemos que las circunstancias son distintos, pero confiamos en nosotros y sabemos que podemos devolver al Valencia al sitio que merece por historia“, explicó Pizzi en su presentación como entrenador del Valencia. Puede que no se le den nuevas armas para buscar otro ‘efecto Valverde’ en Mestalla, puede que no lleguen fichajes y hasta es posible que el club se venda sin darle oportunidad a demostrar su talento como entrenador. Puede suceder absolutamente cualquier en Valencia, pero Pizzi confía en sí mismo y en su cuerpo técnico. Una confianza ciega puesto que ahora mismo está dando pasos en la oscuridad. ¿Encontrará la luz?

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