Histórico
18 diciembre 2013Jose David López

Mundial de Clubes: Tardelli, la oportunidad interminable

Tardelli - Atlético Mineiro 2013

Levantó la mirada, intentó abrir los ojos en la penumbra e intuyó la sombra que cada mañana, bien temprano, se dejaba reflejar en la puerta de su habitación. Era habitual, silencioso y precavido, pues de sus pasos en la oscuridad dependía día a día la tranquilidad de su familia. Bocata en mano tras un café rápido y un beso de despedida a su mujer, el líder de los Tardelli, se mostraba feliz de camino a la fábrica Romi (filial de BMW en Brasil), uno de los pocos grandes imperios industriales que ofrecía estabilidad en su Santa Bárbara d’Oeste (municipio pequeño cercano a Sao Paulo). La otra alternativa era bastante más sufrida, pues si no se fabricaban Isettas (curioso nombre para el ‘huevo’ que se dejaba ver en todo el planeta como coche de moda tras la Segunda Guerra Mundial), tocaba evitar la ruina y los constantes problemas de la vida callejera en instalaciones de algodón o alcohol, afamadas en la época gracias a su accesible mano de obra con adolescentes que acababan explotados vilmente o terriblemente ebrios.

Diego Tardelli, el hijo, sentía cada mañana aquellos pasos de su padre pero jamás le contó que, cada vez que notaba su presencia, giraba en la cama y pensaba durante horas en el presente, en el futuro, en lo que no estaba a su alcance y en lo que dependía de sí mismo. Mientras sus amigos ya se aglutinaban en las listas de empleados marginales o pernoctaban en la calle tras ser castigados por desastrosas decisiones, su padre le impidió tomar la iniciativa por el lado equivocado. No era una decisión alocada o absurda, sino bien meditada después de que, meses atrás, dadas las cualidades habilidosas del pequeño con la pelota, malgastara la primera gran oportunidad de su carrera (fue despedido del Santos siendo un niño por problemas disciplinarios mientras apuntaba para promesa en la misma generación que Diego o Robinho). Tanto había dolido al líder familiar que por falta de identidad su hijo perdiera su sueño, que le mantuvo con rectitud y dureza en cada una de sus acciones, sin permitirle libertad o tranquilidad en cada una de sus decisiones.

Tardelli es un sobrenombre que le colocó su padre en honor al ex internacional italiano y campeón del Muno en 1982,  Marco Tardelli

Diego Tardelli era enérgico, un ratón imparable, un hiperactivo diagnosticado y, sobre todo, un chico rebelde que jamás silenciaba su postura ante las adversidades, algo que pagaron numerosos entrenadores y asistentes que pretendían sin suerte calmar sus expectativas. Pero aquella mañana en la cama, comprendió que la aureola protectora de su padre no podía perpetuarse, que sus metas estaban fervientes y que aquél planteamiento de vida había llegado a su fin. La cercanía de Sao Paulo le ofrecía una oportunidad interminable.  Cogió las maletas, avisó con una carta en la mesa del salón y se marchó a la gran urbe.

Betis - TardelliAbandonó sus botas en el Uniao Barbarense (el club de su ciudad donde inició su extenso caminar) y presentándose en las oficinas del Tricolor de Sao Paulo, llamó repetidamente a las puertas. El club de Morumbi, al que siempre animó desde su televisor, le conquistó desde muy pequeño gracias a la inolvidable generación de Telé Santana, que lo había convertido en el más grande del país incuestionablemente tras alcanzar el éxito estadual, nacional e internacional. Aunque más que las horas delante de la pantalla, lo que Diego recordaba con extrema sensibilidad, era la única vez que había visitado el estadio donde aspiraba a brillar. Años atrás, fue con su padre, tras recibir unas entradas de invitación generadas en la fábrica al ser patrocinador del club, pero disfrutó y sonrió tanto, que aquellos colores, sus colores, merecían cualquier esfuerzo añadido. La personalidad para armarse de valor y buscar una mejora en su vida y en la de sus padres, no tardó en conquistar a base de regates, desbordes y velocidad endiablada a los técnicos paulistas. En la primera prueba que logró (aseguran los que allí estaban que Tardelli saltó las vallas del entrenamiento porque no le dejaban pasar), necesitó una jugada para evidenciar su técnica, su electricidad en carrera y su verticalidad, lo que acumuló notas positivas en la agenda de quien decidió asentarlo en los planes del O Mais Rico.

Dos años después, daría el salto al primer equipo con 19 años y 9 goles ampliaron las expectativas sobre él, que se convirtió en internacional Sub 20 y en una de las promesas más potentes del fútbol brasileño. Su padre pasó cada tarde por el estadio, su madre (Ivania, clave para sus pensamientos) dejó de sacrificarse inútilmente por tres reales y la apuesta, arriesgada, había tomado el color positivo que el chico rebelde buscaba. Celeridad en ejecución, desborde exterior y capacidad para definir diagonales, motivaron su gran temporada de debut, que nunca encontraría continuidad. Un par de lesiones físicas le sacaron de la actividad más veces de las deseabas, le impidieron rendir con asiduidad y acabó saliendo sin mucho ruido, pero con la intención de conquistar un gran contrato en campeonatos más poderosos. Quizás una mala gestión de sus agentes, quizás una desorbitada preocupación por asaltar terreno europeo o quizás una falsa capacidad futbolística, marcaron los primeros años de su periplo en Betis y PSV, donde conoció la competitividad de Liga (en un club bético que además participaba en competiciones internacionales) y el frío de la Eredivisie (aseguró en Eindhoven que sus dedos siempre acababan moradas y doloridos cuando entrenaba).

Anzhi - TardelliLas oportunidades pasaron de largo, su credibilidad como promesa creciente perdió peso y cesiones a Sao Caetano o Flamengo no levantaron las emociones de sus primeros partidos. No quedaba ni rastro del chico atrevido, de su imprevisible hiperactividad ni del ambicioso alarde de convicción que le había llevado a cambiar de vida. Pero lo peor, es que su fuerza interior y confianza, estaba destrozada. En su caída en picado, la sabiduría de Ivania apareció en escena. La mamá, acompañaría a su hijo a Minas Gerais, donde un Atlético Mineiro en horas bajas y con la permanencia como objetivo, buscaba ampliar una nómina de futbolistas humildes y alejados de la grandeza de sus competidores con el único fin de subsistir. Una mano que agarrar, una boca con la que dialogar, una cena que compartir y un horario que completar, fue el equilibrio que Tardelli encontró con quien más le quería cerca de él. Le impidió trasnochar (pues durante su etapa en Flamengo había generado diferentes trifulcas nocturnas), le pidió un esfuerzo mayor en su profesión (él mismo admitió que había perdido la fe en sus capacidades) y transformó día a día una nueva personalidad.

El club se asentó nuevamente entre los más poderosos del país, fue dejando atrás los problemas financieros que lo habían frenado y aglutinó jugadores de mayor experiencia, algo que ofreció el trampolín ideal a Tardelli. Sus goles, asistencias, contragolpes y definiciones, que le sirvieron para acumular hasta 73 goles en tres temporadas, hicieron explotar la mejor versión que jamás había mostrado. Ídolo del Galo, el más querido por sus torcedores, ya internacional con Brasil tras ser llamado en varias ocasiones y aquél que recogió frutos de Mejor Jugador de la campaña y Mejor Atacante del curso. El presidente Alexandre Kalil, rechazó una propuesta de 23 millones de reales desde Europa mientras su estrella seguía brillando conquistando el Mineirao en 2010 y llevando la responsabilidad de la plantilla, aunque cuando el todopoderoso Anzhi ruso apareció en escena, no pudo evitar traspasarlo por 5 millones de euros (a cambio solo del 63,5 % del pase).

Este Atlético Mineiro tiene dos centrales experimentados (Leo-Réver), una estrella cualificada (Ronaldinho) y un gigante ofensivo (Jo), pero la velocidad y lo imprevisible lo pone Diego Tardelli

El frío, esta vez más tenebroso y desolador que antaño, recordó su fragilidad lejos del ardor de su país pues apenas llegó a vestirse de corto en 10 partidos. El desastre le hizo repetir varias veces sus deseos de regresar al Mineirao, pero los altos costes de su ficha y los contratos en diferentes agentes y compañías, evitaron que pudiera regresa sin más y por intereses comerciales, tuvo que pasar un año en el Al-Gharafa qatarí, donde se paseó en un nivel muy inferior al que merecía. A principios de este año, su madre Ivania, oficializaba la noticia por todos deseada: “Muito Feliz Meu filho no está de volta ao Galo Obrigado”. Meses que ha aprovechado para recuperar la auto-estima, para granjear sus habilidades entre los que más las valoran, para seguir siendo ovacionado cada semana por torcedores enloquecidos y, sobre todo, para sumar el primer gran título internacional, una Copa Libertadores a la que contribuyó de manera decisiva con 6 goles (máximo goleador de su club).

Mientras algunos críticos piden su oportunidad en la selección brasileña de Scolari, mientras los galones del campeón de América siguen llevando su nombre (porque Ronaldinho ha pasado tiempo lesionado, siendo él fue quien dio la cara) y mientras, su madre lo sigue mimando para que no cometa los errores del pasado. “Estoy en mi mejor momento. Estoy muy satisfecho y confía en mis compañeros. No lo desaprovecharemos”. Diego busca cerrar el círculo en un Mundial de Clubes que vuelve a abrirle las puertas de la oportunidad, esa que por muchos errores, conflictos o polémicas que le acompañen, jamás le faltó para mostrarle el camino correcto.

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