Histórico
1 octubre 2013Fran Alameda

Champions: Jugando en Celtic Park

Nada hay tan especial como esforzarse en ver lo rudo como heroico e incluso bonito. Creo, además, que es un espectáculo tan antiestético que se toca con la belleza por los polos. Cuando el fútbol entendía de sentimientos eternizados más allá de lo que dijera la competición, en Celtic Park se jugaba un derby, que en este caso se convierte en una forma casi banal de denominar un partido. Rangers y Celtic consiguieron que el resto de Europa creyese que Glasgow es la capital de Escocia, que la religión tiene que ver con el fútbol y que jugar un partido (o ganarlo) no es un medio, sino un objetivo.

No hay mayor poesía que la expresión de la emoción por medio de un acto casi involuntario. Ir a Celtic Park era, quizá vuelva a ser, una manifestación vital, ni siquiera cultural, con la que darle la mano a la eternidad después de una victoria contra el Rangers. Pero el Rangers bajó. Y el fútbol en Glasgow ha recogido algo de lo heroico que supone jugar en el subsuelo de las categorías. Pero olvida a pasos agigantados lo que es ganar a tu máximo rival. Por eso Celtic Park quiere ser especial. Jugar allí no es jugar en un estadio con un par de leyendas agrandadas por la voluntad de un cuentacuentos, sino es con el aroma a lisbon lion de unos cuantos chicos del barrio del club que reinaron Europa destilando lo más romántico del fútbol, placer y sentimiento, para ganar al Inter de Helenio Herrera. Es una victoria social y deportiva al Rangers. O una derrota, que en Celtic Park es sinónimo de alentar y no de perder. O una victoria al Barça de Messi con poco más del 20% de posesión, o sea, lo que te da dos tiros a puerta y tres saques del portero.

Ese partido, además de ser el paradigma de la posesión inoperante del Barça y récord de pases de Xavi en noventa minutos, lo sentenció Tony Watt, un canterano del Celtic, que debutaba en Champions y ya no juega allí. La obra fue tan excelsa que ni siquiera ninguno de los goleadores se ha atrevido a seguir allí, sobre el techo de Celtic Park. Donde descansa (o no tanto) la gloria del republicanismo escocés, de la historia de un equipo arraigada a la sociedad como cuestión de fe. Allí, hoy, vuelve la Champions, el único reducto actual que puede devolver la emoción a Celtic Park. Un estadio de verdad.

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