Histórico
8 mayo 2013David De la Peña

Real Madrid y Verratti: ¿Una historia juntos?

Uno de los primeros nombres que surgió cuando Zeman llegó por primera vez a la AS Roma (en el verano de 1997) fue el de Pep Guardiola. Pep tenía 26 años y la luz del maravilloso Dream Team ya se había apagado. El Barcelona había perdido la liga española -que ganaría el primer Real Madrid de Fabio Capello-, y durante ese mercado los rumores de traspaso se dispararon en la ciudad condal. Tanto, que el club vendió a Ronaldo, después de una temporada sencillamente espectacular del joven delantero brasileño. Quiero decir, que no era para nada descabellado pensar que una institución del club como Guardiola pudiera haber acabado fuera del equipo. Sin embargo, Zeman dijo que Pep era “demasiado lento” para su centro del campo. De hecho, Zeman dijo que si a Roma llegaba algún blaugrana, debía ser Iván De La Peña. De La Peña fue a Roma -pero a la Lazio– un año después, y al final quien se enfundó ese mismo verano la zamarra giallorossa fue Eusebio Di Francesco.

Di Francesco era un centrocampista con más ida y vuelta, llegada al área rival, y con más energía. Sin duda, con menos fútbol que Guardiola, pero con más energía. El tema de que Guardiola era demasiado lento abre un evidente debate, pero bueno, como no es el tema que nos atañe, diremos que sí, que Di Francesco corría más. Di Francesco llegó incluso a ganar el Scudetto en el año 2001, hizo una carrera decente en el primer equipo de la Roma, y se acabó retirando en el año 2005 en las filas del Perugia. Le gustaron los banquillos, y poco a poco ha ido escalando -Virtus Lanciano, Pescara, Lecce- hasta llegar este verano a Sassuolo con la difícil tarea de sustituir a Fulvio Pea. O difícil parecía, porque el Sassuolo está a sólo tres puntos, o a la espera de que alguno de sus perseguidores pinche en las dos jornadas que quedan, para ser equipo de Serie A. Por supuesto, este Sassuolo juega con el 4-3-3, cono Di Francesco aprendió de Zeman.

No será, de concretarse, el primer ascenso del técnico pescarese, y es que fue precisamente Di Francesco quien situó recientemente en el mapa nacional al club de su ciudad: el Delfino Pescara. En verano de 2010 y después de un agónico play off frente al Hellas Verona, el Pescara ascendería a la Serie B y, no era para menos, el club abruzzese confiaría en él como entrenador del equipo en la segunda categoría. Y allí, junto a él, en el banquillo, había un jovencito con cara de niño, ojos azules y mofletes rosados: Marco Verratti. Verratti ya había tenido algunos minutos -con 16 años- a comienzos de la temporada del ascenso, con Antonello Cuccureddu, pero fue Di Francesco quien empezó a ponerle con continuidad. Verratti empezó como mediapunta, jugó algunos partidos en la izquierda, y terminó asentándose en un doble pivote. Los primeros pasos de Verratti en el fútbol italiano eran los de un jugador muy móvil, con buena conducción, bastante descaro, pero de predisposición eminentemente ofensiva. Parecen una buena carta de presentación para un centrocampista si tu entrenador es Zeman.

Dicho y hecho. Di Francesco dejó el banquillo del equipo al final de aquel verano, después de haber conseguido el objetivo de la salvación, y su sustituto fue el checo Zdenek Zeman. El maestro, regateando al manido tópico, superó con creces al alumno, e “Il bohemo” logró un inesperado ascenso a la Serie A. Zeman hizo un nombre de Sansovini, Insigne o Immobile, pero también le dio al prometedor Marco Verratti una dimensión más a su juego. Verratti empezó el año lesionado, y de hecho, le costó bastante sentar a Togni, el regista titular, pero al final los hechos cayeron por su propio peso. Verratti tenía todo lo que le gusta a Zeman en un mediocentro: descaro, buen manejo de balón, ritmo, capacidad de conducción, y además demostró una sensibilidad en el robo bastante sorprendente dado su perfil, gracias a una gran lectura de la situación y un tackling sorprendentemente preciso. Quien sabe qué hubiera pasado si Di Francesco no hubiese llegado a la Roma en el verano del 97, pero lo cierto es que, entre unas cosas y otras, un desconocido como Verratti acabó fichando después del ascenso con Zeman por el todopoderoso Paris Saint Germain.

Las sensaciones de Verratti en París han sido francamente buenas. Indudablemente, han existido momentos de duda, picos de forma y situaciones absolutamente lógicas si contextualizamos su fichaje, llegado directamente de la Serie B italiana. De hecho, dejando mi opinión, que he seguido al jugador desde sus inicios y al que tengo un aprecio especial, he sido el primer sorprendido por haber visto que, finalmente, ha sufrido menos de lo que esperaba. Ancelotti ha acabado utilizando a Verratti en un doble pivote -sin ser una estructura como esta la que había dejado lo mejor de él en la Serie B-, y aún así ha funcionado bastante bien, dejando actuaciones absolutamente brillantes en escenarios realmente complicados, como aquella del Camp Nou en la vuelta de los cuartos de final de la presente edición de la UEFA Champions League. El impacto de Verratti ha sido tal en su primer año en la élite, que un momento de cierta tempestad, como el que vive actualmente el Real Madrid, ha sonado como parte del futuro proyecto de la casa blanca.

Es un poco precipitado hablar o no de su posible adecuación, sobre todo en un momento en el que no está nada clara la continuidad de Jose Mourinho. Partiendo de esa base, y sin conocer la certeza de los rumores que apuntan a que Ancelotti será el próximo técnico en Chamartín -algo que beneficiaría enormemente, por razones obvias, su acoplamiento-, podemos centrarnos en qué tiene el equipo -Xabi Alonso-, qué ha exigido históricamente el club, y qué puede aportar Verratti en cuanto a la relación con los que ahora mismo están en plantilla. Para empezar, Verratti tiene muchas diferencias con Xabi, pero también ciertas similitudes. De cara a poder ser su relevo hay que empezar por ahí, porque evidentemente, hablamos de un jugador absolutamente fundamental en la etapa reciente del Real Madrid.

Para empezar, Verratti es peor que Xabi Alonso, en este momento es así en general, pero sobre todo en la aportación fundamental del tolosarra con balón: batir líneas rivales. Xabi es finísimo en esto, tiene un talento sobrenatural para encontrar compañeros que están delante suya gracias a su milimétrico pase raso. En esto, Verratti sufre más. Él utiliza su buena capacidad para girar, y su descaro cuando recibe en la base para atraer rivales y entonces filtra, pero ya con el espacio despejado, lo que supone un riesgo que no corres con Xabi. En cuanto a jugadores más lejanos, Xabi es demasiado preciso en los cambios de orientación y envíos largos, pero es algo en lo que Verratti también aporta, sobre todo para activar carreras al espacio. Cuando el equipo la pierde, Xabi es superior a Verratti en lectura y técnica defensiva, pero para un equipo vertical como el Real algunas características del italiano pueden ser bien recibidas en este momento. Sobre todo, su facilidad para abarcar bastante campo en transición defensiva, y su precisión para ir al suelo. Verratti es capaz de cubrir distancias largas, y eso es un argumento defensivo bastante potente para lo último que hemos visto en el Real Madrid. En cuanto a carácter, ahí, quizá, tengamos el principal argumento a favor de Verratti. No le ha pesado jamás el peso de la responsabilidad en ninguno de los equipos en los que ha estado, y esto es trascendental para vestir la casaca blanca. La comparación con Xabi Alonso deja en mal lugar casi a cualquiera, así que teniendo en cuenta esto, hay que decir que Verratti es una opción a tener en cuenta. Cada futbolista, ya sea Guardiola, De La Peña, Di Francesco o Alonso es diferente, y si hay una cosa clara, es que, a su manera, Verratti tiene una bonita historia que escribir.

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