Muchos años de espera. Muchos años de segundo escalón. Muchos años de revanchas sin culminar. Y todo, para hacerlo en su mejor versión, en la que mayor satisfacción podría generar y, desde luego, la que más proyección de futuro asegura al Atlético de Madrid. Porque vencer en el Santiago Bernabéu era un reto casi histórico, hacerlo en una Final de Copa del Rey probablemente no entraba ni en las mejores cábalas pero hacerlo además en un partido donde había que remontar y acabar desesperando al rival, es decididamente producto de los mejores somníferos. Ocasiones sí, sensaciones todas y emociones disparadas en una noche capitalina vestida de rojiblanco.
Pero para llegar a esas conclusiones había que desenmascarar a quienes protagonizaban la escenografía en el césped o en el banco. Los primeros no cumplieron con talento o desequilibrios talentosos, sino con corazón y convicción. Los segundos acabaron reflejando todas las tensiones, aunque solo uno supo leer correctamente lo que era positivo para su equipo y para interpretar todo ese exceso de fervor en pro de sus jugadores. Hubo goles, acciones polémicas, ocasiones que hubieran generado otros protagonistas y porteros que buscaban su momento de gloria en plena polémica globalizada desde las gradas. Una final de corazón y casta. Una final atlética.
Simeone: El sinónimo de victoria cosechada en base a convicción, determinación y sentimentalismos traducidos en combate para desarbolar al rival, es el técnico argentino. El mismo que llegó para dar identidad, determinación y ambición a un club que estaba en los suelos y al que levantó a base de un adn que precisamente estableció con estos colores. En el césped ganó los mejores títulos nacionales con ‘su’ Atlético y ahora lo ha recalcado a grandes rasgos desde el banquillo. Ganó la lectura en todo momento, no arriesgó cambios pero supo sacarles jugo en la prórroga y, sobre todo, insufló aires de fe y creencia ganadora en sus jugadores. Media victoria es suya, por entender que sus opciones pasaban por encontrar un ritmo adecuado basado en la compresión de que el rival era superior. Eso es saber encontrar soluciones.
Cristiano Ronaldo: Gol en una nueva final como ya suele ser costumbre. Un tanto de cabeza que, además recordaba muchísimo al que hace dos años ya le dio la Copa del Rey a los blancos ante el Barcelona (aquella cita en Mestalla). Pero pese a ese testarazo brutal que abría el marcador, alimentó su falta de acierto y su excesiva ambición descontrolada, para ir acumulando salidas de tono y errores constantes en la toma de decisiones. Las últimas que tomó, precisamente, giraban en torno a una sanción que primero avisó por amarilla tras numerosas quejas y que acabó por sacarle expulsado del partido por una agresión a Gabi absolutamente gris, en el tono oscuro de su partido. Pudo ser salvador una vez más, pero prefirió no serlo.
Courtois: “Es un portero de nivel y que ha crecido mucho. Ha sido importante para ellos”. Era la respuesta de José Mourinho cuando en rueda de prensa se le preguntó acerca del portero rojiblanco. El belga, cedido aún por el Chelsea, pide a gritos seguir en el Calderón (intenta crecer y esperar a que Cech se retire en suelo Blue) con noches determinantes para su club. Capaz de mantener vivo al Atlético, rompió las previsiones de gol blanco constantemente. Saliendo con valentía, mostrando agilidad, sabiendo reaccionar ante ocasiones cercanas y siempre con un carácter poderoso en sus acciones. El jugador de moda bajo palos en el continente. Su año. Su partido. Su futuro asegurado.
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