Histórico
16 abril 2013El Enganche

Real Sociedad: Un teatro en los sueños de Montanier

Real sociedad 2013

Por Fran Alameda (@Fran_Alameda)

He necesitado de manera fundamental leer sobre Bielsa para creer que el verdadero éxito se da en el camino. Y que el resultado no enseña. Simplemente se sufre o se disfruta. Algo así como una especie de trance para el que se trabaja con el fin de disfrutar, aunque a menudo no suceda. Y el fútbol, como notable reflejo de la vida, posee realidades difícilmente explicables para los bien pensantes del fútbol. Para aquellos que todavía creen que este deporte funciona como una máquina de verdades universales y matemáticas. Por ende, inalterables. Falacia que sigue vigente. No obstante, aún se debate sobre Casillas o Diego López. No sobre los jugadores, sino sobre los nombres.

La Real Sociedad es el paradigma para explicar el fútbol con profundidad. Para indagar sobre él, aprender y eliminar confabulaciones y teorías superfluas. La realidad nos lleva a La Rosaleda. Allí nos espera Montanier, decían, con la soga al cuello. Su equipo, hasta ese día, era más apariencia y gusto por el detalle que por la solidaridad. Aquel día el colectivo se presentó en un escenario mayor. Ante todo fue pragmático y ofreció la seriedad de los equipos que te devuelven el saludo apretando la mano con el gesto torcido. Y continuó el camino asemejándose cada vez más a una persona mayor. Era el transcurso desde Rubén Pardo hasta Xabi Prieto. O mejor dicho: la mezcla de ellos.

Montanier 2013Ganó una palabra clave. Confianza. El pragmatismo hasta llegar a ser adulto deviene en esto: “Quiero. Puedo. Gano. Quiero más”. Y la Real comienza a brillar. Aún así es complicado establecer una fecha de partida como si fuese un cambio drástico. Porque no lo fue. Ya parecía, de hecho. Pero no era. Pero los resultados, indudablemente, ofrecieron a la belleza la posibilidad de coger del brazo a la efectividad. Xabi Prieto sonrió a Carlos Martínez, Illarramendi se vistió de Xabi Alonso y Carlos Vela asumió la diferencia ofensiva con cierto aire ‘messiánico’.

Confianza y roles. Lo que se parece a inercia y responsabilidad. De nuevo estamos ante otro componente. Seguramente parte de la esencia. Claves para alcanzar el nivel actual, que han elevado al nivel de sorpresa que el equipo de Montanier no viajara por Europa la próxima temporada. Al final, la esencia nos guía de nuevo al talento. Al sacrificio y una serie de variables de escasa medición: situaciones personales, ambición, ambiente de grupo, etc. Infinitas variables que componen un contexto que, por supuesto, sin el talento sería en vano. Como sin el trabajo o la solidaridad colectiva.

Tomando como base este trabajo colectivo, Montanier ha propuesto constantes alternativas tácticas e individuales. El éxito consiste, por ejemplo, en implicar a más de quince jugadores en todos los partidos. Bastantes canteranos y jugadores (hambrientos) de nivel donde los de casa no dan el resto. Un 4-2-3-1 disperso y mutable solo en fase ofensiva. Porque Montanier sabe que el talento no puede ser sujetado, tan solo dirigido para conseguir el único fin: la maximización del rendimiento. Illarra y Bergara equilibran por dentro y en corto para entregar el testigo libre a Vela, Griezzmann, Prieto, Castro o Pardo.

En definitiva –analizaremos tácticamente la evolución de las piezas y del colectivo en un artículo próximo– la Real merece el piropo futbolístico que provoca mayor entidad y la mejor sonrisa para un entrenador. Es un equipo. O lo parece muy bien. Su trayecto es el camino por explorar y la fe en los propios recursos. Es, al fin y al cabo, un reflejo de lo impensado de Panceri y la metáfora de Bill Buford en ‘Entre los vándalos’: “El fútbol es un teatro sin guión”.

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