Histórico
12 marzo 2013Francisco Ortí

Milan: La revolución El Shaarawy

La retórica política es capaz de deformar términos hasta que una única palabra baste para disfrazar la verdad o, al menos, mitigar su impacto en la sociedad. España, por ejemplo, no se encuentra en crisis, sino que atraviesa un  “proceso de crecimiento negativo”. En una dictadura la retórica alcanza cotas demenciales. Si esa dictadura es una “república socialista autodependiente” como la de Corea del Norte, más todavía. En un mundo en el que se considera normal que el líder supremo sea una persona que lleva muerta desde 1994, se ha bautizado como “responsabilidad colectiva” a las detenciones indiscriminadas de ciudadanos norcoreanos.

Según la lógica de Pyongyang, ante el delito de subversión (no estar de acuerdo con el régimen) se encarcela al rebelde y a toda su familia puesto que su entorno está contaminado ideológicamente y no ha sabido evitar su falta de fe en el pensamiento único. Familias de tres generaciones o los vecinos de un edificio entero acabaron en prisión porque alguien que vivía cerca de ellos consideró que algo fallaba en el país. Una demencia absoluta, que, sin embargo, encierra algo de coherencia. Y es que la subversión encuentra adeptos con facilidad. Stephan El Shaarawy es el ejemplo de ello. El Faraón es el rebelde que ha transformado al Milan.

Con la llegada de Carlo Ancelotti y, sobre todo, la reconversión de Andrea Pirlo en mediocentro, el Milan inició una revolución en el fútbol italiano, la llamada ‘revolución Pirlo’, pero, como en todo lo demás, hasta aquello más revolucionario acaba transformándose en clásico. Diez años después de aquella nueva concepción del Calcio, el Milan había atrapado por unos ideales pasados de moda, soportados por unos pilares vetustos. Los rossoneri se convirtieron en un equipo cargado de treintañeros incapaces de sorprender con sus ideales tradicionales.

En ese entorno surgió la anacrónica figura de Stephan El Shaarawy. En un vestuario clásico, con aroma a gomina y ‘Old Spice’, y códigos irrompibles, la presencia de ese joven barbilampiño, coronado por una cresta que desafía la gravedad resultaba subversiva por sí misma. Con la mayoría de edad recién cumplida y sin apenas horas de vuelo en la élite, la llegada de El Shaarawy a San Siro procedente del Genoa, con escala en el Padova, no hizo demasiado ruido. Sin embargo, supuso el inicio de una nueva revolución el Milan. Su fútbol descarado, de desborde y velocidad, de desafíos constantes, rompía con la solidez de la filosofía de toque que practicaba el conjunto rossonero hasta el momento.

Poco a poco, El Shaarawy comenzó a encontrar adeptos. Los pesos pesados del vestuario intuyeron en él la bandera de un futuro esperanzador. San Siro se ilusionó con él. El Milan, también e inició un proceso de regeneración que giraba alrededor del italiano de origen egipcio, rompiendo radicalmente con el pasado. Símbolos como Alessandro Nesta, Gennaro Gattuso y Clarence Seedorf abandonaron el Milán el pasado verano, y junto ellos también se marcharon, millones mediante, estrellas presentes como Zlatan Ibrahimovic y Thiago Silva. Por fe y por necesidad, el Milan se rindió ante la revolución de El Faraón.

Para la temporada 2012-2013, El Shaarawy ya se había convertido en el epicentro de los planes de Massimiliano Allegri. Con apenas 19 años es el líder del Milan 2.0, el factor desequilibrante y la figura que marca hacia donde tenderá el equipo durante las próximas temporadas. El proyecto rossonero se construye con El Shaarawy como base para convertirse en un equipo irreverente, descarado y con años de fútbol por delante. Fichajes como el de Mario Balotelli son la prueba evidente. Una única voz disonante consiguió provocar que el Milan rompiera con su pasado. La ‘revolución El Shaarawy’ marca el ritmo en San Siro. El Camp Nou será su primer gran reto.

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