Histórico
14 febrero 2013El Enganche

Levante: El equipo hispano-griego

Levante 2013

Por Fran Alameda (@Fran_Alameda)

Cualquier noche en la mente de Rehhagel durante junio de 2004. Se tiende a mitificar el fútbol elaborado en teórico favor del aficionado. Todos, evidentemente, recuerdan aquel Milán de Sacchi o el más reciente caviar que rehízo Guardiola con el Barça. Incluso hay quien, siempre a favor del espectador, se atrevió a mencionar en alusión al tema que en el recuerdo quedarán las formas del fondo. Es decir, que serán recordados los equipos ofensivos. Y salvo novedad, solo los que ganen. Casi nada. Que le pregunten a Zeman. La dudosa verdad no escrita anterior viene a situarnos en la Eurocopa de 2004. Un equipo de jugadores con mayor o menor proyección, pero lejos del un alto nivel mundial decide ser campeón de Europa por mérito colectivo. El artífice, ‘King Otto’, reconoció que, en función de sus jugadores, la virtud sería rememorar a los hoplitas. Codo a codo, hombre a hombre. Paradójicamente, España, campeona del mundo y de Europa, lo hizo pocos años después con el estilo opuesto.

Pero el país de la eterna posesión tiene un equipo que hace la competición aún más apasionante. El Levante. Una colección de hoplitas tremendamente ordenados, con escasas laxitudes tácticas y, por encima de todo, solidario. España, como sociedad-nación, posee la dudosa cualidad de encorsetar mediante conceptos y dibujos inamovibles todo lo que aprecia. Como para dar una palmada en la espalda al pobre Parménides. El Levante ya no saldrá de considerarse defensivo y agresivo, pero va mucho más allá. Con la tendencia de laterales abiertos y medios cerrados, el equipo de JIM genera una muralla difícilmente franqueable si no es a base de percutir o de un robo en la salida. Complicado, pues suele ser exterior y tiene jugadores, casi los únicos con destacada técnica individual, para lanzarse (Barkero o Míchel). El recuerdo de Rehaggel es un buen espejo, por qué no decirlo, de ganar de otra manera. Que por elevarse al máximo nivel también será recordada.

Y al Olympiakos actual lo entrena Michel, que arrastra toda una colección de prejuicios para bien y para mal. Todo desproporcionado con la pandereta bajo el brazo, claro. Michel representa, con más o menos matices, la posesión y cierta alegría ofensiva. Del que dice la teoría que podrían aprovecharse Ibagaza, Fetfatzidis o Pantelic. Aunque en España ha demostrado todo lo contrario: con un planteamiento desde la intensidad y un tono defensivo pronunciado, obtiene mayor rédito. En definitiva, podemos advertir que la voluntad de Michel será convertir un equipo griego en español, mientras el equipo español ya puede pasar por griego. Y no solo por colectivo, sino por jugadores: Vyntra y Karabelas o el recién desvinculado Gekas.

De algún modo es la historia contra la propia historia. El equipo griego con síntomas evidentes de español y el español con una filosofía que siempre ha arrastrado a Grecia desde tiempos anteriores a Alejandro Magno. Bajo el brazo, una colección de guerreros de aspecto rudo y gesto contundente, de aquellos que conocen el noble arte de jugar para el compañero de al lado. En el duelo de contrastes, Sófocles solo podría traernos una tragedia, pero el partido promete, precisamente en el antagonismo, la seducción necesaria para creer que estamos ante una interesante batalla. No obstante, al perdedor le queda el edulcorado consuelo de Coelho: “Todas las batallas en la vida sirven para enseñarnos algo, inclusive aquellas que perdemos”.

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