Histórico
23 septiembre 2011Jose David López

Hamburgo: Bombardeando la identidad hanseática

Los libros de W. G. Sebald ya gozan del merecido respeto que durante años buscó reinventando la expresión literaria (fotografías, documentos, dibujos). Ese recurso se completó con una prosa introspectiva, donde la exploración del ‘yo’, no excluía el aliento poético o la reconstrucción histórica. Empeñado, defiende que no es posible constituir la propia identidad sin la literatura, pues sólo ella nos permite transformar la dispersión de nuestras vivencias en una narración inteligible. Más aún cuando los temas a tratar hablan del caos generado en las ciudades alemanas destruidas durante la Segunda Guerra Mundial. Una perspectiva que apenas inspiró relatos anteriores debido al sentimiento de oprobio que se abatió sobre la sociedad alemana durante la posguerra. Ese tema tabú se estableció en la sociedad de una ciudad, Hamburgo, que perdió identidad perennemente desde los bombardeos de la noche del 24 de julio de 1943 (Operación Gomorrah).

La urbe cuenta con particular crudeza la destrucción de aquellos días pero está lejos de ser una ciudad triste y lúgubre. Es uno de los estados más prósperos, goza de la exención en el cobro de impuestos, existe un florecimiento de  su actividad de comercio portuario y el agua fluye con libertad por todas partes. La libertad expresada en la multiculturalidad de esta región la hace única y, como bien dicen los hanseáticos (como se conoce a esta región alemana), lo que ha nacido libre será siempre libre. Esa actitud empapó la leyenda de su club de fútbol, un HSV que rompió tabús y destruyó la condena que sumía a la ciudad desde sus éxitos deportivos. Capaz de liderar Alemania en los 80 y convertirse en rey de Europa en el 83 con una generación irrepetible, eliminaron la afrenta en el césped. Ahora, en la distancia, todos examinan la auto-destrucción y el bombardeo que vuelve a sacudir su ciudad, esta vez, con un epicentro concreto, las ruinas del Volksparkstadion.

Desde que el verano del 83 se celebraran los dos grandes títulos en la historia del club, que en apenas unos días logró proclamarse campeón de Europa y levantar la Bundesliga (sólo por mejor diferencia de goles respecto al Werder Bremen), la realidad ha ido transformándose. De aquél combinado de estrellas que lideraban Magath, Kaltz, Keegan o Hrubesch, apenas quedó la esencia de libertad que emanaba en cada una de sus palabras el mítico Ernst Happel desde el banquillo. El progreso de la Bundesliga, la renovación del gigante Bayern y la proliferación de alternativas competentes en el resto del país, complicaron el camino de un Hamburgo que empezó a perder crédito, a sentirse un mero acompañante y a multiplicar decepciones. Una alarmante falta de identidad global en la institución, que no conoce estilo definido en su plantilla ni sistema táctico que estructure sus ideas, le llevó al caos más absoluto en los últimos tiempos, un golpe que hoy les sitúa en lo más profundo de la Bundesliga.

Y es que un solo punto en seis jornadas representa el peor inicio de campaña de su historia, otro golpe global a una institución perdida, descontrolada y sin organización desde hace dos décadas. Diecisiete entrenadores en ese margen, dan fe de ello. En el nuevo siglo, todos los proyectos han caído en picado, desacreditando el poderío del club, destrozando sus pilares básicos e introduciendo novedades que jamás funcionaron en una dinámica negativa que inyectó calamidades con demasiada ligereza. Fracasaron proyectos en los que sí había una inversión posible y sobre los que se arropaba una nueva etapa en busca de soluciones. Un más joven Felix Magath, Klaus Topmoller, Thomas Doll, Hubb Stevens, Martin Jol, Labbadia, Armin Veh y el último, Michael Oening. Ninguno de ellos estuvo más de dos años, lo que refleja por sí solo el caos existente en la (por masa social y salud financiera) segunda institución más grande del país.

Cansados de fracasos constantes, el club abogó por soluciones a mayor escala y este verano, intentó empezar desde cero inculcando un nuevo organigrama en la base deportiva. El líder sería Frank Arnesen (ex internacional danés), que había moldeado la estructura primaria del Chelsea de Abramovich y que era la piedra angular del magnate ruso en cuestiones ajenas al césped. Su trabajo en Londres repercutió de manera evidente en el club, ya que reactivo la cantera con numerosos jóvenes llegados bajo scouting de cualquier rincón del planeta y haciendo llegar al primer equipo a otros que estaban destacando a un nivel menos exigente (Obi Mikel o Kalou, por ejemplo, llegaron por el trabajo del danés). Las limitaciones que existían con sus entrenadores, ya que Arnesen llegó con Mourinho y pocos más entendieron como el luso su trabajo, incomodó al ojeador, que acabó pidiendo su salida y firmando un contrato millonario con el Hamburgo. Él representaba la piedra angular del nuevo proyecto pues tomaba máxima relevancia y poder en el plano deportivo como director general de la entidad hanseática.

Su experiencia previa le hizo tomar protagonismo desde su aterrizaje pues no tardó en contratar a varios de los jóvenes que, en su día, había situado en la cantera londinense. Tras un verano lleno de polémicas y convulsiones por sus extraños refuerzos, pocos entendían como Mancienne, Bruma, Rajkovic o Sala (todos llegados desde el Chelsea), podían afianzarse en el esquema de Michael Oening, un técnico sin mucha experiencia al que Arnesen ha manejado a su antojo hasta su cese. Una defensa frágil capaz de recibir 17 goles, incapacidad total de manejar la posesión, nulo volumen de peligro generado y una alarmante falta de estilo e identidad en un equipo, además, sin energía ni alma. En un nuevo giro desconcertante y mientras se peina el mercado en busca de un nuevo entrenador de mayor nombre (que no capacidad para controlar esta nave hanseática pues se habla de estilos dispares como Laudrup, Van Basten o Schuster), el club da la opción a un interino que conoce la situación desde dentro, el ex jugador y hasta ahora míster del equipo Sub-23, Rodolfo Cardoso. El argentino, de paso, será el primer entrenador albiceleste en dirigir en la Bundesliga, algo curioso teniendo en cuenta que carece de licencia oficial y que, en esas circunstancias, solo puede estar un mes en el cargo.

El club nunca ha descendido y es el único que ha participado cada temporada de la Bundesliga desde que comenzó a disputarse en 1963, toda una demostración de grandeza puesta en duda desde hace demasiado tiempo. La búsqueda de identidad, de propuesta y de integrantes efectivos que la ejecuten, está destrozando a un ‘gigante’ bombardeado. 70 años después de Gomorrah, la amenaza vuelve a Hamburgo.

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