Histórico
7 octubre 2012Jesús Camacho

Barcelona-Real Madrid: El bello referéndum de la pelota

El Arco de Tito es un arco de triunfo, situado en la Vía Sacra, justo al sudeste del Foro, en Roma. En él se rememoran las victorias de Tito y en una de las escenas representadas aparece una “victoria”, que es un ser con alas que coloca la corona de laureles a un emperador. A un emperador que quiere llegarlo a ser gracias a la victoria, a esas figuras blaugranas que se mueven entre lo real y lo divino, que se funden en una misma composición a una idéntica pero matizada filosofía que se sigue llevando hasta las últimas consecuencias. Aquel que se mofó de un tal ‘Pito’ ignoró que tras ese pequeño nombre podría esconderse el de un futuro emperador. Ahora que con victorias y los pequeños matices de su concepción del Fútbol Total se ha ganado el respeto inicial de su gran rival, pretende ser recordado con el Arco de sus triunfos. Pero cuidado que a las puertas de un Imperio llega ‘Atila el huno’, en este caso ‘the one’, legendario guerrero y conquistador, quien sembró el temor en todo el Imperio del fútbol conocido, pues allá por donde pasó no solo no creció la hierba, sino que no fue cortada ni regada. Aquel sobre el que se han construido numerosas leyendas, siendo visto por algunos como un carismático líder y estratega, y considerado por otros como un iluminado sediento de populismo.

En definitiva José Mourinho, técnico sobre el que algunos defienden que los resultados le dan la razón y otros que las formas se la quitan, ante Tito Vilanova, aspirante a nuevo emperador azulgrana que difícilmente podrá mejorar a su antecesor, pero con todo por demostrar  y una clara filosofía continuista. Barça y Real Madrid, Madrid y Barcelona, con todas las emociones que generan, el masivo seguimiento de los medios de comunicación, los antagónicos titulares de las prensas afines, las teorías de las conspiraciones que se cuecen tras las bambalinas de sus vestuarios, los debates eternos del fútbol. Pozzo o Meisl, Herberger o Sebes, Michels o Helmunt Schon, Menotti o Bilardo, Capello o Cruyff… El verdadero foro del fútbol, pequeñas metáforas de la grandeza y mediocridad de la condición humana, nacionalismos esféricos sin fronteras, con heráldica y radicales por todo el planeta. El juego de la rivalidad y los sentimientos de los aficionados. Y hablando de foros y arcos del triunfo quisiera utilizar esta tribuna para expresar mi pesar por la tradicional utilización política que se hace de uno de los mayores espectáculos deportivos que podemos contemplar.

Si queremos hacer un plebiscito, hacer un referéndum, hablar de independencia, es el momento de pedir la independencia de los colegiados, de los periodistas, de clamar al cielo contra el precio de las entradas, de hablar de la ‘Messidependencia’ del Barça, de la ‘Cristianodependencia’ del Madrid, de la ‘independencia económica’ de los dos grandes, de disfrutar con la anarquía de sus genios, la pluralidad y el encorsetamiento de sus sistemas, de debatir sanamente y ser libre para afiliarse al lado del deber de ganar o el placer de jugar. De ser partidario de dos estilos que han demostrado poder llegar a la victoria, del estilo directo del Real Madrid de Mou y su ‘nuevo discurso’ de señorío o del recuperado placer de jugar con belleza del Barcelona. En definitiva de hablar de fútbol, de su poder de fascinación, de su iconografía, del talento natural de sus jugadores, sus imágenes arquetípicas, pero sobre todo de ser cautos con todo lo que no ruede por sus verdes praderas.

El fútbol es un espejo del mundo, en el terreno de juego, en sus gradas queda reflejado todo lo mejor y lo peor de la condición humana, pero por mucho que se enfrenten el que dice ser el mejor club de la historia con otro que dice ser más que un club, sigue siendo tan solo un juego. No permitamos que los políticos nos manipulen una vez más, ni de un lado ni de otro, pues en estos momentos lo que más necesitamos son respuestas, soluciones y explicaciones que jamás encontraremos en los 107m x 72m del Camp Nou. No queremos circo, solo disfrutar del placer de ver a Messi jugando como si fuera un niño, de ver a Ronaldo emprender su devastadora carrera hasta los límites de nuestra admiración y los de Rosario, donde suele perder la partida por el nº1.

El clásico dura noventa minutos y en ellos el gol se anuda a las emociones, a la alegría y la tristeza, a los instantes que trepan por las cuatro cavidades cardíacas con destino a nuestros recuerdos, un pase de Xavi, una parada de Iker, un regate de Iniesta, un disparo de Benzema. Son solo noventa minutos para disfrutar, no permitamos que nos lo arrebaten, para las cuestiones importantes tenemos el resto de nuestras vidas, cuando debemos hacer valer y reclamar nuestros derechos, trabajando para salir de esta encrucijada, ejerciendo un voto inteligente y expresando nuestro rechazo y preocupación en las calles, pidiendo explicaciones pacíficamente a las puertas de las instituciones que nos gobiernan.

Como dijo Del Bosque soy partidario de que cada pueblo disponga la libertad para elegir su futuro, para expresar su sentimiento nacionalista, pero debería elegir con acierto el momento y la forma idónea para hacerlo, pues en estos tiempos que corren hasta para separarnos deberíamos permanecer unidos. Y por todo ello aun sabiendo que mis amigos nacionalistas (españoles y catalanes) no estarán contentos con lo que acaban de leer, quisiera dejar claro que esta noche cuando Barça y Madrid se enfrenten  en un nuevo clásico, solo pienso disfrutar con el único plebiscito posible en un campo de juego, el de ser partidario de un estilo u otro, de un equipo u otro ejerciendo mi voto en el que para mí siempre será el bello referéndum de la pelota.

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