Histórico
20 septiembre 2012Jose David López

Hapoel Kiryat Shmona: El Cohete-GPS del fútbol israelí

Operan desde la cercana frontera con el Líbano (36 km) y se apresuran hacia la de Safed (28 km), utilizando como base una pequeña ciudad creada como campamento temporal para inmigrantes a los que explotar en el campo. Encontró estabilidad y raíz por pura necesidad terrorista hace apenas sesenta años en el Valle de Jule, región más septentrional del Israel más cruel. Es el núcleo urbano por el que discurre el río Jordán, aunque a su paso, muestra un doloroso color rojo fruto de la sangre inocente que allí se derrama con una facilidad tan extrema como incongruente. No ríe, no llora, no vive. Sus apenas 25.000 habitantes luchan a diario por defender sus ideas hasta la muerte, destino que explica que un tercio de ellos menores de edad y casi todos judíos de ascendencia sefardí.

Kiryat Shmona (‘Ciudad de los ocho’, cuyo nombre procede de la primera matanza que sufrieron), no conoce día en paz. Escenario de continuos ataques terroristas, se estiman en más de cien desde los años 70 con unas 200 muertes oficializadas (muchas más que nadie se atreve a diagnosticar). Retrata su dureza cotidiana en los destrozos aún visibles de los artefactos recibidos, pues los famosos Katyusha destrozaron la ciudad en diferentes oleadas durante 1981, 1986, 1996, 2000 y sobre todo, en la guerra del Líbano de 2006, cuando la ciudad fue diariamente atacada. Esa batalla, que hizo abandonar la ciudad a la mitad de sus habitantes y ocultarse en refugios antibombas al resto, dejó exactamente 1012 cohetes en sus calles. Y allí, entre sangre, casquetes y sufrimiento, encontraron una razón de ser. Su pelea por la libertad goza de una tregua inimaginable, milagrosa, impactante. La del fútbol, la del Hapoel Ironi Kiryat Shmona, el brillante campeón de Israel.

La nulidad más absoluta y la humildad más aplastante, fueron la identidad plebeya del club durante sus dubitativos días en las catacumbas del fútbol israelí. Destrozado por su agresivo entorno, nunca fue capaz de encontrar una sede estable, una plantilla regular o un entrenador que quisiera afrontar semejante reto entre disparos de pistola o casas derruidas. No se conoce absolutamente nada de la sencilla historia de penumbra donde unos intrépidos pateaban balones en Kiryat Shmona hasta la llegada del nuevo siglo. La enorme inestabilidad socio-política en la que les toca vivir, no frenó la ilusión e inversión de Izzy Sheratzky, un millonario (Forbes estima unos ingresos de un millón y medio de euros anuales) que supo explotar una idea pionera transformada en negocio sólido como presidente de Ituran Location and Control. La empresa se dedica al sistema de localización avanzada y servicios de seguimiento, lo que une sistemas de navegación GPS, localización de vehículos robados, sistema de gestión de flotas y hasta localización de personas. Algo increíble porque su primer empleo fue el de detective y acabó convirtiendo la empresa en un gigante comercial gracias a una capitalización de mercado en el Nasdaq y la Bolsa de Tel Aviv. Su expansión tiene presencia en países tan importantes como Israel, Estados Unidos, Argentina o Brasil.

Sheratzky ha conseguido en apenas seis años, encontrar una nueva vía de esperanza para su gente, llevando al club desde casi la extinción en la Cuarta División (amateur pues no está tipificada como profesional) al título nacional con el campeonato de la Ligat HaAl conquistado de manera sorprendente hace unos meses. Y es que el club se arrastraba cuando el millonario inversor decidió establecer un nuevo punto de partida para una ciudad fantasma con la que él mantiene una especial historia de amor. “Quedé impactado con los golpes de los cohetes Katyushas que recibían a diario. Salía en la televisión cada instante y nadie hacía nada. Decidí que tenía que ayudar. Ahora el dinero no importa, sino el cuidado sobre la base que estamos estableciendo todos. Yo vivo allí y estoy involucrado”. Tanto, que financió proyectos globales como una cocina para proporcionar 600 comidas al día, una clínica dental, servicios para niños con necesidades especiales y proyectos educativos. Nunca dirá todo lo que ha donado pero se habla de más de 18 millones de euros.

Por ello, sin ser un amante del fútbol pero deseoso de dar alegrías a una ciudad destrozada, apoyó una fuerte restructuración en su estadio, en su plantilla y en la dirección deportiva, intentando profesionalizarla y encontrando resultados con clara solidez directos al estrellato. En 2001 fue campeón de la división norte de la Liga Alef (4ª categoría), ganándose un puesto en la Liga Artzit (3ª categoría), que vio como en dos cursos más, lograba otro ascenso a la Liga Leumit (2ª división). En su primer intento de lograr el salto a la élite, terminó tercero (solo la diferencia de goles evitó que lograra el reto), pero fue el paso clave para que Ran Ben Shimon (joven técnico exitoso ahora en AEK Larnaca) se hiciera cargo del equipo y la ilusión se disparara en una zona en la que el club siempre fue el único elemento ocioso para aislarse de los temores diarios de la ciudad. Kiryat Shmona logró el ascenso un año después y la Ligat HaAl les recibió como los héroes de la tierra perdida. Pero lo que una vez tras otra destaca el presidente Sheratzky, es que “logramos llevar al estadio siempre a unas 1.500 personas aun cuando estábamos en lo más bajo y ellos son la voz de este movimiento”.

El éxito no tardó en llegar y el pasado año, su fuerza y regularidad le llevaron a ‘pasearse’ y conquistar su primer título liguero (y también la Copa) apenas doce años después de su nacimiento, completando el círculo milagroso. Su gran receta fue el máximo aprovechamiento de sus ocasiones ofensivas y una defensa sólida, pues no sólo fue el equipo que menos goles encajó en todo el campeonato, sino también curiosamente, el segundo que menos tantos logró marcar. Ese equilibrio le llevó a la súper-élite y al sueño de la Champions League este verano. Fue capaz de ganar al Zilina y al Nefchi, pero en la última ronda para acceder a la fase final, se cruzó un experimentad BATE Borisov que alargó el asalto al primer orden europeo y lo colocó en la Europa League para verse las caras con el Athletic de Bilbao. No hay estrellas (David Solari es su jugador más poderoso en ataque junto al killer local Abuhatzeira, el macedonio Tasevski o el mediocentro-capitán Rochet), no hay internacionales habituales y sí muchas promesas de cantera bien estructuradas en un proyecto evolutivo sin comparación posible en el continente.

Pese a su historia, Sheratzky, (al que considero un filántropo algo cuerdo), aún no es un hombre feliz. Tras más de una década como dueño y jefe de la heroica del Kiryat Shmona, ahora lucha por flexibilizar las normas y lograr llevar una industria de su empresa (Ituran) a la ciudad, puesto que desea proveer puestos de trabajo. Es la batalla de una ciudad donde el 60% de los jóvenes se marchan al exterior, donde la seguridad hace huir a muchos otros y donde la educación mínima limita cualquier progresión en una vida llena de sombras. Allí, los cohetes destrozaron ambiciones y esperanzas, pero solo hizo falta uno de ellos para instaurar la pasión del fútbol y hacer progresar las fantasías en torno a la pelota. Era el cohete de los sueños. El ‘Cohete-GPS’ del Hapoel Kiryat Shmona.

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