Histórico
9 agosto 2012Jose David López

Al Sadd, Raúl y el proyecto del polémico campeón asiático

Habíamos visto cómo sus lágrimas inundaban Gelsenkirchen vestido de azul tras dos años en el Schalke, habíamos recordado como antes su salida del Santiago Bernabéu apenas levantó expectación ante la frialdad del momento y hasta sabíamos que su destino iba a ser de manera irremediable el fútbol asiático. Sólo faltaba ponerle escudo, camiseta y colores, porque Qatar ya había abierto las puertas a Raúl. El Al Sadd vuelve a situar al 7 en el mapa futbolístico al menos para dos temporadas más y le presenta un estímulo tan exótico como alejado del primer nivel, tan surrealista para un súper-campeón, como atractivo para poner el colofón con una aventura completamente diferente.

Una institución joven, de sólo 42 años de vigencia y que representa la mayor entidad deportiva del país no sólo a nivel futbolístico sino deportivo, pues tiene secciones de baloncesto, balonmano, voleibol o atletismo. En los últimos años su dominio en el césped ha ido en aumento, pues suma 12 Ligas, 13 Copas y dos Champions Asia (la última hace apenas unos meses). Allí donde un día jugó Romario y donde hoy las estrellas son Mamadou Niang (ex Marsella), Belhadj (ex Portsmouth) o Keita (ex Lyon), existe un proyecto con mucho dinero para poder invertir, con las ideas de un experimentadísimo carácter como el del uruguayo Jorge Fossati y con la clara postura de ser el club referencia del país que organizará el mundial en 2022 y que vive por y para eso desde hace unos años. Aunque su gran ‘golpe’ llegó en 2011 con una coronación asiática llena de dudas.

Y es que Asia, suelo fértil para el exotismo mercantil, también es accesible a servilismos. Los dólares bañados en petróleo moderan a su antojo jugadores, entrenadores y plantillas en todo el continente pero también competiciones, algo vilmente reflejado en la última edición de la ‘prestigiosa’ AFC Champions Asia. La lejanía y abulia a una competición cuya única motivación en Occidente es conocer a final de año a su ganador (para desvelar quién participará en el Mundial de Clubes), evita que muchos de sus desfalcos anuales, tomen relevancia mundial. Al fútbol de primer nivel no le interesa que en el otro extremo del mundo la actualidad futbolística hable de fraudes, polémicas y artimañas irregulares, pero eso no esconde la realidad de lo ocurrido. Al Sadd de Qatar consiguió el título de coronación asiático envuelto  en una larga lista de argucias tanto en el césped como en los despachos. Pasó en meses, de no estar clasificado debido a sus nulos méritos deportivos, a levantar el trofeo más influyente y a la vez envilecido de la historia. ‘Caprichos’ de un destino quizás demasiado teledirigido.

Hace casi dos años, la Federación Asiática de Fútbol, organizaba las bases de la fase de grupos de su competición estrella, una AFC dominada en la última década por clubes japoneses y sur-coreanos. Entre todos los campeones nacionales del continente, surgen problemas con la Asociación de Fútbol de Vietnam, que asegura no poseer toda la acreditación necesaria para que su único representante en el torneo, Song Lam Nghe An, cumpla los plazos establecidos. La organización del torneo decide eliminarles, prescindir de sus servicios, castigarlo y dar entrada en su lugar al Al Sadd de Qatar (el campeón de Vietnam no accede a la fase final, sino a una previa). La elección del club qatarí (con dos plazas ya otorgadas a su campeonato para los dos primeros clasificados), aún no tiene respuesta pues no se supo nunca por qué recayó en ellos.

Con una plantilla dotada de jugadores de experiencia europea, recién reforzado con traspasos poderosos y consciente de la oportunidad de oro que le habían ‘otorgado’, iba aprovechar. Arrolló al Al-Ittihad sirio, derrotó por la mínima en octavos al Al-Shabab de Arabia Saudita (1-0) y se alcanzaron los cuartos de final, momento donde la máxima tensión iba a gozar de nuevo ‘favores’ hacia un combinado qatarí que no iba a desprenderse de la polémica hasta la final. El Sepahan de Irán, un clásico en fases avanzadas de la Champions Asia, era el potente rival y la Ida se saldó con ventaja mínima para los iranís (1-0), pero varios días después, el comité organizador anunció que Rahman Ahmadi (portero), nunca debería haber podido actuar en ese partido porque había recibido dos tarjetas amarillas durante la fase de grupos jugando para su anterior club. Algo que el club iraní ya había comunicado a la administración y que le habían dado por aceptada. La sanción fue tan rotunda como exagerada y a Sepahan se le castigó con una derrota por 0-3 en ese partido (además de sanción al propio Ahmadi y 1.000 $). Y pese a la enorme injusticia sufrida, Sepahan se armó de fuerza contra las irregularidades y en un ejercicio de voluntad, fue capaz de vencer 1-2 en la Vuelta. Habían mostrado su superioridad ante un Al Sadd que aún así superó la eliminatoria y que justo ahí, acababa de fichar a su estrella, Mahamadou Niang.

En las semifinales, el rival, el Suwon Bluewings sur-coreano, fue digno competidor pero Niang apareció en el tramo final para sentenciar con dos goles en contras bien definidas. Eso sí, el segundo tanto, con los coreanos volcados sobre el área visitante, llegó en una acción tan sucia como fuera de lógica. Suwon lanzó la pelota fuera para que atendieran a un rival supuestamente lesionado pero Al Sadd, en lugar de devolverlo limpiamente, decidió armar una contra rápida cuando nadie esperaba dicha reacción. Niang no sólo acabó marcando sin oposición, sino que la hinchada incluso amenazó con saltar al césped ante las injusticias que estaban presenciando. Así, se plantaron en la finalísima donde, más allá de ser un rival que espera, que coloca dos líneas muy juntas en torno a su área y que acumula efectivos como método defensivo, gozaron de la suerte necesaria para romper las previsiones. Jeonbuk Motors era el favorito. No sólo porque su experiencia y capacidad demostrada durante el torneo así lo presagiaban, sino porque la final se disputaba en su propio estadio. Con alternativas, cuatro goles y un arreón final de los locales que les permitió forzar la tanda de penaltis pese a merecer mucho mejor premio, Al Sadd había sobrevivido. A nivel individual, no sólo en el tiempo reglamentario sino también en los lanzamientos desde el punto de penalti, sus estrellas marcaron diferencias. Keita (ex Lyon), Niang (ex Marsella) o Belhadj (ex Lyon), no fallaron y la épica tarde del meta Mohamed Saqr, le llevaron a lo más alto en la final soñada.

Eso sí, desde entonces, con la fama eterna de haber manipulado casi a su antojo la mayor competición asiática y haber formado a base de talonario una pequeña selección de ex jugadores de primer nivel, El equipo Al-Zaeem (significa el jefe, curiosamente), quiere protagonizar la mayor de sus victorias ahora con Raúl en sus filas. Ya se ha estrenado, ya sabe lo que es marcar en suelo catarí y desde ahora, todos saben que el 7, será el gran crack del torneo asiático. Un currículum irrepetible para un club aliado con la polémica.

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