Bien sea para perseguir de manera casi enfermiza a una ballena blanca, para fomentar la pesca del salmón en Yemen, o simplemente para pasar un domingo tranquilo subido en una barca, todo lo que necesita un pescador es paciencia, al margen del equipo reglamentario de pesca y un pack de cervezas, por supuesto, pero la paciencia es el elemento indispensable. Una paciencia casi religiosa, esperando durante horas a que la presa caiga en la trampa y muerda el cebo sin ninguna prueba empírica de que eso vaya a suceder. Paciencia para encontrar la fe. Paciencia para alcanzar el esperado premio.
Gylfi Sigurdsson conoce perfectamente la pesca y la paciencia. A decir verdad, más lo primero que lo segunda. Pese que ha reconocido no ser un fanático de la pesca, el centrocampista islandés es el propietario de Lotna Ehf, una empresa pesquera del norte de Islandia que cuenta con una flota potente para atrapar distintas especies marítimas y está considerada como una de las más importantes de la industria pesquera del país. La paciencia, por el contrario, la conoce un poco menos. Y que Gylfi Sigurdsson nunca ha tenido que esperar demasiado y tanto en los negocios como en el fútbol ha avanzado a gran velocidad.
A los 22 años es -como decimos- el propietario de una de las empresas más poderosas de Islandia, pero también el nuevo emblema futbolístico del país y va camino de convertirse en el jugador más importante del fútbol islandés, algo que no es demasiado complicado teniendo en cuenta que Eidur Gudjohnsen es quien ostenta ese cargo hasta el momento. En apenas cuatro temporadas en la élite balompédica, Sigurdsson ha alcanzado el penúltimo escalón hacia el Olimpo al convertirse en el primer fichaje del Tottenham de la era André Villas-Boas, culminando así su rápida evolución como futbolista.
El islandés ha avanzado siempre a pasos agigantados. Abandonó su Hafnarfjordur natal donde jugaba para el Breidablik para probar suerte en Inglaterra. Primero probó con el Arsenal, donde le rechazaron, pero, poco después, recibió la aprobación del Reading, que le formó como futbolista desde 2005 hasta que 2010 le traspasó al Hoffenheim por más de seis millones de libras, no sin antes haber sido nombrado el mejor jugador de la temporada por los aficionados de los Royals. Premio que también obtendría durante su paso por el conjunto alemán. En la Bundesliga demostró su talento, pero Sigurdsson echaba de menos el fútbol inglés y tras un año en Alemania se marchó cedido al Swansea.
Allí, en Gales, ha sido donde Sigurdsson ha explotado definitivamente. Con sus prisas habituales, no necesitó más de media temporada para meterse a toda la Premier League en el bolsillo y desplegó todo su abanico de virtudes, firmando siete goles en 18 encuentros, unas cifras descomunales para un centrocampista como el islandés. Su futuro pasaba por quedarse con los Swans, quienes ya habían llegado a un acuerdo con el Hoffenheim, pero las prisas, en este caso las de Brendan Rodgers por marcharse al Liverpool, dejaron las negociaciones inacabadas y a Sigurdsson sin poder cerrar su regreso definitivo a la Premier League.
Hasta que Villas-Boas ha aparecido en escena. Nada más desembarcar en White Hart Lane, el técnico portugués ha cerrado la incorporación del centrocampista islandés. Con su fichaje, el Tottenham se asegura a un mediocentro con capacidad creativa, precisión en los pases y la construcción del juego, pero, sobre todo, con una llegada brutal. Sigurdsson posee la capacidad para aparecer en el momento justo en el área rival y anotar, como así lo acreditan sus cifras goleadoras. Toda la paciencia que le falta para evolucionar durante su carrera la tiene para esperar su oportunidad y llegar a la portería enemiga justo para tirar del sedal en el instante adecuado. Esa es la paciente impaciencia de Gylfi Sigurdsson y ahora se pondrá a prueba en White Hart Lane.
También te interesa: Sigurdsson, goles para la ilusión de Islandia
Síguenos también desde Twitter y Facebook
