Histórico
10 mayo 2012Jose David López

Europa League: Los Nombres de la final

En ese contexto soñado por todos, deseado para cualquier final y diseñado por el mejor de los directores, sólo un guionista encontró el final feliz, el Atlético de Madrid (3-0). Competitivo defensivamente, plagado de individualidades que marcaron diferencias y con toda la ilusión de un proyecto reactivado por la pasión de quien empuja sentimientos desde el banquillo. Así se ganan títulos, se ganan finales que parecen ser cotidianas en los últimos años rojiblancos, aquellos colores que, quizás teñidos de verde, encontraron la primera decepción a cientos de kilómetros. El Athletic de Bilbao nunca se sintió cómodo, superado primero por el escenario y después por los argumentos de quien tenía delante, hipnotizando al proyecto generacional más impactante del año europeo. Unos respiran con un título inesperado hace unos meses pero merecido. Otros, lloran por la impotencia de no haber reflejado todo lo que tenían dentro. Así son las finales. Así son las grandes noches. Así fueron sus nombres.

Radamel Falcao: “Lo importante es el título global, poder mirar mis goles y ese trofeo como máximo goleador, sólo sería capaz de hacerlo si al lado está la copa”. Esas palabras reflejaban la doble perspectiva que todo rematador consagrado tiene en su cabeza antes del día señalado, esa noche que de nuevo se encargó de aclarar Falcao. “El ‘Tigre’ marcará un gol por cada millón que ha valido”, me dijo a principios de campaña mi gran amigo Hugo Condés, sin faltarle ni un ápice de razón. En Bucarest, como ya hiciera en Dublín, los goles y las diferencias determinantes las marcó el colombiano más exitoso del momento. El mismo que dribla, quiebra, templa, encara y define como mande el registro. Hace un año se coronó killer de la Europa League de cabeza, con un testarazo mortal. Hoy fue con los pies, con su ‘mala’ pierna zurda y, de nuevo, está en lo más alto de los goleadores. No recuerdo una exhibición tan impactante para el desarrollo de una final europea en la historia. Y así lo vieron todos.

Fernando Amorebieta: Y para que la estrella brillara, alguien tenía que encenderla. El encargado de hacerlo fue el central internacional venezolano. Expuesto, fuera de sí, indolente y desesperado cada vez que Falcao atrapaba la pelota delante de su imponente figura, ésa que siempre se muestra agresiva, sólida y rocosa, la misma que pecó de inocente la noche más inoportuna. Frío, excesivamente pausado y sin la contundencia que le ha acompañado exitosamente todo el año, dejó manejar con tranquilidad excesiva la pelota al que iba a decidir la final y eso, en citas clave, se paga con lamentos. Un borrón grueso para una campaña mayúscula.

Marcelo Bielsa: Tiene y tendrá encandilado a toda la afición del Athletic de Bilbao pues, en unos meses, ha regenerado la plantilla, ha destrozado a grandes europeos y ha sumado tantos elogios que la historia de san Mamés ya le tiene un hueco enorme bien reservado. Sin embargo, el ‘profe’ supo pronto que la final se les escapaba. Predecir el guión era imposible pero sus chicos se mostraron incómodos, frñios, incapaces y sobre todo, irreconocibles. Porque esa ‘piña’ que tomaba ‘cola cao’ uniendo fuerzas colectivas como arma para atravesar las puertas de europa, chocó frontalmente con un muro rojiblanco en defensa, pero también con su falta de dinamismo y clarividencia para reaccionar ante los numerosos obstáculos. Nadie brilló y el ‘Loco’ admitió su error: “El responsable soy porque el cargo se demuestra en noches como esta”.

Diego: El fútbol lo señaló como un hombre destinado a la gloria, pero el brasileño se torció por el camino. Su carrera es una historia repleta de oportunidades perdidas, desperdiciando un talento descomunal. Es la historia de un hombre incapaz de dar el último paso, el paso decisivo, hacia el éxito. Se le atraganta. Se bloquea. Como si se negara a aceptar que la gloria fuese su destino. Reiteradamente construye una base que le eleva a los cielos para lanzarse al vacío desde lo más alto cuando está a punto de alcanzar la gloria. Tragicomedia balompédica. Suicidio futbolístico. Pero todo se olvidó. En Bucarest encontró el socio ideal (Falcao) para reivindicar ese trono que tantas veces había deseado y que tantas veces había arañado. Fresco, libre, con ideas claras y manejo de la situación, redondeó su partido con un gol que lo colocaba allí, en el final de una obra que él mismo había empezado con un boceto esperanzador ante el Celtic. Lo buscaba y lo merecía.

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