Histórico
19 mayo 2012Jose David López

Champions: Chelsea, nuevo rey de Europa

No se escondieron. Uno valiente, uniendo más argumentos ofensivos que nunca, con la confianza en que las bajas no alimentaban sino su afán por sentirse ambicioso ante los suyos. Otro más prudente, con la libreta perfectamente definida, con las coberturas y ayudas globales equilibradas y con la seguridad de que la compostura del bloque podría imponerse como hasta ahora. Heynckes unió a Schweinsteiger-Kroos en una medular que, junto a Muller más adelantado, ni tan siquiera se había atrevido a formar en partidos ligueros. Eso aseguraba posesión, pero también reflejaba su propuesta incisiva. Di Matteo sorprendió con el joven debutante Bertrand, que actuaría como peón para frenar en banda izquierda las arrancadas de Robben y que, sobre el campograma, no era sino una pieza más del engranaje pues el italiano sí perfilaba sus ideas conforme al rival.

Y en ese contexto nadie iba a poder ocultar sus intenciones. El Bayern tenía el permiso del Chelsea para mover la pelota, buscar ritmo, intimidar y, desde luego, armarse de paciencia pues la única presencia de Drogba en ataque era la amenaza Blue. El resto, que los bávaros no se precipitaran, que consiguieran ampliar sus alternativas ofensivas y, desde luego, que definieran con la solvencia que es habitual en sus registros. Y como Mario Gómez no acabó de pegar como solía en dos clarísimas llegadas y Robben-Ribery repetían una vez tras otras sus mismos movimientos, las prisas se iban multiplicando conforme el Chelsea sentía que estaba en el camino adecuado, arriesgadísimo sí, abierto a las críticas, pero el que le ha permitido ser competitivo cuando más sufrimientos tuvo este año.

La presión, la sensación de incomodidad, de falta de energías y de encarcelamiento, se acrecentaba con el paso de los minutos para un Chelsea cada vez más retrasado, excesivamente hermanado a recular. Y cuando menos ideas y propuestas estaba generando el Bayern, fue Muller quien avisó con un par de llegadas con más corazón que acierto, pero que a la tercera encontró premio definitivo. Un centro al segundo poste donde el llegador muniqués, salido de la cantera y que necesitaba un impulso de este calibre, cabeceaba sin oposición debido a un choque previo de Cole con Mario Gómez que lo habilitó. Cech, con poco margen de respuesta por lo cercano del cabezazo, no pudo responder.

Así que con apenas cinco minutos para encontrar soluciones, Di Matteo dio entrada a Fernando Torres y Heynckes retiró a Muller para ser más conservador introduciendo a Van Buyten. Y cuando la Copa empezaba a acomodarse en Múnich para los anales, apareció el infatigable, el luchador, el caracterial y el poderoso Drogba. Una pila de elogios por todo el desgaste que respalda siempre su estilo y que, con un testarazo poderoso, encontró salvavidas cuando ya había saltado al vacío. La prórroga era inminente.

Pero el mismo Drogba se encargó de alimentar el morbo. Uno, el que siempre lo cita como jugador incapaz de ganar finales importantes (pregunten por Costa de Marfil). Y otro, que metiendo la pierna sobre Ribery en el área, provocó un penalti que Robben volvió a fallar. El holandés, en esa imagen permanente de jugador que jamás acierta penas máximas en partidos de tensión absoluta, cumplió lo que se esperaba, que otra vez los nervios le superaran. También puso de su parte un formidable Cech, que solventó su disparo con confianza y gran estirada.

Con poca fuerza y mucha temeridad, los penaltis eran el destino casi programado. Y allí, donde el Bayern jamás había perdido en las cuatro tantas que conocía en Champions, o donde el Chelsea recordaba la final perdida en Moscú en 2008, aparecieron los porteros. Y como venía siendo habitual, el gigante alemán, Neuer, repitió en su pedestal pero esta vez incluso él mismo marcando en la propia tanda. Parando el disparo de Mata, parecía claro que él iba a ser el hombre clave pero el destino quiso premiar a Drogba. El mismo al que cada cita clave se le estancaba en el momento clave, marcó el penalti definitivo para coronarse donde se merece y para hacer de este Chelsea versión 2012, el de los ‘milagros’, el de Di Matteo pero, sobre todo, el del ‘bavarazo’.

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