La tarde me recordaba a los años de transistor y ‘Carrusel’, cuando encendías la radio y siete u ocho partidos coincidían. Por lo general era los domingos a las cinco de la tarde. Lástima que el tema de las televisiones nos haya robado esa magia de las radios. Lo recuerdo con cariño porque durante mucho tiempo no he podido disfrutar del fútbol de mi tierra en primera persona. Nada menos que tres lustros. Temas de trabajo me hicieron emigrar a Suecia en 1997, donde por internet y prensa he seguido, como he podido, a mi querido Atleti. Vamos, que si a los atléticos nos llaman sufridores, yo me llevo el premio gordo. Es difícil explicar como se vive un descenso y una pelea en el infierno tan lejos, y en una época donde internet no era, precisamente, lo que conocemos hoy en día.
Pero lejos de aburriros con épocas pasadas, me centro a seguir contándoos esa maravillosa tarde de domingo que se avecinaba. Yo llevaba, apenas, una semana en Madrid. En mis intermitentes visitas estos 15 años, nunca había vuelto durante la temporada. El trabajo me lo impedía, y veía a la familia en meses de verano, cuando, para mi desgracia, no había fútbol. Mi familia es socia del Atlético de Madrid desde hace 60 años. Fue mi padre el que inició la saga, después, mi hermano, que se casó con una socia del Atleti, teniendo un hijo que, por supuesto, es socio del Atleti. Como veréis, no lo he podido vivir en primera persona, pero siempre he estado informado de primera mano.
Yo regresaba a Madrid para quedarme. La posibilidad me entusiasmaba, volver a casa, y, de verdad, uno de los motivos que más me ilusionaba era poder volver al Vicente Calderón. Para empezar, mi cuñada me cedió su abono. Este era el motivo de mi maravilloso domingo. El Atleti jugaba contra el Málaga, en un partido que era absolutamente vital de cara a tener opciones de jugar la Champions el año que viene. El ritual en mi casa el día de partido está claro: bufanda al cuello, y en metro al campo. Mis padres viven en un piso en Carabanchel, y la parada de metro de Vista Alegre queda a dos pasos, así que desde hace años, mi hermano va a su casa con el crío, y se van todos al campo en la línea 5.
Ya en el trayecto, el fútbol se te cuela por el cuello de la camisa. Es difícil explicar como te invade. Tu estás en un vagón de metro, hablando con tu padre de las expectativas de tu último proyecto de trabajo, y un escenario al que no prestas atención se mezcla contigo. Camisetas y bufandas rojiblancas, acompañadas de palabras que escuchas sueltas entre el murmullo: “Falcao”, “Simeone”, “Diego”, “Bielsa”, “Llorente”. No sabes exactamente de que hablan, pero tu cerebro funciona para que de repente, sientas un irremediable cosquilleo. Mi familia siempre se baja en Marqués de Vadillo, y va a un bar que hace esquina en el Paseo de los Melancólicos, que se llama “Alegre”. Ritual que, por supuesto, se cumplió aquella tarde. Y ahí estaba yo, con mi familia, otra vez en Madrid, y a punto de entrar de nuevo al Calderón. 15 años sin ver a tu equipo en directo son muchos. Así que me puse nostálgico, y entre botellines y patatas empezamos a charlar de los grandes momentos que hemos vivido viendo al Atleti. Yo no me podía olvidar del doblete.
– Me acuerdo, primero, del viaje a Zaragoza. El Atleti sacó una camiseta especial para la final, la de las rayitas blancas dentro de las rojas. ¡La que tuve que liar para comprarla! – Aquí mi padre sonreía, lo recordaba bien, estuve una semana yendo a pintar con mi tío por las tardes para juntar dinero – Luego el gol de Pantic, me acuerdo que corrió todo el campo y se paró a celebrarlo al ladito nuestra. Y el viaje de vuelta, en el autobús, yo estaba reventado. Pero vamos, ¡mereció la pena! – Esa Copa del Rey fue un recuerdo imborrable. Era mi primera final en vivo, ¡como sufrí! Pantic le marcó al Barça en la prórroga. – Pero vamos, lo mejor de ese año, el día que ganamos la liga. Primero el gol del ‘Cholo’, ¡qué ídolo!, y luego el de Kiko. No poder ver futbolistas como Kiko es una de las cosas que más echo de menos del fútbol en vivo. ¡Qué clase!, cómo controlaba la pelota, los pases que metía, qué jugadorazo. – Ese año disfruté muchísimo en el Calderón. El partido del que hablo es la jornada 42 de la 95/96. Ganamos 2-0 al Albacete y la liga, a la buchaca. Llevábamos sin ganarla 19 años.
A mi hermano se le dibujaba una sonrisa de esas que te ponen cara de tonto. Vivimos muy de cerca ese año con el equipo, total, apenas nos llevamos 5 años, y por aquel entonces no faltábamos nunca a los partidos. Así que tenía curiosidad por saber ‘su momento’ en directo.
– Buff, el mejor no, pero desde luego no me olvido de cada uno de los días de los dos años en segunda. La primera vez nos quedamos a nada de subir. Jugábamos en Getafe. Fuimos a verlo, y ganamos, pero el Tenerife le ganó al Leganés y no subimos estando empate a puntos. Una pena porque cuando marcó Torres en Albacete y perdió el Tenerife, tres jornadas antes, yo creía que ascendíamos. – Una de las cosas que no me perdonaré, ha sido no ver nacer a Fernando Torres, así que le pregunté a mi hermano qué fue vivirlo. – Nada mas ver a Torres sabías que era alguien especial. Siendo tan joven, ese desparpajo, la velocidad que tenía, increíble como se echó el equipo a la espalda, prácticamente desde el primer momento. A Torres le debemos mucho, era un momento dificilísimo y aunque no pudo ser el primer año, el segundo volvió a tirar de todos para devolvernos ahí arriba.
– Bueno, y Luis Aragonés – Al decir esto miré a mi padre. Sabía que le activaría desde ese momento, que le metería en la conversación. Aun recuerdo, cuando eramos pequeños, como nos enseñaba a chutar las faltas. Nos contaba que nunca habría nadie tirando faltas como “El Zapatones”, que apuntásemos a la cabeza de la barrera, que así lo hacía él, así la pelota pasaba muy cerca de los rivales y se colaba haciendo un efecto impresionante. Eso decía. Yo nunca había visto jugar a Luis Aragonés, pero el aprecio que le tiene un colchonero de pura cepa como mi padre, me basta para entender lo que significó. – Ay, si no hubiese sido por el gol ese de potra de los alemanes. Luis había marcado un golazo y eramos campeones de Europa, pero… Eso sí, ahí está la historia para darle el reconocmiento. ¡Que nadie se engañe!, que si la selección ha empezado a jugar tan bien ha sido por él, eh. ¿Quien puso a todos juntos? A Xavi, a Iniesta, a Silva… Luis Aragonés es de lo más grande que ha dado la historia del fútbol español.
No había mayor placer para mi, que compartir aquellos momentos con mi gente, previos a un partido de mi Atleti. Ese era el fútbol que a mi me gustaba. El que empezaba en el metro y terminaba en el césped. Ya teníamos los billetes para ir a Bucarest y ver la final de la Europa League contra el Athletic, y enlazar todos aquellos recuerdos con lo que íbamos a vivir en apenas tres días era una explosión de emociones que, simplemente, me hacían feliz. Después de un buen rato de charla, estábamos a punto de salir para ver el Atleti – Málaga. Nos poníamos las chaquetas, y mientras nos preparábamos, me puse a charlar con mi sobrino. Resulta que el miércoles hace doce años, así que aproveché esos momentos de despiste de mi hermano para preguntarle que quería por su cumpleaños. En esas edades, ser más mayor es importante, tienes marcado el día que cumples años. Cuentas días, horas y minutos. Así que, dándolo por hecho, le dije a mi sobrino: “¿Y tú, qué quieres para el miércoles?. Me miró con cara de extrañado, y me dijo “Pues, que gane el Atleti, claro”.
También te interesa: Atlético Madrid: Diego ribas, el artista de las obras inacabadas
Síguenos también desde Twitter y Facebook