Histórico
29 marzo 2012Jose David López

Schalke, optimizando rendimiento

Obsesión por el pase corto, la asociación permanente, movimientos constantes y profundidad aseada. Todo con sentido y atractivo. Bases de un fútbol casticista, abanderado de la brillantez y defendido por la belleza, que durante años tuvo su mejor reflejo en Gelsenkirchen. Sus creadores, los culpables de aquellas pasiones desatadas vestidas de azul Prusia, fueron dos cracks de los años 30-40 eternamente reconocidos para la historia del fútbol alemán: Ernst Kuzorra (motor goleador, pundonor y pegada de un club poderoso en lo técnico) y su ‘hermano’ (fue su mejor amigo y se casó con la hermana de Kuzorra), Friedrich Sczepan (inteligencia, toque sutil y visión de juego amiga de los actuales highlights). Se unieron al Schalke con apenas 18 años y consiguieron seis títulos ligueros consecutivos con un estilo jamás visto, regalando al club el caché y la magia que aún hoy desprende (solo) entre sus aficionados. Aquella manera de entender el fútbol y la línea que alimenta las gargantas esperanzadas del Veltins Arena cada semana, siempre será reconocido como el Schalker Kreisel (el ‘rondo’ del Schalke).

Desde entonces, salvo pequeñas alegrías como el título de 1958, el Schalke suma 43 años de sequía nacional. Alicientes de peso y presión, que supera campaña tras campaña a una institución con el entorno adecuado como para asaltar definitivamente la Bundesliga, pero sin la regularidad y tranquilidad global como para remediar que la espera siga alargándose cada temporada. El mito Hubb Stevens, técnico en el enclave minero desde 1996-2002, alcanzó el éxito internacional tras tumbar contra pronóstico al Inter de Milan en la finalísima de la extinta Copa de la UEFA en 1997 y fue el único que sí logró suficiente repercusión como para ganarse de por vida la estima de los 60.000 hinchas que abarrotan cada jornada el epicentro deportivo del Schalke. Tras demasiados vaivenes (sobre todo debido a la polémica salida de Félix Magath y la enfermedad de su sustituto, Ralf Rangnick), el holandés regresó a su ‘casa’ asegurando que “una vez se está en el Schalke, siempre se es un enamorado de este club”. Su objetivo no era elogiar lo evidente sino intentar pelear, por fin, la Bundesliga.

Una de las aficiones más fieles de todo el mundo (seguramente la más poderosa de Alemania), un estadio cinco estrellas y una solvente capacidad financiera dada la naturaleza empresarial de sus cuentas con el gigante ruso Gazprom (a pesar de que algunos analistas aseguran que sus cuentas están en números rojos tras años de mala administración), son bases firmes y seguras sobre la que construir un proyecto deportivo de categoría que sea capaz de competir al primer nivel continental. Tras ganar la DFB Pokal (Copa Alemana) el pasado año y regresar a la Europa League, la tranquilidad aportada por Hubb Stevens desde su regreso al banquillo ‘minero’, ha sido el mejor anestesiante para tantos golpes mal interpretados en los últimos años. Su trabajo y solvencia han encontrado rápida dinámica y respuesta en el césped, donde los resultados han mejorado drásticamente hasta situar al Schalke como una alternativa al título (tercera opción) de esa Bundesliga que no logran levantar desde hace casi medio siglo.

Actualmente el Schalke es tercero clasificado en esa pelea sin tregua que mantiene con Dortmund (su enemigo natural Borussia), Bayern Munich (siempre favorito) y Borussia Monchengaldbach (revelación mayúscula de la campaña). Con las matemáticas en la mano y siendo fieles a la fortaleza inesperada que ha mostrado el equipo renano en momentos difíciles estos meses, la posibilidad de romper el maleficio liguero debe ser una realidad pero inviable este curso. Pero la perspectiva más leal y sincera, catalogaría la campaña de ‘engañosa’ y entendería como una estupenda optimización de recursos, su respuesta y ambiciones en este 2012. Un aprovechamiento máximo de sus cualidades y una clara facilidad para minimizar sus debilidades.

Y es que pese a los resultados logrados desde el regreso esperanzador de Stevens, el Schalke sigue siendo un equipo imprevisible, demasiado frágil en zona defensiva y con alteraciones exageradas en su repliegue. Siempre comparado con sus tres rivales en la lucha por la Bundesliga, el Schalke es, sobradamente, el más timorato en su línea defensiva, tal y como reflejan los 34 goles encajados hasta la fecha (el año pasado en esta misma jornada había recibido  una cifra similar, pero su posición era mucho más baja y luchaba en mitad baja de la tabla). Una clara prueba de la aún dubitativa capacidad de sus defensores, tarea que el entrenador ha acabado asignando a dos inesperados centrales como Papadopoulos y Matip (ambos mediocentros defensivos de raíz, adaptados por el míster). Las enormes arrancadas ofensivas de Fuchs en banda izquierda lo condenan aún más por ese sector, así como la lentitud de Metzelder como alternativa y la escasa aportación del español Escudero o el japonés Uchida. No hay más opciones de validez pues el único jugador que sí aporta solidez es el internacional Howedes. Si a ello le añadimos que con la marcha de Manuel Neuer bajo palos, el Schalke contrató a Fahrmann, que no convenció y se lesionó de gravedad dejando hace meses la portería al canterano Unnerstall, la sensación de inestabilidad se multiplica. Ahora, por cierto, también lesionado y obligado a una vuelta de tuerca más pues el titular será el veterano Hildebrand.

Otro de los problemas reales del Schalke actual radica, como en la mayoría de clubes en estos momentos, en la falta de un creador capacitado para mover y organizar el juego del equipo. No existe un estilo definido sino una amalgama de opciones para destruir y desequilibrar al rival, sin consideración previa o análisis sobre la naturaleza sobre la que apoyar sus intenciones. Jones, Hoger o Kluge, tres destructores que se han ido alternando en esas labores, aún no han convencido y a su lado, con mucho aún que demostrar, la creatividad y clarividencia de ideas la debería aportar el joven Holtby. El ex del Mainz, donde cedido estuvo a gran nivel el pasado año, ha sido readaptado a labores de organización y aunque tiene calidad sobrada para ello, ha sido eliminado de su mayor zona de influencia, las cercanías al área rival donde es demoledor por llegada y último toque referente. Esa mezcla sin éxito en la medular, genera lentitud y acumulación de efectivos en el centro, lo que libera las bandas, quizás el mayor generador de peligro y desequilibrios de este Schalke. Ya hablábamos de Fuchs como el carrilero más ofensivo (peligroso y competitivo) del campeonato en banda izquierda pero en la derecha, primero Farfán (que por lesiones y problemas con la directiva ha estado fuera mucho tiempo) y ahora Obasi (recién llegado), alimentan de velocidad e imprevisibilidad el ataque renano. Sigue llamando la atención la pobre repercusión (va en aumento pero debería ser mayor) del español Jurado, su jugador más capacitado para llevar el peso identificativo, así como del joven Draxler, el proyecto de estrella curtida en Gelnsenkirchen que progresa poco a poco en banda zurda.

En la delantera la mezcla funciona por pegada, capacidad de definición y alternativas diferentes, siendo su principal recurso para mantener la efectividad de victorias y una línea positiva. Porque si el Schalke recibe muchos más goles que sus enemigos por el título, también es capaz de mantener el pulso por su poder ofensivo (60 goles a favor). Son intocables Raúl (doce goles) y Huntelaar (veintidós goles), con el español actuando unos metros por detrás del holandés pero combinando la inteligencia-trabajo del primero con la eficacia-rentabilidad del segundo. Sólo por momentos y aunque con lucidez concreta, el finlandés Pukki (cinco goles) y el rumano Marica (dos goles), han aparecido como sustitutos marcando en partidos donde la necesidad era máxima y respondiendo ante la presión. Una concatenación que, sin ser de primerísimo nivel mundial, sí propone una jugosa y provechosa lanza para amenazar en cualquier escenario.

Y esta mezcla de extrema fragilidad defensiva y potente facilidad goleadora, ha logrado mantenerse en lo alto de una Bundesliga que les sigue perpetuando como alternativa al título pese a la escandalosa sensación de incredulidad entre los analistas. Sensaciones divididas y contradictorias como para ver a este Schalke levantando la ‘ensaladera’ y rompiendo su nefasta racha de casi medio siglo. En Europa, vuelven a llegar lejos (el año pasado fueron semifinalistas de Champions), pero el Athletic puede ser su tope. Una estampa que, si se cumple con éxito, será todo un ejercicio de optimización extrema de sus recursos.

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