Histórico
5 marzo 2012Jose David López

Chelsea: Villas-Boas y el batallón insurgente

Nacido en el siglo XIX, en servicio militar desde los adolescentes 18 años y compañero de filas de mismísimo Francisco Franco, el humilde Melchor Irure, fue enterrado en Granada con 109 años. Una vida dedicada a la defensa de la bandera que, ya desde los años 50, representaba al general más respetado. Una embolia de la que nunca pudo recuperarse, silenció su corazón hace unos años en Granada, dejando 12 hijos, 27 nietos y 30 biznietos. Cifras, recuerdos y sensaciones experimentadas en tres largos siglos donde su corazón, incombustible, retó a flaqueza de la edad para desafiar hasta el último aliento al destino. Un militar ganador, experimentado, acostumbrado al éxito y resistente a los ataques, pero al que querían encontrar sustituto a la altura de su categoría, ocultando las arrugas y perfeccionando una imagen de renovación. Una imagen difícil de superar.

En pleno proceso de restructuración (hace apenas ocho meses), con la arriesgada decisión ya tomada (la de crear un bloque rejuvenecido que encontrara su máximo nivel en un par de años) y después de apostar a una carta supuestamente acertada para dirigir sus maniobras futuras en la línea correcta (André Villas-Boas), el líder trajeado volvió a ceder nuevamente ante las exigencias de su batallón. Porque como Irure, los veteranos soldados Blues del Chelsea (Lampard, Terry, Drogba, Cech, Malouda, Cole…) seguían teniendo el poder, la última palabra y las heridas de guerra en su rostro. Más demacrado y vetusto que las costosas y guapas caras que pretendían introducir para echarles a un lado, pero con la fortaleza de quien se hizo respetar en escenarios mayúsculos. Un colectivo que ahora, vestido de londinense pero sin el glamur de principios de siglo, mantiene un poder letal, una fuerza no escrita pero latente, ante aquellos osados que pretendan consumar las ordenes del líder. Demasiados obstáculos para un ‘novato portugués’ en Premier. Una víctima más del vestuario más insurgente de Inglaterra.

La alargada sombra de José Mourinho en el Chelsea, fue el primer impulso positivo de Roman Abramovich para pensar en Villas-Boas como el heredero de la gloria en Stamford Bridge. El ‘Special One’ logró colocar a los Blues en la cima del fútbol inglés y levantar copas en su trayecto. Lo que pretendía el nuevo proyecto y que parecía idealizado en manos de un perfil similar de entrenador por origen, pasado y juventud, pero que ni por asomo disfrutó de las comodidades y facilidades de su compatriota. El hoy técnico madridista se encontró a un millonario en plena inversión para una plantilla con ‘mimbres’ y sin estrellas consumadas que iban a ofrecer su mejor nivel desde el ostracismo y la sorpresa del que acude a la cima sin avisar. Y pese a que acabó cesado por el mismo magnate que lo añora desde entonces, el carácter y la imprenta ganadora se mantuvo en ‘su’ vestuario, el mismo que aún hoy conserva once caras de las que fueron importantes con ‘Mou’. Once perfiles competitivos, en edad adulta y con galones que jamás volvieron a recuperar en el césped, pero sí en el vestuario, donde liquidaron uno tras otro a aquellos que su mandatario situaba al frente.

La jerarquía del batallón es infinita. En campo abierto les permite presionar desde sus palabras ‘expertas’ públicamente. A ellos se les otorga cierta libertad y registros ilimitados. Pueden alzar la voz pidiendo soluciones, exigiendo o clamando venganza, e incluso solicitar cambios estrictamente deportivos. Quejas, salidas de tono y desvaríos constantes que se llevaron por delante a Avram Grant, Scolari y ahora Villas-Boas. Que se aliaron con Guus Hiddink en un momento inadecuado para el holandés y que restringieron a un Ancelotti que, desde Mourinho, fue el único en restablecer el canon de equipo teóricamente creado de la nada para ser competidor en toda aquella competición en la que se vea involucrado. De todos ellos, el que acaba de marcharse por la puerta de atrás de Stamford Bridge sí  respondía a la idea de fortalecer de nuevo esas bases competitivas, pero ni mucho menos era el más caracterial o preparado para regenerar el vestuario más revolucionario e insurgente de los últimos años. Joven, poco dialogante pero no por ello respetado y nunca peleado con la adversidad en su carrera, Villas-Boas se convirtió pronto en el enemigo para aquellos emblemas Blues que se negaban a facilitar su trabajo echándose a un lado sin molestar. Todo el que pasó por allí acabó volviendo al modelo Mourinho, basado en el poder físico más que en la técnica en el césped. Regeneración sí, pero para otros.

Abramovich se gastó cifras record para sentar en su banquillo al técnico de moda el pasado año. No solo pagó 15 millones de euros para liberarlo del Oporto (perfecto gestor en este tipo de tratos), sino que aceptó concluir el contrato de Ancelotti pese a pagar cada año (durante dos cursos más) unos 7.3 millones de euros. Si ahora sumamos los más de dos años que le restan al portugués (unos 9.2 millones de euros), la rentabilidad de ocho meses de competición ha sido nefasta. Con un total de 40 millones de euros (desde la salida de Ancelotti a la de Villas-Boas), las lecturas no admiten duda y perfilan análisis deplorable sobre las decisiones del magnate ruso al frente del Chelsea. Ya que esos millones, son exactamente los mismos que partidos ha estado al frente el portugués, reflejando que cada partido con Villas-Boas vestido de corbata Blue, costó al club 1 millón de euros. Y la solución de emergencia es un Roberto Di Matteo perfectamente conocedor de la situación, que aceptó el cargo porque no le une una relación especial con su superior y que tiene de antemano más experiencia Premier que su antecesor. Sin embargo, el vestuario también lo culpa como el ‘brazo ejecutor’ de algunas de las decisiones más controvertidas tomadas estos meses. Un inicio muy gris.

Problemas de cifras, de decisiones tomadas, de falta de tiempo, de necesidad resultadista, de sistemas que no convencía (siempre acabó volviendo al 4-3-3), de fichajes carísimos que decepcionan y de urgencias en la cabeza obsesionada de un millonario en busca de la Champions. Pero sobre todo, egos multiplicados en un vestuario con los mismos dueños desde hace más de una década. Peleado con Cole, en la mira de Lampard, criticado por Terry y sin el apoyo de Drogba, el batallón lo había devorado. Sólo cinco victorias en los últimos dieciséis partidos, fuera de las plazas de Champions y con un pie peligrando en los cuartos de final en esta edición, la batalla estaba decantada. Uno más, o uno menos. Los militares veteranos siguen dominando incluso muertos…

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