Histórico
26 marzo 2012Jose David López

Apoel: Chiotis, un penalti de siete años

Una historia sin personajes, no es una historia. Delante del papel, con bolígrafo en mano y cientos de esquemas rocambolescos, el niño chipriota que vibraba en el GPS Stadium de Nicosia, intenta dar forma a lo vivido desde el prisma de la ilusión del eterno humilde. Explica cómo su ciudad está separada en dos mitades desde que el general Peter Young trazó la ‘Green Line’ (debido a los conflictos entre griegos y turcos), la nefasta sensación de incomodidad añadida cada vez que intenta atravesar dicho muro y las críticas que existen entre sus propios ciudadanos al nivel de vida del ‘vecino’ extremista. Un muro que desearía destruir, una calle Ledra (epicentro de esa separación) que jamás quisiera haber nombrado y una zona desmilitarizada mantenida por Naciones Unidas sin ninguna matización actual. Los ojos de un niño que no es feliz con los errores cometidos por las generaciones previas, pero al que se le reactiva la sonrisa cuando aprecia la unión fiel y perenne de todos los herbitenses en torno a la pelota y a los colores de la felicidad, los del Apoel Nicosia.

La historia tenía ya enclave, tenía un nexo de enlace entre todos sus habitantes y hasta once guerreros chipriotas que buscaban, de manera osada y hasta irresponsable, destruir el contexto pre-configurado en la élite del fútbol europeo. No existen estrellas, no hay un icono mediático y el colectivo es tan humilde como lo inmaculado de sus palmarés, exentos de apreciaciones positivas pero interminables en sacrificio. Una solidaridad que, bien estructurada, trabajada y desarrollada por el líder que asume el cargo, Ivan Jovanovic (cuatro años al frente del equipo le han dado seguridad y confianza para progresar sin complejos), ya había escrito noches gloriosas para encaramarse allí donde jamás osamos ver a un equipo chipriota. El simple echo de atreverse sin complejos, de asumir que era posible y de potenciar sus virtudes (pocas pero apetecibles), ya era reseñable. Si además el reto sigue avanzando, el guión de todo hincha toma un tono enigmático al que sólo le faltaba el héroe.

Podría haber sido el dinámico atacante Aílton Almeida, también habría opciones para Helio Pinto por su mayor destreza técnica e incluso la lógica hubiera elegido a Charalambidis o Manduca por su aportación regular. Pero los héroes, cuando parten desde el anonimato, consiguen sensaciones impactantes. Pudo dudar a cada pelota que aparecía por su área, mostró debilidad en cuanto el rival apuntaba entre sus postes y hasta esa melena bélica perdía fuerza en el momento en el que era exigido por alto. Muestras, pero sobre todo secuencias, en las que la noche de Dionisis Chiotis parecía predestinado al error de bulto que hiciera sucumbir las esperanzas de su Apoel y de sus animosos graderíos. Con la seguridad brillando por su ausencia aunque cumpliendo expediente, el portero griego, ya veterano en esas lides a sus 34 años, disfrutaba del que probablemente iba a ser su último partido en Champions. Cuando esa sensación de vacío, de necesidad y de gloria a su alcance apareció ante él, todo estaba predestinado. El elegido era él. El elegido era Chiotis.

Como en todo guión ‘oscarizable’, el contexto tenía detalles que potenciaban la atención de todo el planeta futbolístico. El modesto seguía soñando tras 210 minutos de juego ante ese Lyon, tan irregular como falto de identidad, que ponía en juego su honor, su prestigio continental, el puesto de su discutido entrenador y, desde luego, un buen puñado de euros. El foco apuntaba directamente a los dos guardametas, héroes por decreto de un fútbol que se encargó de amplificar a quienes dominan el arte de los 11 metros y a ‘destripar’ al lanzador que acaba errando en el momento justo. Bajo palos, dos únicos candidatos a ese ‘honor’. Un guardameta internacional, considerado el mejor de Francia, capitán actual de su selección y cotizado en el escenario continental, Hugo Lloris. O un veterano que jamás pudo establecerse en su Grecia natal y que cansado de su rol secundario en AEK Atenas, buscó sin mucha suerte continuar su ya larga carrera en el ‘vecino’ chipriota, Dionisis Chiotis. El resto, previsible en toda buena exposición literaria rodeando una heroicidad, estaba predestinado.

El portero heleno escuchaba cánticos de apoyo desde ese graderío que jamás había imaginado semejante envite, pero su subconsciente, sabio y humilde, no le permitía olvidar que su último penalti atajado databa de siete largos años atrás. Siete temporadas, siete cursos y unos 60 partidos anteriores (sí, ni tan siquiera ha sido habitual titular en su trayectoria), que quedaban resumidos en cinco lanzamientos para escribir sus nuevos registros. En el banquillo, su compañero Urko Pardo (guardameta hispano-belga), titular más habitual en los últimos meses, impulsaba ánimos y concentración al protagonista de la noche. Porque pese al lastre moral de solo recordar un penalti atajado hace años, Chiotis tenía que ser el héroe imprevisible.

Cuatro de los cinco disparos contaron con la firme oposición del portero del Apoel, que incluso se topó con la mala suerte cuando el golpeo de Lisandro López le pegó en la espalda. Un dato más para aportar heroicidad al guión, que quedaría completado cuando Lacazette y sobre todo Michel Bastos, erraron ante la inmensidad del rey de la noche. Un momento que coloca a Nicosia en el mapa futbolístico, que premia la valentía de aquellos humildes que siguen luchando por un fútbol equilibrado al más alto nivel y que metía en cuartos de final por vez primera a un representante chipriota. Un fútbol terciario y precario, pero con mitos como Chiotis. Un penalti de siete años para un guión aún incompleto que, en sus deseos, debe completarse ahora ante el Real Madrid y Cristiano.

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