Un Milan sin Ibrahimovic ni Boateng, dos de los jugadores clave para su funcionamiento más notable, destrozó la mejor versión de una Juventus donde Pirlo nunca se encontró cómodo. Ese choque de estilos respaldó el dinamismo y energía milanista, siendo mucho más agresivo y encontrando fisuras en la zaga juventina. Una pérdida de balón en la salida ofensiva a cargo de Bonucci, facilitó el prmer gol de Nocerino (tras desviar precisamente el central visitante. En ese instante los de Allegri aprovecharon su mayor determinación y debieron marcharse al descanso con mayor ventaja pues Muntari logró batir a Buffon de cabeza pero el linier no apreció el clarísimo ‘gol fantasma’.
En la reanudación, con más posesión y acertando en los cambios para proponer mayor capacidad creativa, la Juventus empezó a hacerse dominador de la pelota y, apretando hasta encerrar a los milanistas, logró igualar. Un saque de esquina donde la pasividad y lentitud local fue determinante, propició un gran centro de Pepe para que Matri remachara en el primer poste. Premio quizás excesivo pero que alarga la equidad en lo más alto de una pelea, la del Scudetto, que sigue su irremediable camino hacia una resolución espectacular.
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