Histórico
10 enero 2012El Enganche

Real Madrid: Marcelo, cinco años para hacer olvidar a Roberto Carlos

Por Alberto Piñero, periodista cobertura diaria Real Madrid (@pineroalberto)

Dicen que el puesto de lateral es uno de los menos reconocidos en el fútbol. El economista del deporte rey. ‘El que vale, vale, y el que no, al lateral’ se escucha, parafraseando el estudiantil y fraternal dicho. Pero paradójicamente, en realidad el lateral requiere de una alta exigencia táctica, y su rol en el juego de todos los equipos es clave. Cada vez más. En ataque, el lateral debe aparecer en campo rival para crear superioridad frente al contrario. Y en defensa, es precisamente la zona del campo que ocupa por donde fluyen natural y espontáneamente los ataques contrarios, buscando su espalda, examinando continuamente su velocidad y reflejos frente a los gambeteos de los tradicionalmente hábiles extremos. Exigencias clásicas éstas las del lateral que, merced a la herencia brasileña, no son nunca suficientes en el fútbol moderno si no se acompañan además de una pulida técnica, una potencia superlativa, y un resistente físico.

Dicen que fueron jugadores como Cafú, y más reciente en el tiempo, Roberto Carlos los que mal acostumbraron al ojo del aficionado. Pues viendo sus subidas, lo largo que hacían el campo, y que sus aportaciones en ataque eran tanto o más importantes para su equipo que sus deberes como defensas, todos los que componen el circo del fútbol aprehendieron de la noche a la mañana que los laterales con vocación ofensiva debían ser algo inherente al fútbol. Y en consecuencia, aquel lateral que no respondiera a ese perfil no era merecedor de portar el ‘2’ o el ‘3’ en su espalda, obedeciendo a esa absurda necesidad histórica del ser humano de negar todo lo que no asume como propio.

Una tara que en algunas situaciones concretas ha supuesto toda una penitencia. Como es el caso del Real Madrid, otrora la casa del que hoy en día sigue siendo recordado como uno de los mejores laterales izquierdos del mundo, si no el mejor: el propio Roberto Carlos. Su fichaje procedente del Inter de Milán en 1996 fue sin duda alguna uno de los mayores aciertos en la historia moderna del club blanco. Y como lógica consecuencia, su marcha once años después abrió una profunda brecha en el engranaje del equipo, y un desolador vacío en el corazón de los aficionados.

De pronto, de un día para otro en 2007 dejaron de verse por el verde del Santiago Bernabéu esas explosivas subidas por la banda, ese quebrador golpeo de balón, esos hechizantes recortes y bicicletas, esos excitantes lanzamientos de falta. A cambio, el club blanco había traído a un joven brasileño desde el Fluminense seis meses antes de la marcha del mítico ‘3’ blanco. Raúl Bravo no era una opción. La Fábrica tampoco. Y se decidió dar los galones a Marcelo, el otrora imberbe lateral y que ahora, justo cinco años después de su debut, es ya una pieza fundamental en la maquinaria madridista.

El camino no fue ni mucho menos fácil hasta llegar a ese rol protagonista, y el honor y responsabilidad de ser incluso el tercer capitán del Real Madrid. Todo lo contrario más bien. Pues desde ese verano de 2007 hasta hace muy poquito tiempo, todos y cada uno de los jugadores que ocupaban el lateral izquierdo en el Real Madrid eran emparejados con Roberto Carlos, saliendo irremediablemente perdedores en la comparación. También Marcelo, por supuesto. Que llegó desde Brasil con el título honorífico de ‘heredero’ de Roberto Carlos, pero en realidad entonces no le llegaba ni a la suela de los zapatos. Es más, porque tampoco le llegaba a los talones al Marcelo de hoy en día.

Ahora es un jugador mucho más experimentado, no tan impulsivo, con un conocimiento táctico más profundo, una capacidad de decisión mucho más pulida, unas aptitudes y actitudes defensivas más y mejor desarrolladas, y cierto peso en la plantilla merengue incluso. A lo que hay que sumar el equipamiento de serie con el que llegó del otro lado del Atlántico: su sobresaliente técnica, su velocidad, su potencia, su fuerte golpeo, su olfato de gol, su insultante juventud y su enorme capacidad de mejora y aprendizaje. Lo que hace de Marcelo, ahora sí, un jugador completo. De los más completos del mundo en esa posición, de hecho. Hasta el punto de que podría afirmarse sin miedo al error que esa sombra tan alargada de Roberto Carlos es ahora tan sólo un punto difuso, un dulce recuerdo más en el imaginario blanco.

Han quedado ya lejos los tiempos en los que se dudaba de si Marcelo debía jugar de extremo o de lateral, como sucediera con Juande Ramos en el banquillo blanco. “No me gustaba, pero ahora estoy enamorado de él” llegó a decir el propio Mourinho al poco de empezar a entrenarle, consciente de su evolución, pero también de su porvenir. Y es que si bien hubo momentos en los que los seis millones de euros que recibió el Fluminense parecieron demasiados, hoy en día se puede decir que el fichaje de Marcelo ha sido otro de los grandes aciertos del Real Madrid en su historia moderna. Le falta pulir algunas actuaciones infantiles, graduarse en una cita grande con el Real Madrid, y crecer con su selección aún. No tendrá el carisma de Roberto Carlos, su explosividad, su genuino golpeo de balón, ni su trayectoria con la selección brasileña, pero lo cierto es que tampoco se le exije. Y es que cinco años después de su llegada, ya nadie en la grada busca al heredero de Roberto Carlos por la banda izquierda, sino que buscan a Marcelo. Y saben lo que podrán ver cuando le encuentren.

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