Histórico
25 enero 2012El Enganche

Real Madrid: El Pseudo-madridismo

Por Alberto Piñero, periodista cobertura diaria Real Madrid (@pineroalberto)

Dicen quienes pasan por el club que el Real Madrid lo magnifica todo. Como Gran Hermano. Y curiosamente ha coincidido el comienzo de la última edición del morboso reality show con una de esas semanas en el club merengue que nos recuerdan a todos por qué el Real Madrid es el club más grande del mundo. Y es que sólo ha hecho falta una derrota más ante el Barcelona y una filtración de una discusión en el seno del vestuario para que se agiten los cimientos de la Casa Blanca. Y en consecuencia, se revolucione todo el panorama del fútbol nacional e internacional. Y sin que esto sea una novedad per sé, coincidiendo con el revés esta vez ha estallado un curioso fenómeno: el pseudomadridismo. No nació esta semana, su origen podría ser fechado coincidiendo con la época de bonanza en el Barcelona o con el aterrizaje de Mourinho en el Real Madrid quizás. Pero quién sabe si alcanzó su cenit este pasado lunes.

Para entendernos, básicamente el pseudomadridista sería ese aficionado al Real Madrid que a pesar de su ferviente pasión por el equipo blanco, es capaz de dejar un hueco a su razón y su lógica para criticar aquello que no le gusta de su equipo, o incluso reconocer los méritos de otros equipos que no sean el suyo. El pseudomadridista no puede ser reconocido a sí mismo como tal, sino que debe ser señalado por otro aficionado, normalmente un madridista. Que para entendernos, básicamente sería igual que el anterior pero sin dejar hueco a la razón y a la lógica.

Hace tiempo, ambos conceptos entendidos como tal se manifestaban fusionados. Sin embargo, parece cosa de otra época ya. Y es que ahora parece que has de bendecir todo lo que se produzca bajo el sello del Real Madrid para demostrarte puro. Ya sea bueno o malo. Si en el parque ves a un tío de 28 años hecho y derecho pisando la mano a otro intencionadamente, es malo. Pero si lo hace sobre el verde del Bernabéu con la camiseta blanca, ya no lo es tanto. Si en tu trabajo alguien rehúye a contestarte, despreciándote casi, bordeando la falta de educación, te revolverías contra él. Ahora, si eso pasa en el Real Madrid, la culpa es de los periodistas, que hacen preguntas maliciosas, enfadan a jugadores y entrenadores, e insisten sobre las mismas cuestiones siempre. Más o menos en eso consisten las pruebas de fuego para que otros madridistas no te consideren de la subclase de los ‘pseudo’. Pruebas que no son puntuales como unas oposiciones, sino que deben ser superadas día tras día, y pase lo que pase, por supuesto.

Sinceramente, no entiendo muy bien este fenómeno, descrito antes con no cierta ironía pero sin pretender ser ofensivo. Y es que si bien la pasión a unos colores es una de las cosas que más salsa le aporta al deporte en general, el deporte debe ser también rico en criterios, opiniones, visiones. En personas con las que se pueda debatir, y sobre todo aprender. En gente que te pueda aportar distintas perspectivas de un mismo hecho. Y llevado al extremo, es que no se entendería siquiera el deporte si no hubiera dos jugadores, dos equipos, dos selecciones, o dos puntos de vista que se enfrentan el uno contra el otro. Es el sino del deporte, que no entiende de monólogos ni de discursos únicos y totalitarios, sino que nace con el espíritu subjetivo del observador. Y sobre todo, que el deporte es una disciplina vital que, aunque a veces adquiera dimensiones sobrenaturales, sigue estando inmersa dentro de las normas, valores y ética que rigen la condición humana. De ahí que sea de difícil comprensión cómo se puede defender a deportistas maleducados, violentos o malintencionados, sean del equipo que sean, cuando no aceptaríamos esas actitudes entre nuestros allegados.

Tengo la inmensa suerte de haber conocido a muchos aficionados del Real Madrid. Y realmente me cuesta creer que alguien pueda decirle a Domenico que no es madridista por criticar a Pepe, cuando a sus 40 años recorre miles de kilómetros desde su estudio de abogados en Turín sólo por acudir a un acto de peñas de Butragueño en Coca (Segovia). O a Paco por criticar la alineación de Mourinho, cuando el regalo de boda de su esposa fue un sello con el escudo del Madrid y en su herencia ha dejado escrito que quiere ser enterrado con una bandera madridista. Me cuesta. Me cuesta mucho.

O también, por qué no, a Casillas. Sí sí, Casillas. Que ha pasado toda su vida en el Real Madrid, que es uno de los seis jugadores que más partidos ha disputado, su capitán. Al que incluso se le ha discutido su compromiso y su madridismo esta semana sólo porque ha discutido con su entrenador y en zona mixta no ha sido del todo claro a la hora de resolver el altercado descubierto por los medios.

Hasta ese punto ha llegado la psicosis por la búsqueda del pseudomadridista. Un fenómeno que, obedeciendo a estas últimas acciones, parece estar ya cada vez más lejos del deporte, y más cerca de la religión, donde tiene cabida la fe antes que el raciocinio. Un fenómeno que cada vez se acerca más al culto a una sola persona en lugar de a toda una institución, como en sus orígenes. Un fenómeno que podría explicarse por esa necesidad primitiva de los humanos de clasificar y despreciar todo aquello que es distinto a lo propio, pero que pierde todo su sentido al existir un objetivo común, que es apoyar al mismo equipo de fútbol. Y un fenómeno al que, por mucho tiempo que pase, seguiré sin encontrarle explicación racional alguna. Con todo el respeto a los madridistas, pero sobre todo a los pseudomadridistas.

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