Histórico
3 noviembre 2011Jesús Camacho

Cassano, un aforismo genial

Bajo el título ‘Las mañanas no sirven a nadie’, Antonio Cassano resumió en su segundo libro su filosofía de vida en 365 aforismos, y viajando por aquellos, encuentro la intensa vida y carrera del que no ha sido otra cosa para el fútbol que un aforismo genial. La expresión más concisa de la genialidad mostrada por las pequeñas dosis de inmenso talento de aquel que quiso alinearse en el lado peligroso de la vida. Ese que eligió enfundarse  la casaca de los héroes de los dioses rotos del balón desde aquella noche de julio 1982, en la que según cuentan nació en Bari, con una bandera tricolor en la mano y rodeado por un grupo de médicos borrachos que celebraban que Italia era Campeona del Mundo.

Y  con aquel recibimiento Antonio, que abrió los ojos para reír y festejar, no tuvo elección, había nacido para ser futbolista, amar a Italia y vivir en una fiesta continua.  Y con semejante base filosófica a nadie le puede sorprender que eligiera como camino vital uno de aquellos aforismos de vida que anotó en rojo en su calendario: “Los demás se entrenan para ganar títulos, pero yo juego para ser feliz”. Y así fue perfilando sus sueños de niño en las difíciles calles del barrio más peligroso de Bari, en el que cuentan que si gritas, gesticulas, vives en la calle y no te resistes a dar patadas a un balón cuentas con grandes posibilidades de pertenecer a la vieja Bari. Una pertenencia sureña con la que fue moldeando la impredecible personalidad y la absoluta genialidad del pibe de Bari.

Y allá en Bari se sintió un chico y un futbolista afortunado porque desde que tuvo uso de razón se enfundó la casaca blanca de los gallos. Y aquellos gallos fueron testigos del ingenio y la incontrolable personalidad de Fantantonio, que debutó en un derbi del sur ante el Lecce y del que se recuerda su antológico debut en Serie A ante el Inter, dejando para la memoria el aforismo genial de un gol de antología tras un control de tacón y la cinturas rotas y esparcidas de Blanc y Panucci por el césped de la leyenda.

Así es Cassano, o todo o nada, aquel al que en Bari, 5.000 fanáticos gritan su nombre en Marassi y se mezclan con los de las banderas Samp. Y todo porque la gente que conoce sus voluntarias ausencias, jamás olvidará sus aforismos de genialidad. Los aforismos vitales y futbolísticos de un joven de 29 años que en una vida ha vivido ya varias vidas, un futbolista que ni puede ser ejemplo ni pretende serlo, pero que jamás olvidó que el fútbol por encima de todo siempre será un juego. Y así jugando para ser feliz a ratos, peleando con el sistema y dando que hablar por su díscola personalidad, se convirtió en el mayor talento del fútbol italiano. Cassano era ya talentino y la Roma de Fabio Capello pagó por su pase 30 millones de euros, apostando así por la genialidad del futbolista de Bari, que curiosamente exhibió bajo la estricta mano de Capello los mejores momentos de su carrera profesional.

Deslumbró Cassano en aquella etapa, en la que chocó frontalmente con Fabio, pero en la que se pudo ver su mejor versión, una versión que se fue apagando tras la salida de Capello, cuando talentino perdió nuevamente el norte y entró en aquel bucle de rebeldía en el que permaneció escondido para salir tan solo de cuando en cuando. Sus problemas en Roma propiciaron que en el invierno de 2005 el Real Madrid firmara al que posiblemente por talento era el mejor futbolista de Italia, pero tras unos comienzos esperanzadores, talentino fuera de peso y del fútbol, acabó comiéndose y bebiéndose las calles y noches de Madrid. Contó con posterioridad en un libro autobiográfico que se había llegado a acostar hasta con 600 mujeres, un libro en el que dejó muy claro, que además de un viva el fútbol, era un viva la vida. Por ello salió de Madrid como llegó, dejando la sensación de que había dejado como legado y a cuentagotas los aforismos de su excéntrica genialidad.

En su cabeza el manual de la polémica y en sus pies el grimorio futbolístico de la genialidad, el camino por el que se llega al arte a través del regate, conceptos con los que ha convivido desde pequeño y que siguió portando en sus maletas allá por el año 2007, cuando regresó al Calcio para enfundarse la casaca de la Sampdoria, con la que se pudo volver a disfrutar de la versión genial de talentino. Aquella que le valió para recuperar el cetro perdido del futbolista italiano con más calidad de su generación. Una generación que le ha visto una y otra vez transformarse y tirarlo todo por la borda con sus tradicionales ‘Cassanatas’, apelativo utilizado por los medios italianos para definir sus excentricidades.

Y es que Cassano siempre fue capaz de lo mejor y lo peor, un futbolista de extremos, de todo o nada, por ello el Milan hizo de croupier del destino y lanzó sobre la mesa de la ruleta la bola con su dorsal nº99 con la esperanza de que cayera en la casilla imaginaria de su mejor versión. La versión de los aforismos poéticos con un balón de un genial jugador que siempre saltó a un terreno de juego con la intención de divertirse a todo tren pero que solo en contadas ocasiones lo consiguió. Un jugador que recientemente declaró sentirse cansado y que en tres años tenía la intención de abandonar la práctica activa del fútbol. Unas proféticas declaraciones que tras los acontecimientos vividos recientemente parecen obedecer a un subconsciente que ya le avisaba de que en su organismo se colapsaban varias vidas vividas y doce años de carrera futbolística.

Las vidas y la carrera de un jugador, un hombre, tan imprevisible e impredecible dentro como fuera del terreno de juego. Aquel al que su cuerpo dijo basta tras el regreso de viaje a la capital lombarda, cuando una vez terminado el partido ante la Roma, se sintió indispuesto con problemas en la visibilidad, habla y movimiento. Problemas neurológicos que el Milan ha tachado de “foramen oval permiable cardíaco interarterial” pues sufrió un “daño isquémico cerebral”. Aportes que calman pero que, sin duda, ponen de manifiesto un serio problema neurológico y de salud del que parece va saliendo satisfactoriamente a la espera de que su recuperación total tras una operación ya oficializada estas semanas. Una circunstancia que todos y cada uno de nosotros deseamos con fuerza, pues como seguidores de su magia y genialidad, (aunque Tigretone no haya sido ejemplar), sería muy triste que los campos de Italia y el mundo, no pudieran contemplar una vez más uno de aquellos aforismos futbolísticos y poéticos con los que nos mostró su inmenso talento y su genialidad.

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