Histórico
8 agosto 2011Jose David López

De Gea: My first ‘British Afternoon’

El abolengo, ese rango social que diferencia a los ‘elegidos’, se sustenta en bases muy bien estructuradas durante décadas. Un criterio intocable (jamás rendirse), gestado en torno a un líder eternamente respetado (Alex Ferguson), inmaculados héroes que traspasan las fronteras deportivas (Giggs-Charlton-Best) y una entereza perenne ante cualquier obstáculo (decenas de históricas remontadas lo atestiguan). Exigencias del caché, de una imagen internacional y de la constante presión resultadista de cada temporada. Aspectos que sólo pueden ser controlables con frialdad, mucha inteligencia y dosis de paciencia cotidiana. Ser el Manchester United es, ante todo, ser una identidad ganadora y la adaptación a estas bases, diferencia a un verdadero Red Devil de un profesional más dentro del universo Premier.

Formar parte del selectísimo grupo de ‘distinguidos’ de Old Trafford, es ardua e interminable tarea. Rendimiento y sensatez. Carácter y profesionalidad. Sacrificio y humildad. Una línea que endiosó durante años a grandes genios pero que fue capaz de destrozar a otros muchos, incapaces de superar las expectativas, de dignificar la camiseta que tanto les pesaba y de conservar aquella estrella que un día les sirvió para asaltar el sueño mancuniano. Referentes iconográficos de esta forma de expresar unos colores, pocos, bajo palos, únicamente dos. El ‘Gran Danés’ Peter Scmeichel y ‘Jolly Green’ Van Der Sar. El resto, una larga lista de fracasos y decepciones ante las que, desde ayer y ante mirada dictatorial del fútbol más mediático del planeta, lucha David De Gea.

Alex Ferguson intentó convencer durante meses al portero holandés para que sus intenciones de retirada no fueran reales este verano, pero tras varios años cediendo a última hora, la decisión esta vez fue inflexible. Sin Van Der Sar, el United perdía una de sus piezas básicas, uno de sus jugadores más experimentados y sólo ganaba un serio problema, el de suplir su marcha con el guardameta ideal. Recordando que en el tramo de cinco años entre Schmeichel-Van Der Sar, la elección puso en evidencia todo el proyecto, no podían cometerse errores del pasado. Había que evitar que volvieran a surgir personajes de dudosa capacidad como Taibi o Bosnich, singulares oportunidades como las concedidas a Ricardo, Carroll o Van der Gouw y, desde luego, no más costosas operaciones sin rentabilidad como Barthez o Howard.

La apuesta tiene esta vez acento madrileño, desprende juventud y representa el futuro de la selección española, argumentos de peso para comprometerse con David De Gea. Sin embargo, no han servido sus buenas actuaciones en el Atlético de Madrid ni los análisis más optimistas valorando su proyección, para serenar las opiniones del entorno del Manchester United. No es un dominador del juego con los pies (maniobras básicas en un equipo con un planteamiento de posesión continua sobre el rival). Muestra muchas dudas en los balones aéreos, sobre todo verticales, ante la falta de ayuda de sus centrales (acciones que forman parte del ADN británico). Y sobre todo, tiene tras de sí una larga sombra que espantar y con la que enfrentarse los próximos meses, la de un antecesor que dominaba todos los registros Premier, que tenía la frialdad por decreto y que cumpliendo las bases de la pirámide mancuniana, se había ganado el respeto mundial.

La pretemporada (que en su caso empezó más tarde debido a la Eurocopa Sub-21), alargó en exceso la oficialidad de su fichaje y cuando llegó a Estados Unidos para incorporarse a su nuevo vestuario, Alex Ferguson estaba en pruebas con el danés Lindegaard y con el polaco Tomasz Kuszczak. Ninguno demostró en los últimos tiempos ser una elección segura, por lo que De Gea tenía este domingo todo enfocado en su debut oficial, en Wembley, ante el ‘vecino’ Manchester City y con la opción de levantar minutos después su primer título en suelo inglés. Lo que no había pensado, es que al final del mismo, la única comparación que iba a tener que asumir es la que, desde ya, arrastra con Jim Leighton (escocés de los 80-90 que Ferguson trajo desde el Aberdeen y que generó muchas de las mayores sornas del fútbol inglés con sus calamidades).

Una evidente sensación dubitativa en una jugada a balón parado con la pelota en el aire, rompió la defensa del Manchester United (gol de Lescott) y abrió la catarata de críticas hacia el portero español. Tenso, visiblemente afectado y entendiendo que aquella acción había mostrado uno de sus puntos débiles, De Gea intentó superar el momento. Apenas cinco minutos después, un disparo potente desde más allá de la frontal, le superó contra pronóstico, por sorpresa y sin oposición solvente de su parte (gol de Dzeko). Torpedeado durante casi media hora, buscó sensaciones, evitó arrugarse y reactivó su confianza con un par de acciones más afortunadas que ayudaron en la remontada final del Manchester United. Le ayudó la fe de Ferguson, que de manera impensable retiró a Ferdinand-Vidic como pareja de centrales en el descanso, intentando resaltar que suyos habían sido los fallos de los goles. Todo se arregló. Fue la primera victoria, el primer título y sus primeros flashes victoriosos, pero también, el inicio de un examen diario, el de ser Red Devil. Un calvario que el destino arregló (3-2). The first ‘British Afternoon’.

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