“Estoy terminando bachillerato y no es fácil tener exámenes con la mente puesta en los libros y en la pelota”. Un solo comentario basta para situar a todos los estudiantes adolescentes en el mismo saco a estas alturas de curso, cuando su futuro escolar está en juego y su inmediata diversión veraniega se tambalea. El citado, pertenece a Raphael Varane, un chico francés, de 18 años, viviendo en casa de sus padres y que estos días se examina con el fin de intentar culminar el último paso previo a la Universidad. Nervios, tensión y sudores que, en su caso, se multiplican sobremanera tras haber recibido la llamada del Real Madrid. Porque Varane, es futbolista y en plena proyección.
El conjunto blanco está a un pasito de consumar una nueva incorporación a su plantilla (si el Lens no cede a los intentos del otro interesado, el Manchester United) y esta vez, la gran mayoría ha quedado sorprendida con el perfil que ha llamado la atención al cuerpo técnico del Bernabéu. Joven, sin mucha experiencia, no sobradamente reconocido en el mercado de promesas y teniendo que desembolsar 10 millones de euros. Perfil novedoso para uno de los defensas que mejor perspectiva de progresión ofrece en toda Europa.
Porque, ante todo, hay que recalcar y analizar que es un jugador aún en fase de crecimiento y aclimatación al primer nivel. Pese a nacer en Lille, curiosamente nunca jugó con el actual campeón francés y tras empezar a tocar el balón en clubes locales, fue el Lens (rival comarcal del Lille), quien se llevó a Varane cuando sólo tenía siete años. Su amor al fútbol y el cambio que le hizo pensar en ser profesional, le llegó en el Centro Lievin, creado para explotar las cualidades futbolísticas de los chicos nacidos en la zona norte de Francia. Siendo líder en el filial del Lens que ganó el Championnat National (cuarta división francesa), ascendió al primer equipo con 17 años y, desde entonces, ha buscado hacerse un hueco que le llegó la campaña pasada.
Debutó por sorpresa tras una ‘plaga’ de lesiones en el Felix Bollaert pero, una vez lo hizo, su entrenador Jean-Guy Wallemme (y Laszlo Boloni después), no volvió a sacarlo del once inicial. De buena zancada, capacitado para sacar la pelota desde atrás y con un imponente físico (1,91) que le permite ser poderoso en el juego aéreo, acabó jugando 23 partidos en Ligue 1. Suficientes para ver en él a un central diferente, con buena lectura en colocación y fiabilidad en el corte aunque, por su inexperiencia, aún en claro crecimiento. Uno de sus mejores argumentos es que, además, por la limpieza de sus movimientos y capacidad destructiva, puede jugar de mediocentro, posición que ha ocupado varias veces sobre todo con las selecciones inferiores de Francia.
Un refuerzo para analizar a largo plazo pero tremendamente inesperado. Precipitado, injustificado teniendo en cuanta zagueros como Garay, que no han gozado de oportunidades que sí merecen y que, sobre el propio Varane, están más curtidos en exigencias madridistas. Un movimiento de ‘scouting’ razonable pensando en lo económico (aunque 10 millones ya es una gran inversión) y defendido en filosofías comerciales de clubes menores (Sevilla o Villarreal se mueven mejor en estos mercados). Un defensa más para Mourinho. Un fichaje extraño en 2011 pero con la certera posibilidad de convertirse en éxito en 2020.
