Histórico
28 mayo 2011Francisco Ortí

El Barcelona cierra su círculo glorioso en Wembley (3-1)

Posiblemente no haya mejor escenario para hacer historia que Wembley. Bajo los cimientos del remodelado estadio reposan siglos de fútbol. El Barcelona comenzó a escribir la suya -en lo que a Champions se refiere- en ese lugar en 1992 y allí mismo ha cerrado un círculo prodigioso que le ha llevado asentarse en el trono futbolístico de Europa. Esta vez en Londres le esperaba el Manchester United. Ya se enfrentaron en otra final dos años atrás, pero esta cita alcanzaba todavía una mayor magnitud. Ambos equipos estaban más maduros que cuando se vieron en Roma, buscando un broche que ratificara el buen trabajo realizado en los últimos años.

Rompiendo con los estereotipos históricos, el Manchester United representaba la garra y la pasión. El Barcelona personificaba el cerebro y el passing game. Estos roles marcaron los primeros compases del duelo. Los Red Devils, negándose a sufrir la misma condena que en Roma, arrancaron el encuentro intentando imponer sus reglas de juego. Intensidad, fuerza, choques e imprecisiones marcaron los pasos iniciales del partido. Los ingleses estuvieron más cómodos en ese escenario, aunque las manillas del reloj favorecieron a los azulgrana.

El Barcelona soportó la sobredosis de adrenalina inicial del Manchester United y lo intercambió por una sobredosis de pases, ralentizando el ritmo del encuentro y trasladándolo a su terreno. Así, en silencio y con discreción, los azulgrana se hicieron los dueños del partido, encerrando al Manchester United al filo de su área. Defendiendo tan atrás, los ingleses se vieron dominados, se sintieron inferiores y perdieron su mejor virtud: su confianza en sí mismos. Esperar al Barcelona en tu área es como vivir al borde de un precipicio, al menor error caes en el precipicio.

Y el error fue dejar pensar a Xavi. Villa, Pedro y Messi habían rozado el gol, pero sería Xavi quien provocaría que cambiara el primer dígito en el marcador. A los 27 minutos pisó las inmediaciones del área inglesa y el tiempo se detuvo para él. Pensó un segundo. No necesitó más. En ese instante diseño el mejor camino hacia el gol. Encontró un hueco en la defensa del Manchester United para inyectar una asistencia de lujo para Pedro. El canario, asesino letal bajo presión, no perdonó ante Van der Sar y anotó el 1-0 para el Barcelona.

El gol abría lo que se antojaba como una noche plácida para los culés, pero el Manchester United es un púgil difícil de tumbar. Puedes hacerle besar la lona, pero siempre volverá a levantarse. Lo demostró poco después de recibir el golpe asestado por Pedro. Cuando peor pintaban las cosas para los Red Devils aparecieron la sabiduría de Ryan Giggs y feroz elegancia de Wayne Rooney. El galés, curtido durante décadas, se encontró con un balón dentro del área -en fuera de juego- y mantuvo la calma para descubrir a un compañero mejor situado. Ese fue Rooney, quien fusiló sin piedad a Víctor Valdés.

Con empate a uno murió el primer tiempo. La segunda parte  se inauguró sin novedades en cuanto a hombres. No así en cuanto a actitud, en concreto, en la actitud de Lionel Messi. El argentino había estado desaparecido en la primera mitad. Apenas había tocado tres balones en 45 minutos, pero en el segundo tiempo se convirtió en el protagonista. A los 54 minutos, en un arrebato de individualidad lanzó un disparo desde la frontal que sorprendió a Van der Sar. El portero holandés, que vivió su último partido como profesional, cedió su palo izquierdo, pensando que era inalcanzable para Messi puesto que Vidic ejercía de barrera, pero el balón se instaló allí y el holandés se clavó en el césped.

El golpe definitivo, el que terminaría de tumbar al siempre incómodo Manchester United llegó de 69 minutos, de nuevo procedente de la genialidad de Lionel Messi. El argentino agarró el balón en el flanco derecho y decidió que sortearía a quien le saliera al paso. Rompió a uno, a otro, también a un tercero, pero su pase atrás no encontró receptor. Sin embargo, Sergio Busquets, siempre atento en el trabajo de limpieza, recogió el rechace e, imitando a Giggs en el gol inglés, mantuvo la calma para encontrar a un compañero mejor colocado. Villa esperaba en la frontal, pisó el esférico y acto seguido lo acarició para que entrara por la misma escuadra.

Era el final de la final. El Manchester United quedó hundido. Se agitó en la agonía final sin resultado. No llegó a inquietar a un Barcelona que manejó los últimos minutos con una suficiencia casi insultante. Así, el Barcelona levantó su cuarta Copa de Europa, a manos de Carles Puyol y cerró un círculo virtuoso en Wembley, el mismo escenario en el que Ronald Koeman consiguió la primera con un cañonazo legendario. Con esta victoria, los azulgrana prolongan una historia de gloria con sabor a hegemonía.

Los vídeos de los goles:

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