Histórico
20 mayo 2011Jose David López

Copa Alemania: Una final de 32 kilómetros

Todas las carreteras europeas disponen de una numeración especial para estandarizarlas y responsabilizarlas bajo el mandato de la Comisión continental. Su objetivo es intentar minimizar los daños y accidentes a lo largo de sus miles de kilómetros, aunque no todos los países se rigen bajo el mismo estamento. Alemania inició un nuevo concepto, el de las autopistas, antes que nadie, lo que le permite aún hoy, poseer las mejores líneas de transporte del mundo. Más seguridad, menos muertes y, pese a todo, mayor velocidad permitida. La carretera más famosa del país es, por importancia y actividad, la A42.

Por ella se puede recorrer medio país y sólo separados por 32 kilómetros, se encuentran Gelsenkirchen y Duisburgo. Ciudades vecinas, unidas por la Cuenca del Rhur y por un sentimiento pasional que encuentra nexo en el fútbol, excusa ideal para que la zona quede desierta este sábado. La A42 tomará color, predominará el azul. Prusia en el caso del Schalke y discontinuo (zebras) en el caso del Duisburgo. Pero la ruta no será esta vez corta, sino con un desvío de más de 5 horas por la E30 rumbo a Berlín, la capital del fútbol copero este sábado.

El Olimpiastadion berlinés, radiante de felicidad tras el temporadón del Hertha que lo devolverá a partir de agosto a la Bundesliga, acoge un duelo desigual, desequilibrado y con un solo perdedor posible. El Schalke ha firmado una de sus campañas más irregulares de los últimos años. Capaz de sorprender en Champions League dejando en el camino a Lyon, Benfica, Valencia o Inter, para superaron creces las expectativas creadas, aunque igualmente, mostrando una cara gris en la Bundesliga. Sólo cuatro puntos por encima del descenso, con un arranque y final de curso caótico, reflejan tal disparidad.

La polémica salida de Felix Magath tras ser hombre con plenos poderes, una serie de fichajes irrelevantes en el mercado invernal y la ya casi confirmada marcha de Manuel Neuer al Bayern de Múnich, acrecientan la sensación de debilidad del proyecto de Gelsenkirchen. Las previsiones no son nada halagüeñas y la final de Copa aparece como el primer examen para el futuro inmediato. Ganar es una obligación, por superioridad y experiencia, pero el premio de disputar la Europa League es lo más motivante para quienes pretendan crecer profesionalmente de la mano de Ralf Rangnick. Raúl tendría un año más de competiciones europeas para seguir aumentando su leyenda goleadora y la institución obtendría un mayor respaldo financiero tras sus últimos acuerdos con el gigante Gazprom.

El Duisburgo representa e sueño, la heroicidad y la meta inalcanzable para el fútbol modesto. Un club ascensor, incapaz de mantener regularidad en el primer nivel germano y derrumbado en la recta final de la actual campaña, donde no pudo mantener la estela para disputar los puestos de regreso a la élite. La Copa no es una salvación, sino un hito, una fiesta para las Zebras y para los 30.000 fieles que completan la capacidad del Reisen Arena cada semana. El equipo del croata Milan Sasic, muy físico y directo en su estilo, así como bien armado defensivamente, tumbó a Colonia y Kaiserslautern, además de lidiar con el Cottbus en el duelo entre clubes de segundo nivel. La baja del gigante austriaco Maierhofer, su jugador más determinante, les resta opciones pero la ilusión es insuperable.

Un puesto en Europa League, el sueño de la Copa y la fiesta del fútbol alemán, en Berlín. La ruta de la pasión sólo mira a la capital. Por delante, 500 kilómetros de aventura copera entre ‘vecinos’.

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