El 16 de mayo de 2001 fue un día histórico. Puede que a muchos no les diga nada esta fecha. Para algunos representará el fin de la sequía de títulos europeos del Liverpool. Y para otros, los más orgullosos, la recuerdan como el día en el que el Alavés rozó la gloria al perder la final de la Copa de la UEFA contra el Liverpool en un duelo épico (5-4). Diez años después de aquella noche agridulce en Dortmund la hazaña vitoriana sobrevive en la memoria colectiva, desafiando la máxima futbolística de que la historia sólo recuerda a los vencedores.
Después de convertirse en la revelación de la Liga Española durante la temporada 1999-2000, el Alavés logró clasificarse para disputar la Copa de la UEFA por primera vez en su historia. Su aventura europeo comenzó arrancó en Turquía, donde le esperaba el Gaziantepspor. El Alavés superó el primer escolló a duras después de empatar sin goles en Mendizorrotza y ganar 4-3 en territorio turco. Más sencillas resultarían las siguientes rondas en las que se vio las caras con los noruegos Lillestrom y Rosenborg.
Los vitorianos estaban disfrutando de su participación en Europa sin complejos, aunque cuando vieron que en 4ª ronda deberían enfrentarse al Inter de Milán aceptaron que su camino había llegado a su fin. “Cuando nos tocó el Inter, pensamos: ‘Hasta aquí hemos llegado”, recuerda Mané, técnico de aquel Alavés. Sin embargo, después de empatar a tres en Álava, los vitorianos conquistaron San Siro y vencieron 0-2 a los nerazzurri con goles de Jordi Cruyff e Ivan Tomic. Ese triunfo cambió la mentalidad de un Alavés que dejó de ser un invitado para ser un aspirante. En cuartos de final doblegó al Rayo Vallecano, y la semifinal aplastó al Kaiserlautern, con un global de 92 en la eliminatoria.
Contra todo pronóstico el Alavés logró un puesto en la final. Sobre el césped del Westfalenstadion se veía contra un Liverpool que ya había levantado dos copas esa temporada y contaba en sus filas con leyendas como Michael Owen -nombrado balón de oro tras esa temporada-, Robbie Fowler y Steven Gerrard. Era otro duelo desigual sobre el papel para los vitorianos. Sobre el campo no se notó. El histórico once formado por Herrera; Contra, Karmona, Téllez, Eggen, Geli; Jordi Cruyff, Tomic, Desio, Astudillo; y Javi Moreno plantó cara a los Reds. Los noventa minutos se consumieron con un sorprendente 4-4 que daba paso a la prórroga. Demasiado tiempo para el Alavés. En el 99 se quedó con diez por expulsión de Magno y en el 116, con nueve, después de que Karmona viera la segunda amarilla. Con dos hombres menos, los vitorianos no pudieron resistir. Un gol de Delfí Geli en propia puerta mató el sueño del Alavés y la Copa de la UEFA voló a manos de Sami Hyypia, quien la levantó para el Liverpool.
El Alavés no pudo vencer al Liverpool, pero sí sobrevivió al olvido. Diez años después nadie ha olvidado su gesta. No han corrido la misma suerte sus protagonistas para quienes la final de la Copa de la UEFA marcó el inicio de la decadencia en sus carreras. Javi Moreno fue el héroe de aquel Alavés con sus goles terminó apagándose en las divisiones inferiores del fútbol español tras fracasar en el Milan. Jordi Cruyff se mudó a Malta, donde, hasta la pasada temporada, ejerció de entrenador jugador del Valetta FC. Óscar Tellez defiende la camiseta del San Martín de la Vega, de la Regional madrileña, mientras que Pablo Gómez, el único vitoriano del equipo, regenta un restaurante.
El tiempo tampoco ha tratado bien al propio Alavés. El conjunto vitoriano sufrió una grave crisis económica -desencadenados tras el paso de Piterman por la entidad- que hundió al club, encadenando descenso tras descenso, hasta estancarse en Segunda División B. Esta temporada, la de su noventa aniversario, el Alavés ha iniciado el proceso de resurrección. El equipo ha acabado en puestos de playoff de ascenso y Josean Querejeta, presidente del exitoso club de baloncesto Baskonia, tomará el mando de la entidad. Puede ser el inicio de una nueva historia. Mientras tanto, al Alavés solo le queda recordar aquello que logró hace diez años y un día. Aquello que nadie le podrá arrebatar jamás, ni siquiera el olvido.