Histórico
26 abril 2011Jose David López

Schalke: Raúl, la luz eterna

Quince veranos intentó mantener el nombre del Real Madrid en lo más alto, allí donde las presiones le obligan a estar a diario y en el primer plano que tanto peso le costó soportar. Noches de éxito, de gloria, de paseíllos y de visitas a la Cibeles como bandera de la institución que llevaría pegada al corazón de por vida. Días de trabajo de lucha personal, de dar la cara ante los medios y de mantener ese respeto por todos y para todos. Al decimosexto verano recapacitó, analizó el entramado social que le rodeaba y supo leer mejor que nadie su status, el que había quedado golpeado ante su silencio.

Ganador eterno, competidor mayúsculo en cualquier estadio y ansioso por seguir sumando títulos al son de los años. Un dato, el de la edad, que le hizo perder credibilidad entre aquellos que lo vitorearon domingo a domingo en el Bernabéu. Nadie olvidaría su correr enérgico, su talante poderoso, ni su capacidad para sobreponerse ante cualquier situación que rozara la imagen del Real Madrid. Pero ese verano, el de 2010, Raúl González, quedó ensombrecido por el nuevo líder del madridismo, José Mourinho, su particular sustituto.

Nada más aterrizar el entrenador blanco, con su habitual carácter y mentalidad, entendió los valores y aptitudes que podrían otorgarles cada uno de los jugadores de su plantilla. En esa agenda lusa, el rol de Raúl quedaba aislado, como le había sucedido en los últimos años. Sólo un hombre con el poder en la mano, con la directiva de su lado y tras una crisis de títulos que habían volado hacia Barcelona, permitió a Mourinho actuar cómodamente en el ‘Caso Raúl’. En pocos días, icono y aspirante, delantero y técnico, sentaron bases del proyecto blanco y en él, pese al secretismo, sí había sitio para Raúl. Eso sí, un rol reducidísimo y nada agradable para quien desea ser siempre protagonista y se consideraba aún soporte vital como para conseguirlo.

Porque la base de la salida de Raúl del Real Madrid no es otra que su propia ambición de campeón. Raúl entendía que su imagen estaba siendo deteriorada por su propio club, que había quedado aislado sin necesidad y que sólo su amor a un sentimiento le impedía salir de la polémica constante sobre su estado de forma. Con minutos discretos en la etapa de Pellegrini y consciente de que seguir en el mismo entorno le iba a valer el retiro adelantado, el delantero decidió romper con su pasado, abrir puertas y respirar nuevas aventuras. Quizás cuando nadie lo imaginaba, quizás no en el momento adecuado para una afición que lo quería siempre en la entidad, pero sí para una persona que había minimizado su rendimiento pese a lo que le decía su cabeza.

Con las piernas robustas y la moral de quien acaba de saltar al césped en la adolescencia, Raúl ha tardado unos meses en convertirse en el mejor fichaje de la temporada en la Bundesliga. Y lo ha hecho de la mejor manera posible, demostrando a los incrédulos que su decisión de marcharse al Schalke nunca fue una locura sino una liberación. Ha jugado 45 partidos hasta hoy, reflejando que sus piernas treintañeras soportan la máxima actividad competitiva. Marcando 18 goles, motivo más que sólido para recuperar la etiqueta de goleador eterno. Y además, ha roto definitivamente records en Europa al ser ahora mismo el máximo goleador en la historia de las competiciones europeas.

Y todo ello con energía, llevando a Gelsenkirchen el mismo ánimo vencedor que él posee por naturaleza y sumando adeptos a la causa desde España pues ahora sus goles son, además, motivo de orgullo en la distancia. Esta noche luchará de nuevo contra los impedimentos (como toda la campaña en un equipo menor) en esa Champions que le abre las puertas del olimpo cuando casi lo había despedido. Una luz que nunca se apagó. Una luz eterna.

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