Histórico
4 abril 2011Jose David López

Oporto: Campeón de la lógica constructivista

Los estadounidenses amantes del béisbol, cuentan una historia sobre la dificultad del trabajo de sus colegiados. Tres de ellos se reunieron a dialogar un buen día. “Hay jugadas de éxito y jugadas fallidas. Yo determino lo que es cada cual”, decía uno. “Hay jugadas de triunfo y de fracaso. Yo sanciono lo que veo que son”, comentaba el segundo. El tercero, por el contrario, recalcaba que “no existen jugadas de éxito o fracaso al no ser que yo no las haya sancionado como tales”. Todos querían razonar sus decisiones pero mientras el primero pretendía ser objetivo, los otros dos eran constructivistas.

Y puesto que no hay un criterio válido para discernir si una teoría es mejor que otra, hay que refrendar aquellos planteamientos que sean útiles, coherentes con su contexto, no excluyentes y facilitadores del cambio. Y allí, nace la lógica. En fútbol, pese a los esfuerzos de los más humildes y la equidad existente aún en muchos campeonatos, siguen sobresaliendo aquellos que mezclan trabajo, buena gestión deportiva y tranquilidad directiva. Porque el constructivismo se impone, estructura el éxito en quienes reciclan ideales acertados y castiga a aquellos que osan retarle sin los medios adecuados. El estatus de líder en Portugal es, por lógica constructiva, el Oporto.

No es ninguna novedad. Siete de los últimos nueve campeonatos en la Liga Sagres, han ido a parar a Do Dragao. Todo responde a un proyecto felizmente continuista, que salva guarda sus propuestas pese al cambio de jugadores y que entiende el camino al éxito como un trayecto a largo plazo donde, ante todo, no hay que romper sus premisas. El club es lo más importante e impera sobre los que lo defienden en el césped, a su vez, estrictamente seleccionados por un conjunto de ojeadores y especialistas internacionales que saben sacar rentabilidad máxima a sus euros invertidos. Sólo así se explica que un club que ha perdido a más de la mitad de sus estrellas en los últimos años (diría que ha sido su pesar histórico) y sacado casi 300 millones de euros con ventas recientes como (los primeros que se me vienen a la cabeza) Lisandro López, Lucho González, Quaresma, Anderson, Carvalho, Paulo Ferreira, Bosingwa, Deco, Cissoko, Bruno Alves, Diego Ribas o Raúl Meireles, mantenga el guión intocable que lo corona como ‘intocable’ en Portugal.

Una entidad gigante en la concepción de trabajo, disciplinado en todos sus estamentos y sobrado en un país de leyendas arcaicas donde no tiene rivales reales a los que superar. Tras el error de la campaña pasada, donde un exceso de ventas veraniegas respecto a lo aportado por los recién contratados, les obligó a quedar aislados en un escalón inferior, los Dragones vuelven a mostrar jerarquía. Preparados para mayores retos y con la imagen inmaculada de quien sería capaz de competir cara a cara con los grandes de la Champions actual, sólo el caché terciario de la Liga Sagres, les impide históricamente cosechar mayores éxitos internacionales. No obstante, es el club con más títulos en el nuevo siglo. Lo precario de lo que les rodea, evita su progresión a mayor escala, obliga a exportar sus mejores piezas y a restablecer la maquinaria. Tiene scouts en todo el mundo y un perfecto engranaje de mercado. Las promesas, llegadas de todo el país y del exterior, pasan por varios equipos satélites perfectamente estructurados para su beneficio particular. Un dato más que refleja el papel gigantesco de una institución que lucha por frenar en lo posible el ostracismo que el fútbol primario ejerce sobre quienes no habitan en suelos españoles, ingleses, germanos o italianos.

Y tras una campaña donde su tiranía había sido más cruel que nunca (sin conocer la derrota) con 23 victorias y dos empates en 25 partidos ligueros, este domingo cerró filas. El Oporto se coronó campeón de la mejor manera posible, en el estadio del enemigo, un Benfica sin la frescura del año pasado y que evidenció ser un espejismo, un proyecto con buenos papeles pero sin la continuidad necesaria. Y que, además, intentó sabotear la alegría rival apagando luces del estadio y activando los aspersores en las celebraciones del Oporto. Vilas Boas, el técnico del futuro, al que no se puede desligar nunca de José Mourinho (con el que trabajó y aprendió), levantó su primer título de campeón e inicia así una carrera que se prevé enigmática. Trece victorias consecutivas con las que igualaba registros del propio Mourinho en la campaña 2003-2004, tercer entrenador más joven en ganar el campeonato portugués (sólo por semanas de diferencia) y con el ‘doblete’ (Supercopa-Liga) ya en la mano, puede marcar datos míticos si suma la Copa (está en semifinales ante Benfica) y la Europa League (situado en cuartos, con mucho sabor portugués y con previsiones de título a la vista).

Sus ideas en el césped nacen en la disciplina táctica de su medular (Fernando, Belluschi y Guarín), en su impagable presión sobre la salida de balón rival y en el amor por abrir el césped buscando profundizar por bandas. Amante de los carrileros, de laterales de largo recorrido (Fucile y Pereira son ejemplos de ello) y de extremos con desequilibrios para llegar a línea de fondo (Varela o Hulk), ha re-establecido el orden habitual del fútbol luso. Los 21 goles (además de ser máximo asistente del campeonato) de un Hulk sobresaliente cuya venta este verano entraría en esa disciplinada estrategia institucional, así como la capacidad resolutiva de un renacido Falcao y el carácter de un grupo unido y creado hace años para repetir éxitos, les devuelve al estrado. La lógica constructivista se impone y hace años que esta, tiene una base exclusiva en Do Dragao.

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