Histórico
11 abril 2011Jose David López

Bayern: Van Gaal y la maldición de Van der Decken

En las costas holandesas del siglo XVII, entre piratas y corsarios, un marinero de infame popularidad, levantaba envidias en las tabernas y puertos que gustaba frecuentar. Su incomparable capacidad para desenvolverse en el mar, su fuerza, altura y sobre todo, falta de escrúpulos, servían a Hendrik Van der Decken para fanfarronear como el mejor marinero del mundo e inculcar temeroso respeto a sus compañeros. No existía embestida que quebrara su nave, siempre poderosa, soberbia y rígida ante cualquier contrariedad. Los peligros de las rutas por Indias orientales, eran un reto para él, hasta que en 1680, en una expedición desde Ámsterdam a Batavia, su pedantería desafió las leyes todopoderosas y el castigo sigue siendo facturado aún hoy.

Van der Decken se encontró una tormenta terrible en lo más profundo del océano y su bergantín, luchando contra marea durante tres días, no soportaba aquél aniquilador temporal. El capitán, borracho de ira, mostró su carácter desde la proa, donde lanzó impías injurias hacia el todopoderoso que, representado como figura resplandeciente, se posó sobre la cubierta junto al marinero. La tripulación se arrodilló pero Decken, sin respeto alguno, desafió al curso de su destino. El cielo se quebró, la solas se multiplicaron con violencia y, desde entonces, el conocido como ‘holandés errante’, navega sin rumbo ni consuelo por los mares. Hoy, en Baviera, el azote del todopoderoso Bayern de Múnich, también destrozó el navío y el ego de su propio holandés errante, Louis Van Gaal.

El técnico que hace sólo un año rozaba el reinado europeo en la Champions, devolvía el prestigio nacional con el ‘doblete’ Bundesliga-DFB Pokal y levantaba un proyecto con una mezcla de primerísimo nivel, acabó sacudido y calumniado por sus patrones (el presidente Rummenigge y el director general Uli Hoennes). “A Van Gaal se le acabaron las excusas. Eso de que los jugadores respaldaban al entrenador es un cuento de hadas. Toda la mierda saltó por los aires con la decisión de Kraft por Butt. Van Gaal es resistente a los consejos y no entiende que el Bayern no es un show para un hombre. Los jugadores pueden quitarse la camisa de fuerza. Hacía tiempo que aquí había desaparecido el placer por jugar”. Palabras duras, críticas envenenadas a cargo de Hoennes, enfrentado desde hace tiempo al entrenador y principal empuje para sacarlo del Allianz ya, pues su adiós estaba ya pre-fijado para verano.

El empate de este sábado en el derbi bávaro ante el Nuremberg (1-1), reactivó las alarmas que ya se habían encendido tras la eliminación en Champions (siendo remontado por el Inter) o el desastre copero (cuando Raúl les dejó fuera en semifinales). La expulsión de Robben por insultar al colegiado (dos partidos más de sanción para él), reflejó la pasividad global y generó el enésimo varapalo rumbo a una plaza Champions que se complica por momentos (pelea nada menos que con el Hannover). Los constantes cambios de sistema, la falta de lógica en la toma de decisiones, confianza en juveniles no preparados, la sublevación de una parte del vestuario, la marcha de símbolos como Demichelis o Van Bommel por discusiones con su técnico y hasta la crítica infatigable de algunos sectores de una más que correcta afición muniquesa, le habían crucificado hacía semanas (Heynckes espera).

No había sido el primer intento. Las Navidades pasadas, tras un inicio lamentable en Europa, superó milagrosamente un ultimátum en Turín (el Bayern goleó y reaccionó para reactivarse como gigante continental). La enorme repercusión suscitada por Thomas Muller como icono del nuevo talento bávaro, los desequilibrios veloces y técnicos de dos puñales como Ribery y Robben en bandas y la pegada de delanteros enrrachados por fases como Olic, Klose o Mario Gómez, dieron sentido y solvencia a su equipo. Los éxitos sirvieron para acomodar el proyecto, renovarlo hasta 2012 y confiar en clonar las sensaciones del pasado curso, pero lo único que volvió a repetirse fueron los lamentables resultados iniciales, esta vez, huérfanos de reacciones postreras. Lesiones graves en varios de sus jugadores determinantes, hicieron que Van Gaal ganara tiempo, pues el Mundial fue especialmente duro para muchos de sus jugadores. Pero sin resolución posible, la falta de jornadas para lograr el mínimo objetivo de la tercera plaza, encalló definitivamente el ego de un entrenador irreductible en sus decisiones.

Irritado con su vestuario, sin opción a salvar la temporada y empeñado en sus ideas pese al descalabro de muchas de ellas (confiar en el joven portero Thomas Kraft ha sido uno de los pilares para su cese), Van Gaal recibió el castigo divino. Como a Van der Decken, ahora le toca navegar sin rumbo ni consuelo por los mares de un fútbol al que desafió sin retractarse.

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