Histórico
8 marzo 2011Jose David López

Montella, títere de una Roma descompuesta

“El poder de Totti en el vestuario va más allá de lo normal. Pizarro nunca me miró a los ojos. Faltan signos de trabajo diario para superarse”. Con tan conflictivas palabras se despidió de la Roma un amante de todo lo que rodea al Olímpico, a giallorossi y a la capital italiana, su ciudad natal y el club de su vida. Claudio Ranieri no pudo levantar un vestuario en declive, segmentado en torno a las teorías de su entrenador y enfrentado a sus decisiones desde varios frentes. “La directiva no respaldó mi trabajo con la renovación de mi contrato cuando todo iba bien y, entre las dudas, propició que los jugadores encontraran resquicios para sus propias decisiones”. Palabras de un hombre dolorido, no respetado y al que se ha llevado por delante un ‘icono’ de su vestuario y una crisis económica que va a ajustarse esta misma semana.

Tras 18 años llevando las manijas de la Roma, la familia Sensi pondrá punto y final a su relación con el club capitalino, al que tenía en venta desde hace más de dos temporadas debido a las altas deudas acumuladas. El empresario italo-americano Thomas Di Benedetto, adquirirá en apenas siete días las acciones de la familia Sensi, pagando unos 110 millones de euros por el 70% del club y el resto (pertenece a Opa y Unicredit), lo irá cerrando los próximos meses hasta alcanzar una cifra cercana a los 200 millones de euros. El nuevo mandatario, patrón del equipo de béisbol Boston Red-Sox, posee gran experiencia en el mundo del deporte y las finanzas y en su proyecto habrá dos ampliaciones de capital, siendo clave desde ya, la participación del club en la próxima Champions League.

Instalado en la descomposición de un vestuario debilitado anímicamente y ante una alarmante falta de organización previa que dejará a la Roma sin varios de sus mejores jugadores (Mexes no ha sido renovado ante esta imprevisibilidad y Vucinic está negociando su salida), encontrar un títere que asumiera el resto necesitaba claras doctrinas. Corazón apegado a la entidad, joven profesional dispuesto a asumir riesgos y con ganas de progresar rápidamente. El hombre ideal estaba ya en casa, esperando la voluntad y dispuesto a sentarse en el banquillo que tantas veces ocupó y donde meses atrás (hace apenas año y medio) aún se sentaba vestido de corto. El L’Aeroplanino, Vincenzo Montella, dio un paso al frente, no ocultó su satisfacción tras la llamada de los Sensi y se aupó hace unos días. Consciente de que sus días pueden estar contados hasta que se calme la marea. Retando, pese a ello, a todos, apuntando que “el barco que aguanta la tempestad y lleva a la calma no es el de Vincenzo Montella”.

Ranieri salió por la puerta de atrás cuando hace menos de un año llevó a la Roma de posiciones de descenso al liderato y a sólo tres jornadas de proclamarse campeón tras una remontada épica (un partido ante la Sampdoria con Cassano y Pazzini estelares, le rompieron el sueño). Hoy, la falta de provisiones y de estructura futura, coloca provisionalmente a un icono del club que aguantará por profesionalidad, amor al club y respeto de la afición hacia sus 86 goles gialorrossis. Se vende un paso hacia adelante, una reconversión generacional con un técnico conocedor de la casa, la situación y el vestuario, que ha pasado de saludarle como compañero de faenas a acometer sus mandatos, por ahora optimistas. La realidad es bien distinta, alguien tenía que servir de trasvase hacia aguas limpias y en pleno proceso de venta, con un estadounidense millonario de camino y con sus instintivas e irreflexivas decisiones aún por tomar, Montella era el ideal.

Su balance, sólo de tres partidos, habla de dos victorias a domicilio por la mínima y un empate local dejándose remontar dos goles. Hoy, llegará el primer examen definitivo para el futuro financiero y deportivo del club, sólo con protagonismo en la segunda parte (en la Ida estaba aún Ranieri) y obligado a levantar un peligrosísimo 2-3. Difícil objetivo. El L’Aeroplanino quiere alargar su vuelo y no estrellarse antes de tiempo, al menos antes de que pase la marea. Después, ya se le buscará pista de aterrizaje, el títere habrá cumplido su papel.

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