Histórico
30 junio 2009Jesús Camacho

Balones de Oro: Gianni Rivera, de Abatino a Bambino de oro (1969)

rivera18 de agosto de 1943, no es un día más para el planeta, una absurda e infame guerra trastorna al Mundo y a Italia, que presenta el triste y horrible aspecto de un país derruido. Todo a su alrededor está salpicado de lágrimas, muertos y ruinas. Aquel día un señor llamado Teresio Rivera, ferroviario de profesión se marcha al Valle San Bartolomeo, a pocos kilómetros de su natal Alessandria, devastada por las bombas. Una fuga que hace en bicicleta y con la que consigue salvarse y aguardar a refugio la deflagración final. Su mujer Edera a su lado, una mujer que trajo al mundo un hijo fruto del amor y de la Guerra, un chico al que pusieron por nombre Gianni. Ese pequeño que trajo luz y arrancó una leve sonrisa a unos padres que encontraron en Gianni un motivo más para luchar y sobrevivir en tiempos tremendamente complicados. No podían imaginar en aquel entonces Teresio y Edera que pocos años después ese retoño debutaría en la serie A y se convertiría sino en el mayor talento en uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol italiano.

El Don Bosco y los terrenos del aeropuerto de Alessandria propiciaron el comienzo de su relación de amor con la pelota, una relación que afianzó cuando ingresó en el Alesandria, donde Cornara, técnico del club ya se percató de su talento. Un talento que a su vez propició que el Milan lograra la copropiedad de aquella futura promesa que con solo 14 años (en un amistoso ante el AEK) debutaría con el primer equipo y solo dos años después en la serie A.

Desde su llegada al Milan en el verano de 1960 (cuando el conjunto rossonero lo compró en propiedad y se convirtió en el hombre de los 60 millones de liras) dejó patente su enorme clase. Pronto llegó a ser comparado a la figura legendaria de Pepe Schiaffino, es más se le identificó como su sucesor. Pero Rivera tenía un estilo propio, una clase y una personalidad que comenzó a desplegar al ganarse la confianza de Nereo Rocco “Il Paron”, el técnico que en un principio dudó confiar en un chico de solo de diecisiete años pero que cuando lo hizo no volvió a salir más de la titularidad.

Con el nº10 a la espalda Gianni toma el mando de las operaciones del juego rossonero y conforma una dupla mágica con Altafini. Es el inicio de una época en la que el Milan conquista su primera Copa de Europa en una final disputada en el 63 en la que Rivera resulta decisivo con una asistencia de genio a un Altafini que coloca el 2 a 1 y le da la victoria ante Benfica. Un año en el que Gianni se queda a un solo paso de convertirse en “Bambino de oro” puesto que solo el mítico portero Yashin puede arrebatarle el “Balón de oro”. Un primer momento mágico de los muchos que vivió e hizo vivir, especialmente recordado aquel año del 68 en el que inició la que sería la etapa de su consagración mundial. Y es que Rivera que formó otra dupla de leyenda con Prati llevó al Milan a la conquista de otro Scudetto, una Recopa de Europa y el título de campeón de Europa de Naciones con una selección italiana que contaba con jugadores como Riva, Mazzola y Facchetti. Fue en Roma contra Yugoslavia, con la elástica de una selección italiana con la que llegó a disputar cuatro mundiales.

Sin duda un año mágico que le abrió el camino a la gloria puesto que en 1969 conquistó su segunda Copa de Europa derrotando en la final por un contundente 4-1 al Ajax de un joven emergente llamado Cruyff y posteriormente la Intercontinental al vencer a Estudiantes.

Recordando a la figura de Gianni Rivera estamos haciendo un pequeño homenaje a una Generación, aunque este término ha sido bastante discutido y deberíamos hablar en su caso de “grupo generacional”, de una “constelación” o de una “promoción” de jugadores. Y es que en Italia a Rivera se le reconoce como el icono de la “generación del 43”, una constelación de jugadores geniales que trajeron algo nuevo al fútbol italiano. Esa promoción que en los años 60 renovó el fútbol italiano, de la que el Bambino fue precursor y entre los que se encontraban Bianchi, Juliano, o Meroni. Fútbol de muchos quilates, en el caso de Rivera nos topamos curiosamente a su vez con el jugador italiano más amado, odiado y discutido de la historia del Calcio.

Aquel futbolista que como sucediera en ciclismo con el caso Coppi y Bartali, dividió a Italia, media Italia era de Mazzola (y el Inter de Herrera) y la otra media de Rivera (y el Milan de Rocco), una de las rivalidades históricas del Calcio. Un genio al que el mítico periodista Gianni Brera le colocó el apodo de “Abatino” por su poca propensión a la lucha pero ese mismo futbolista al que Brera tras una exhibición en un Bologna-Milan tuvo que acabar rindiéndose. Rindiéndose al talento de este “mezzala”, como llaman en Italia a los enganches, un mediapunta, un número diez con el que mantuvo una intensa relación amor/odio. Brera el polémico y legendario periodista que acabó definiéndole así: “Pienso que Rivera es un grandísimo estilista, muy inteligente y como tal siempre intuye y elige la mejor opción para el juego ofensivo de su equipo. No sabe correr, no sabe cortar si no sería un gran interior. En cambio para mí es un excepcional jugador”.

Rivera era un talento superior, un artista, un jugador que empujaba a sus compañeros hacia adelante, un jugador distinto, de una clase monumental, regate perfecto y visión de juego prodigiosa al que siempre buscaban sus compañeros, sabedores de que él les resolvería el partido.

El “Bambino de oro”, un crack al que en el Mundial de México 1970 sus diferencias con Valcareggi le condenaron al banquillo llegando solo a disputar seis minutos en la final ante Brasil. Pero un mundial en el que también dejó su sello puesto que en las semifinales y en aquel partido de leyenda ante Alemania anotó el gol más importante de su carrera, un 4-3 que representa uno de los momentos mágicos de la historia de los mundiales. El Bambino que había saltado al césped a la hora de juego, golpeó la pelota con el interior, sorprendió a Maier y marcó así el quinto tanto de la prórroga (111′). Un gol de legendario para un partido de leyenda.

En definitiva Gianni Rivera, una leyenda rossonera que marcó 128 en 501 partidos y le dio al Milan 3 Ligas Italianas, 4 Copas de Italia, 2 Copas de Europa, 2 Recopas de Europa y 1 Copa Intercontinental. Un genio al que su innata e incomparable calidad le ayudó a conseguir, en 1969, el mayor reconocimiento para un futbolista, el Balón de Oro, el primero para un italiano. Ese genio al que France Football bañó de oro y retrató de la siguiente manera: “el capitán del Milan es el único que da sentido de poesía a este deporte. Como Oscar Wilde él mira más por la estética que por el resultado”.

Ese mismo al que una leyenda como Nereo Rocco definió así: “No es un luchador pero si quiero tener en mi equipo la fantasía del minuto uno al noventa; el arte para darle la vuelta a un partido eso solo puede dármelo Rivera con su magia. No querría exagerar pues al fin y al cabo solo hablamos de fútbol pero Rivera en esto es un genio”.

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